miércoles, 6 de julio de 2016

Hermosa reseña de mi libro en Barcelona.

En la revista científica "Laberintos" número 17, editada por la Conselleria de Cultura, Educació i Esport de la Generalitat Valenciana, aparece una notable reseña del libro "Winnipeg. Testimonios de un exilio" de mi autoría, escrito por la académica e investigadora del grupo Gexel de Barcelona, Yasmina Yousfi López. Pueden leer la revista en el siguiente link:
http://bv.gva.es/documentos/lab17.pdf



y la reseña se las enseño a continuación:


Winnipeg. Testimonios de un exilio. Gálvez Barraza , Julio. Sevilla: Renacimiento, Biblioteca
del exilio, 2014, pp. 423. Yasmina Yousfi López. gexel - cefid Universidad Autónoma de Barcelona.
Laberinto (Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles) N.º 17, 20015. pp. 510-512.

La palabra Winnipeg es alada. La vi volar por primera vez en un atracadero de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco viejo, con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo.
Pablo Neruda

¿Dónde queda Chile? En el fin del mundo, era la respuesta.
Virginia Miranda, pasajera del Winnipeg.

La profusa trayectoria del escritor y ensayista chileno Julio Gálvez Barraza (Santiago de Chile, 1949) se ha detenido en numerosas ocasiones en el tema del exilio republicano español de 1939 en Chile. Setenta y cinco años después de la llegada del Winnipeg a Valparaíso, Renacimiento publica Winnipeg. Testimonios de un exilio, el resultado de una necesaria investigación que ya vio la luz en 2012 gracias a la editorial chilena Cal Sogas. Se trata de un estudio que, por una parte, reconstruye detenidamente la diáspora de 1939 a Chile y, por otra, el proceso de integración de los españoles en su país de acogida. Es conveniente, pues, hacer hincapié en el modo en que Gálvez realiza esta reconstrucción histórica —«detenidamente»— porque Winnipeg.... se erige como un gran testimonio forjado por múltiples voces recogidas a lo largo de un meritorio trabajo de documentación del que destacan la búsqueda de fuentes hemerográficas y la realización de entrevistas.
El libro comienza con un capítulo titulado «Un exilio distinto» en el que Gálvez narra el desarrollo de los primeros días de exilio chileno, desde que el Winnipeg atracó en Valparaíso, el 3 de septiembre de 1939, hasta el proceso de acomodamiento en pensiones, casas particulares... que el Comité de Ayuda a los Refugiados brindó a los españoles días después. Se trata, pues, de una descripción muy detallada que parte de una concatenación de anécdotas, extraídas, principalmente, de testimonios orales y artículos de la prensa chilena de la época. Este ejercicio de literatura testimonial da al lector la oportunidad de conocer las sensaciones y las primeras impresiones que los españoles tuvieron al pisar tierra firme. Palabras de exiliados, con nombres y apellidos, y de chilenos, entusiasmados por el acontecimiento, contribuyen a mostrar la cara más íntima, también la más emocionante, de tal encuentro, y a poner el acento en un hecho que, relegado frecuentemente a un segundo plano, cobra, aquí, la importancia merecida: el admirable comportamiento altruista de los chilenos, esa primera toma de contacto entre dos pueblos que se disponían a convivir. Gálvez desgrana paulatinamente este punto a lo largo del libro a través de temas diversos como, por ejemplo, las dificultades de la misión de Neruda como Cónsul Especial en Francia, las presiones y la crisis ministerial que sufrió el gobierno de Pedro Aguirre Cerda en el proceso, las campañas de prensa chilena a favor de la llegada de los exiliados, como la de la revista Qué hubo, o la adecuación profesional, por gremios, de los españoles en función de las necesidades del país andino.
Resulta interesante, también, el capítulo dedicado a la odisea marítima del buque, que zarpó de Francia un 4 de agosto y que, según «el informe Neruda» —reproducido en este ensayo—, entre refugiados y algunos chilenos que combatieron en las Brigadas Internacionales, llevaba a bordo 2.004 personas, cifra aún especulativa —que contrasta con los datos de la última investigación sobre el Winnipeg, Los españoles del Winnipeg de Jaime Ferrer Mir que cita a 2.300 tripulantes— e incompleta. Gracias a los recuerdos de Leopoldo Castedo, Montserrat Julió, Roser Bru, Ovidio Oltra, entre otros, a las cartas para el Cónsul Especial para la Inmigración de chilenos combatientes en las Brigadas Internacionales que se conservan en la Fundación Pablo Neruda y a otros relatos recogidos en el homenaje Winnipeg. 60 años editado por el Centro Cultural de España en Chile, la narración incurre en el día a día de los pasajeros y de la tripulación: se habla de los problemas iniciales del viaje como el
insuficiente personal de servicio, que se solventó con la ayuda de doscientos pasajeros en máquinas, cocinas, limpieza, enfermería, comedores..., se describen las actividades culturales ofrecidas, las charlas de «chilenidad», se reconoce el apoyo recibido en las escalas, como en Isla Guadalupe, se señalan los incidentes en puerto de Colón, cerca del Canal de Panamá, donde el barco fue declarado «en cuarentena», o la incertidumbre alentada por informaciones radiofónicas sobre la firma del pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión Soviética que generó discusiones políticas y el distanciamiento de los miembros del Partido Comunista.
En cuanto al apartado que analiza el proceso de integración de los exiliados en Chile, merece la pena mencionar que Gálvez, si bien continúa alternando testimonios que evidencian la solidaridad del pueblo chileno, también rescata la dura polémica desatada por parte de la derecha chilena ante las campañas a favor de la inmigración que valoraban la mano de obra española para el desarrollo del país —apoyadas por los miembros de la Conferencia Panamericana de Ayuda a los Refugiados, celebrada en
febrero de 1940 en Ciudad de México, donde se consideró a Chile como uno de los países idóneos para acoger a más exiliados—. El miedo a que los españoles provocaran desocupación en el sector obrero chileno era el argumento de las facciones más conservadoras del país, representadas por cabeceras como El Mercurio y El Diario ilustrado. Gálvez recoge sus artículos más controvertidos, así como otros de la revista Qué Hubo, interesada en ilustrar casos de refugiados para dar muestra de su pronta
integración en el país, por lo que esta batalla periodística, convenientemente documentada, se alza como uno de los capítulos más sugestivos del ensayo.
Tampoco queda atrás la revisión de los aportes del exilio donde el autor describe, princialmente, proyectos intelectuales como la editorial Cruz del Sur, el Teatro Experimental y la trayectoria individual de escritores, críticos, periodistas, filósofos, músicos, pintores e historiadores influyentes como Pablo de la Fuente, José Ricardo Morales, Diana Pey, Leopoldo Castedo, Darío Carmona, Roser Bru, José Ferrater Mora... La edición de Renacimiento, además, añade un valioso epílogo que robustece estos Testimonios de un exilio y revela, definitivamente, parte del modus operandi del autor: se reproducen íntegramente dos recientes entrevistas a pasajeros del Winnipeg, Víctor Rey, «el ingeniero de altos ojos», y el pintor José Balmes, «el más chileno de los exiliados», que despiertan sus recuerdos y hablan largo y tendido acerca de su vida, la guerra, la familia, el trabajo, el exilio ... y, sobre todo, acerca de Chile. Si bien Gálvez es consciente de que los testimonios «no siempre son el reflejo fiel de lo sucedido», mediante el contraste exhaustivo de fuentes orales y escritas, complementarias en muchos casos, consigue dignificar un capítulo más de nuestro exilio republicano de 1939 reconstruyendo no solo la memoria de los que contribuyeron a que «América se hiciese», como tantas veces ha indicado José Ricardo Morales, sino también la de aquellos que, desde antes de que el Winnipeg atracó en Valparaíso, les tendieron su mano solidaria.