jueves, 22 de septiembre de 2011

Lo que nos enseñan los estudiantes


Antes pensaba que al Gobierno, a los sucesivos Gobiernos, les interesaban los violentistas en las manifestaciones porque así desviaban la atención hacia ellos.

Pensaba que a los carabineros les eran útiles los encapuchados que sólo iban a causar destrozos en las marchas, porque así tenían excusa para reprimir a todos los manifestantes.

Antes creía que los medios de comunicación tendenciosamente destacaban sólo los hechos violentos en las manifestaciones y no se habla del hecho importante, las reivindicaciones de la gente que se manifiesta.

Antes pensaba que el Poder Judicial liberaba inmediatamente a los que causaban saqueos durante las marchas porque al sistema le interesaba que estuvieran en la calle para nuevas manifestaciones.

Creía, con estupor, que los carabineros infiltrados en las manifestaciones masivas eran los verdaderos incitadores a la violencia.

Pensaba que las noticias injuriosas sobre los dirigentes de los movimientos reivindicativos eran verdaderas campañas orquestadas entre el gobierno y los medios para desacreditar a los líderes y causar la división.

Pensaba que es un sofisma pedir una educación “gratuita”. Nada es gratuito, todo lo pagamos con nuestros impuestos, directos e indirectos.

Antes pensaba que la campaña del terror iniciada por los políticos de Gobierno por la perdida del año escolar era una verdadera vileza.

Antes pensaba que todo eso era así. Ahora, después de la marcha de esta mañana, ya no lo pienso. Ahora estoy absolutamente seguro de que es así.

Sin embargo, lo importante no es lo que yo, como ente individual, piense y constate. Lo importante es que lo mismo ha sucedido con el 80 por ciento de la población. El restante 20 por ciento lo componen los empresarios poderosos, los políticos, sus familiares y lacayos y algún o alguna inocente que aún cree en el viejito pascuero. Es decir, es la inmensa mayoría del país la que exige cambios profundos en la sociedad chilena. No es un fenómeno propio de nuestro país. También está sucediendo en España, en Grecia, en muchos países.

Y como estoy seguro de lo que pienso, estoy con los estudiantes cuando dicen que los cambios se necesitan AHORA.

La inmensa mayoría exige cambios, pero…. sólo falta que esa inmensa mayoría se pronuncie en las urnas. Que los jóvenes se inscriban en los registros electorales, que votemos por gente nueva. Que mandemos a la mierda a todos los políticos corruptos, a los que mienten, a los que están en el parlamento sólo porque llevan un apellido de otro político corrupto que los antecedió, a los que prometen y luego, con verdadero descaro, no cumplen sus promesas.

Por mi parte, votaré por el candidato que prometa luchar contra la desigualdad; que esté a favor de legislar sobre el aborto, libre y gratuito; que se pronuncie por una educación y un sistema de salud libre, de calidad y público. Votaré muy a gusto por un candidato que proponga eliminar una de las dos Cámaras que hay en este país. Una Cámara y un Senado es un lujo que no podemos sustentar, ese dinero sirve para financiar otras leyes más útiles al país. Por ahora, sólo sirve para asegurar la vida de verdaderos parásitos que viven DE la política, y no PARA servir a la política. Votaré por un candidato que proponga una ley de incompatibilidades. Los políticos no pueden, no deben tener un segundo trabajo o acciones en empresas. Esta práctica sólo sirve para fomentar la corrupción; votaré por un candidato que proponga regular y controlar a los bancos y a las grandes multinacionales, esa que nos venden nuestra agua, que destruyen nuestro ecosistema y que se llevan nuestras materias primas. Votaré a gusto por un candidato a diputado que proponga bajarse los sueldos y las dietas. No es ejemplar que los políticos ganen sueldos y dietas que los pongan muy por encima de la realidad nacional. Así podrán saber cuánto cuesta un kilo de pan o un pasaje en bus.

Si eligiéramos este tipo de políticos, tendríamos gobiernos y parlamentarios que gobiernen con la gente y no contra la gente y no tendríamos que perder tiempo en marchas ni manifestaciones que desgastan y perturban. Sobre todo, tendríamos un país más justo y equitativo, no como el que tenemos ahora.

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