martes, 20 de mayo de 2008

El Canto General como fruto de la experiencia española

Por Julio Gálvez Barraza

La experiencia española, según su propia confesión, fue determinante en toda la vida y obra del poeta. Sin embargo, los biógrafos y exagetas nerudianos, analizando su obra bajo la inercia del esquema académico tradicional, al parecer, no han dado a este hecho la importancia debida. El Canto General, la magnífica epopeya de América Latina, para muchos estudiosos su más importante obra, fue concebida y gestada directamente después del libro España en el Corazón, en el que el poeta acusa y maldice la rebelión fascista de Francisco Franco y del que, perfectamente, podían haber formado parte los canto a Alberti, Lorca y Miguel Hernández, o el poema Himno y regreso, incluidos en el Canto General. Si aceptamos esta premisa en el estudio de la obra nerudiana podremos comprender mejor la rigurosidad y la profundidad social con que Neruda trata la historia americana, desde antes del descubrimiento hasta el golpe de estado de Pinochet.
El primer día del año 1940, Pablo Neruda desembarcó del vapor "Augustus" en Valparaíso. El arribo del poeta dio margen en el puerto a una cálida recepción que encabezó el Alcalde comunista Pedro Pacheco, y en la que participaron las autoridades edilicias, los representantes de las instituciones culturales y obreras y un crecido número de trabajadores e intelectuales del puerto y de Santiago. Entre los asistentes al acto de bienvenida, con la misión de entrevistar al recién llegado, se encontraba Volodia Teitelboim, un joven periodista de la revista Qué Hubo en la semana que por aquel entonces dirigía Luis Enrique Délano. Recuerda Volodia que en el transcurso de ese encuentro, Neruda le entregó, para su publicación, un poema escrito durante la travesía, que titulaba Himno y Regreso (1939)

El poeta regresaba por tercera vez a Chile. Venía de Francia, donde se había desempeñado como Cónsul Especial para la Inmigración Española, cumpliendo la misión que le había encomendado el Gobierno del Frente Popular encabezado por Pedro Aguirre Cerda. Venía de una Europa en llamas, convulsionada ya por la segunda Guerra Mundial. Llegaba cuatro meses después de que a Valparaíso, a bordo del “Winnipeg”, arribara su más bello poema; ese contingente de más de dos mil españoles republicanos que se hacinaban y morían en los campos de concentración del Sur de Francia y que encontraron en el Sur del mundo su propia Itaca de la mano del poeta y diplomático chileno.

Los primeros versos del citado poema que Neruda entregó a Volodia contienen una plegaria, un ruego, una petición que el poeta-narrador hace a su pueblo, a su propio país:

Patria, mi patria, vuelvo hacia ti la sangre.
Pero te pido, como a la madre el niño
lleno de llanto.
Acoge esta guitarra ciega
Y esta frente perdida.

En los versos siguientes, el poeta rinde cuentas a su pueblo de la gestión realizada, hace un resumen de su viaje a Francia como Cónsul Especial para la Inmigración Española:

Salí a encontrarte hijos por la tierra,
salí a cuidar caidos con tu nombre de nieve
salí a hacer una casa con tu madera pura,
salí a llevar tu estrella a los héroes heridos.

Himno y Regreso (1939), es quizá uno de los poemas menos analizados por los exagetas del vate. Sin embargo, en la continuación de los versos ya citados, encontramos una verdadera declaración de principios. En ellos, Neruda señala la continuidad de su discurso poético iniciada tres años antes con España en el Corazón:

Ahora quiero dormir en tu substancia.
Dame tu clara noche de penetrantes cuerdas,
tu noche de navío, tu estatura estrellada.

Señalábamos al comienzo de estas líneas que era éste el tercer arribo de Neruda a su país. En su segundo regreso, en octubre de 1937, ya portaba en su interior la marca indeleble de la experiencia vivida en España, en la que su poesía había roto moldes y donde se había convertido en figura clave para el entendimiento y la aceptación de la nueva poesía. Donde su casa, la Casa de las Flores, se convirtiera en centro de reuniones, en una época plagada de deseos de cambios, de tertulias y discusiones.

Al llegar a España, en 1934, el poeta encontró un país que intentaba cambiar su destino, un pueblo que obligó a abdicar a los reyes y que instauró la Segunda República, un pueblo que no conforme con los primeros gobiernos republicanos, de marcada tendencia derechista, había elegido como rector de su proceso de reformas a una coalición denominada Frente Popular. Todo esto en un proceso político en el que se insertaban la gran mayoría de sus intelectuales, sobre todo los jóvenes poetas de la generación del 27, entre los que sobresalía Rafael Alberti, García Lorca, Manolo Altolaguirre y tantos otros. Todos ellos fraternos compañeros de Neruda, de quienes aprendía cómo los intelectuales tienen el derecho y el deber de insertarse en los procesos de cambio de su sociedad, de su entorno.

Un día, ese mundo social, político y bucólico a la vez, se dispersa. Un pequeño general se levantó en armas contra la flamante República y quebró violentamente el proceso de cambios. El 18 de julio de 1936 se desató la ira del fascismo y comenzó a correr la sangre por las calles. Para Neruda era la sangre de soldados, de hombres y mujeres, de ancianos y niños, pero también era la sangre de sus amigos, de García Lorca, asesinado en Granada, del escultor Emiliano Barral, muerto en el frente de batalla. Era la sangre que le hizo ver más al fondo de las cosas, que le hizo concluir su cambio de rumbo, social y poético, que le acompañaría por el resto de su vida.

Luis Enrique Délano, por esos años canciller consular en Madrid, cuenta en su libro de memorias que un día, no recuerda bien la fecha, alguien le preguntó a Neruda -¿Cuándo vas a escribir algo para “El Mono Azul”? Pablo respondió vagamente, -continua Délano- Pero, sin duda ya la idea lo estaba trabajando por dentro. Y no podía ser de otra forma; el estímulo de la guerra era algo demasiado fuerte para un poeta como él. Un día de septiembre, cuando el canciller llegó a la oficina consular, Neruda le pasó unas hojas de papel escritas a máquina, Délano comenzó a leer con una mezcla de asombro y emoción:

No han muerto! Están en medio de la pólvora,
de pie, como mechas ardiendo.
Sus sombras puras se han unido
en la pradera de color de cobre
como una cortina de viento blindado
como una barrera de color de furia,
como el mismo invisible pecho del día.

Era el primer fruto de una transformación que venía produciéndose, que no llegó de golpe ni fue producto exclusivo de la guerra, sino de todo un proceso al que Délano venía asistiendo como testigo. –Es mi primera poesía proletaria.- Dijo Neruda a su canciller consular.

Este poema, publicado de forma anónima en la página 2 del número 5 de la revista El Mono Azul, que dirigía Rafael Alberti, aparecida un 24 de septiembre de 1936, marca el tránsito en la poesía nerudiana, el inmenso cambio que pasó, del recogimiento intimista de Residencia en la tierra, al exultante universo colectivo del Canto General.

Alberti había publicado el poema de forma anónima para cuidar la imagen de su amigo, que además de poeta era el representante diplomático de un país extranjero. Neruda no se cuidó demasiado al iniciar esta nueva concepción socio-política. Consecuente con las nuevas responsabilidades asumidas, al mes siguiente dio pública lectura a su primer “poema proletario”. Este hito nerudiano aconteció en la ciudad de Cuenca el 12 de octubre del mismo año de 1936, en un acto organizado conjuntamente por la Federación Universitaria Hispano Americana (FHUA) y la Alianza de Intelectuales. El acto, celebrado en el llamado “Día de la Raza” y en el que participaban, además, el poeta y ensayista español José Bergamín, el mexicano Andrés Iduarte y Luis Enrique Délano, tenía por objeto mostrar la adhesión de la intelectualidad latinoamericana a la causa de la República Española, significado que, con la actuación de Neruda, quedó claro para todos.

Posiblemente esta lectura pública de su poema en la ciudad de Cuenca fue el detonante para que las autoridades chilenas cerraran indefinidamente el consulado de Chile en Madrid. El poeta viajó a Francia al mes siguiente. Ya en Francia, comenzó una tarea que no abandonaría nunca: la defensa de la República española. En este contexto se enmarca el comienzo de la metamorfosis nerudiana en España. Luego nacerían otros poemas, que junto al Canto a las madres de los milicianos muertos, formaron parte del libro España en el corazón, Himno a las glorias del pueblo en guerra (1936-1937), su canto de amor más profundo y desinteresado. El Canto a las madres de los milicianos muertos, séptimo poema en el orden del libro, fue el único que escribió en España. Este poco conocido hito nerudiano marcó el comienzo de una etapa grande y fecunda en su obra, la de la poesía social, que habría de culminar con la publicación del Canto General.

Si hacemos un breve repaso a los poemas de España en el corazón, observamos que en él, el poeta-narrador invoca, canta a las glorias de un pueblo en guerra, cuenta cómo era España? Explica por qué su poesía no habla del sueño, de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal? Venid a ver la sangre por las calles, dice, y a continuación denuncia y maldice en su crónica urgente. Denuncia a los bandidos con aviones y con moros,/ bandidos con sortijas y duquesas, a los chacales que el chacal rechazaría. Maldice a los generales, a Mola, a Sanjurjo, a Franco, y los envía a los infiernos. Maldice a los que con hacha y serpiente/ llegaron a tu arena terrenal, malditos los/ que esperaron este día para abrir la puerta/ de la mansión al moro y al bandido. Neruda se convierte en un Constructor de la Historia, en la que, además, deja establecido cómo era España antes de la traición. Era la piedra solar, pura entre las regiones/ del mundo, España recorrida/ por sangre y metales, azul y victoriosa,/ proletaria de pétalos y balas, única,/ viva y soñolienta y sonora. Para continuar con una verdadera clase de geografía ibérica. Pueblo por pueblo, de Sur a Norte y de Este a Oeste, donde no está ausente Fuenteovejuna ni Orihuela, la tierra natal de su querido Miguel Hernández.

Los poemas de España en el corazón comenzaron a publicarse por separados en diversas revistas de la península y de América. En Madrid, en El Mono Azul (número 22, del 1 de julio de 1937) aparece publicado el poema Es Así, que luego, con el nombre de Explico algunas cosas, sería uno de los más conocidos del libro. En Repertorio Americano Nº 823, de San José de Costa Rica, aparece el 16 de octubre del mismo año el poema Antitanquistas, reproducido también en la revista Expresión Nº 1, de Santiago de Chile.

Es también en Santiago de Chile, donde, coincidiendo con la vuelta de Neruda a su país, Ediciones Ercilla publicó, en noviembre de 1937, el libro íntegro, con una segunda edición hecha en enero del año siguiente. En mayo de 1938, se publica en París la edición francesa de España en el corazón, con traducción y prólogo de Louis Aragon, en una edición patrocinada por la Asociación Internacional de Escritores.

Ese era el Neruda que regresó a Chile en octubre de 1937. Pero no regresaba a descansar, no pretendía olvidar el estruendo de los cañones ni el sordo zumbido de los aviones que bombardeaban Madrid. Su adquirido compromiso le obligaba a hacer algo más en la joven y generosa América. A esa tarea dedicó los próximos meses antes de volver a Europa a rescatar caídos. Años más tarde, en el Memorial de Isla Negra, recordaría ese regreso con un Tal vez cambié desde entonces:

A mi patria llgué con otros ojos
que la guerra me puso
debajo de los míos.
Otros ojos quemados
en la hoguera,
salpicados
por el llanto mío y sangre de los otros,
y comencé a mirar y a ver más bajo,
más al fondo inclemente
de las asociaciones...

Sin embargo, ese segundo regreso también lo narra, aunque varios años después, en su prosa, y en ella expresa su íntimo pensamiento: El contacto con España me había madurado. Las horas amargas de mi poesía debían terminar... Me pareció encontrar una veta enterrada, no bajo las rocas subterráneas, sino bajo las hojas de los libros. ¿Puede la poesía servir a nuestros semejantes? ¿Puede acompañar la lucha de los hombres? Ya había caminado bastante por el terreno de lo irracional y de lo negativo. Debía detenerme y buscar el camino del humanismo, desterrado de la literatura contemporánea, pero enraizado profundamente en las aspiraciones del ser humano. Comencé a trabajar en mi Canto General.

La idea de un poema central que agrupara las incidencias históricas, las condiciones geográficas, la vida y las luchas de nuestros pueblos, se me presentaba como una tarea urgente. (CHV, Isla Negra)

Empero, tenemos que volver a la cronología y situarnos nuevamente en ese tercer regreso del poeta a su tierra. En la continuación de Himno y regreso, el poema que nos sirve de hilo conductor, encontramos la reconfirmación de su declaración de intenciones, la expresión de un deseo, el primer anuncio del nuevo compromiso con su patria.

Patria mía: quiero mudar de sombra.
Patria mía: quiero cambiar de rosa.
Quiero poner mi brazo en tu cintura exigua
Y sentarme en tus piedras por el mar calcinadas,
A detener el trigo y mirarlo por dentro.
Voy a escoger la flora delgada del nitrato,
Voy a hilar el estambre glacial de la campana,
Y mirando tu ilustre y solitaria espuma
un ramo litoral tejeré a tu belleza.

Luego del reconocimiento internacional que trajo consigo la epopeya descrita en España en el corazón, Neruda se plantea contar y cantar las glorias y desventuras de su pueblo, de su propio país y el poema Himno y regreso es una clara señal de esa intención. Pero estos versos no dejaban de ser una declaración de buenas intenciones del poeta. A su vuelta, ya tenía conocimiento de su nuevo destino diplomático. El 16 de agosto de 1940, a siete meses de su arribo a Chile, desembarcaba en el puerto de Manzanillo del barco japonés Racuyu Maru, en compañía de su amigo Luis Enrique Délano. Había sido nombrado Cónsul General en México, representando al Gobierno de Pedro Aguirre Cerda y Délano era el nuevo Cónsul en Ciudad de México. Esta misión duró cerca de tres años, y en el transcurso de ella, Neruda tuvo la oportunidad de profundizar su conocimiento de América. Visitó Cuba, Guatemala, Colombia, Panamá entre otros países. En el trayecto de su regreso a Chile, en octubre de 1943, visitó Perú y, más extensamente, las ruinas de Macchu Picchu experiencia fundamental para la gestación de Alturas de Machu Pichu, escrito dos años después, en Isla Negra, entre los meses de agosto y septiembre de 1945, luego de su ingreso como militante del Partido Comunista de Chile.

Es interesante conocer la impresión que le produjo ver esa inmensa ciudad colgada de las altas nubes. Visión y emoción decisiva luego en el desarrollo de su Canto general a Chile y en la re-evolución de su poesía. La describe en sus memorias; Confieso que he vivido, cuaderno 8, La patria en tinieblas:

Pero antes de llegar a Chile hice otro descubrimiento que agregaría un nuevo estrato al desarrollo de mi poesía
Me detuve en el Perú y subí hasta las ruinas de Macchu Picchu. Ascendimos a caballo. Por entonces no había carretera. Desde lo alto vi las antiguas construcciones de piedra rodeadas por las altísimas cumbres de los Andes verdes. Desde la ciudadela carcomida y roída por el paso de los siglos se despeñaban torrentes. Masas de neblina blanca se levantaban desde el río Wilcamayo. Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra; ombligo de un mundo desabitado, orgulloso y eminente, al que de algún modo yo pertenecía. Sentí que mis propias manos habían trabajado allí en alguna etapa lejana, cavando surcos, alisando peñascos

Me sentí chileno, peruano, americano. Había encontrado en aquellas alturas difíciles, entre aquellas ruinas gloriosas y dispersas, una profesión de fe para la continuación de mi canto.

La estadía en México y la visita a aquel impresionante ombligo de piedra cambiaron la inicial concepción de su Canto General de Chile. Las raíces de su patria estaban insertas en Perú, en Colombia, Uruguay, México y en toda América. El hombre, sobre todas las cosas, estuvo en todos los rincones de su continente. Nacía entonces el Canto General, como visión poética de un país, pero también de un continente. Una historia, contada en quince cuadernos, desde antes de la peluca y de las casacas, desde los ríos arteriales y las inmensas cordilleras, desde las pampas planetarias aun sin nombre. Pero, como señalábamos, contada desde el hombre y hacia el hombre. El hombre descubridor y conquistador, el hombre originario de América, el hombre mapuche y sus cuatro siglos de lucha por su tierra, el hombre libertador y constructor, el hombre héroe y traidor, el creador y el anónimo obrero, para terminar con una biografía desde el yo narrador, Yo Soy, Cuaderno XV, que comienza en Temuco (La frontera, 1904) y termina en 1949 (Termino aquí).

Cabe señalar, como curiosidad, que en este señalado capítulo, en el poema X; La Guerra (1936), referido a España, encontramos un verso que nos llamó la atención: dice:

España, envuelta en sueño, despertando
como una cabellera con espigas,
te vi nacer, tal vez entre las breñas
y las tinieblas, labradoras,
levantarte entre las encinas y los montes
y recorrer el aire con las venas abiertas.

Podríamos aventurar que el último verso da nombre a otra obra fundamental para el conocimiento de América, me refiero, evidentemente, a Las Venas Abiertas de América Latina, del uruguayo Eduardo Galeano.

Si bien es cierto que el primer poema conocido del Canto general es la Oda al río Mapocho, publicado en la revista Aurora de Chile, N° 1 (agosto, 1938), coincidiendo con la publicación, en la misma revista, de su artículo César Vallejo ha muerto, no parece osado aventurar la intencionalidad intrínsica de Himno y regreso como el poema fundacional de su nuevo canto epopéyico. No es vana su ubicación en el libro, ocupa el primer lugar, después del preámbulo, en el cuaderno VII, denominado precisamente Canto general de Chile. Sin embargo, creemos que el poema, por su temática y contenido, también podría haber sido el último de los que integran el libro España en el corazón, como colofón a la narrativa de guerra.

Tampoco el Canto General está exento de la presencia de la Guerra Civil española. En el cuaderno 12, Los ríos del canto, encontramos un poema dedicado A Rafael Alberti (Puerto de Santa María, España) y otro dedicado A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España. Aunque, evidentemente, no es sólo esa la presencia de España en el libro. Permítanme cometer un desliz algo prosaico en relación a uno de los poema del Canto general, señalado ya por José Miguel Varas en su libro “Neruda clandestino”, en el que me otorga la vil autoría de explicar una imagen poética. Se trata del poema IV, inserto en el cuaderno X; El Fugitivo. En él, el poeta, narrando las visicitudes de su huida de la policía de González Videla, dice:

Una joven pareja abrió una puerta
que antes tampoco conocí.
Era ella
dorada como el mes de junio,
y él era un ingeniero de altos ojos.
Desde entonces con ellos pan y vino compartí,
poco a poco
llegué a su intimidad desconocida....

Ya en la despedida de la casa de la joven pareja, dice Neruda:

Y otra vez, en la noche, adiós, Irene,
adiós Andrés, adiós amigo nuevo,
adiós a los andamios, a la estrella,
adiós tal vez a la casa inconclusa
que frente a mi ventana parecía
poblarse de fantasmas lineales.
Adiós al punto ínfimo del monte
que recogía en mis ojos cada tarde,
adiós a la luz verde neón que abría
con su relámpago cada nueva noche.

Podemos señalar que ese joven ingeniero de altos ojos, que albergó en su casa a Neruda en su etapa clandestina, se llamaba y se llama Victor Pey Casado, ingeniero, combatiente republicano en la Guerra Civil española y pasajero del Winnipeg. También podemos situar el departamento de Pey. Está ubicado en el sexto piso del edificio de la calle Eulogia Sánchez esquina de Avenida Vicuña Mackenna, en la capital de Chile. Los nombres de Andrés e Irene, evidentemente son ficticios, pero los andamios correspondían al edificio en construcción (la casa inconclusa) en la misma avenida, frente al departamento de Víctor Pey. El punto ínfimo del monte que recogían sus ojos cada tarde era ni más ni menos que la cumbre del cerro San Cristóbal, visto desde la terraza del departamento y la luz verde neón que abría con su relámpago cada noche, no era otra luz que la que desprendían los anuncios luminosos de la Plaza Italia.

Comparto con Neruda y con todos los poetas el que la poesía no necesita explicación. Pero también entiendo la creación literaria como algo más que un ejercicio de estilo que deba ser estudiada sólo desde el punto de vista académico. Comparto la necesidad de muchos lectores, de entender el contexto en la poesía, la situación en la que fue escrita, para poder apreciar la grandeza literaria del autor. Y en esta prosaica explicación encontramos un ejemplo de la genialidad poética de Neruda, un ejemplo de cómo, con elementos tan simples, puede convertir la realidad en bellas imágenes y en mítica aventura.

La culminación de Canto General, de difícil y dolorosa concreción, completó en Neruda la metamorfosis iniciada en España. El poeta había adquirido renovadas fuerzas para congregar a nuevos hombres a su compromiso. Se convertía, enarbolando la bandera de su trabajo, en la voz de millones de seres humanos que veían en sus versos el reflejo de sus anhelos. Una vez consolidada su metamorfosis, el poeta comienza a ser parte de la historia de España, de Chile y de América. España en el corazón, primero, y el Canto General, su epopeya americana, después, convirtieron al poeta en la verdadera conciencia de América Latina, al tomar la justicia social como idea motriz de su obra poética.