Por Jerónimo Castillo
Caminar por el verbo poético, aún
tácitamente, es lo que a lo largo de estas páginas ha logrado Roselvira Soda,
nuestra poeta que construye el edificio de las palabras con el silencio que
importa un profundo sentimiento de amor, de imbricación intelecto-afectiva con
la poesía.
Y como no podía ser de otra manera,
pulso a pulso, verso a verso, nos va entregando ese maravilloso caudal de
sensibilidad que su alma atesora, que es la esencia misma de su fuerza creadora
traducida en cada frase, en cada golpe de emoción que su poesía encierra.
Ya desde el primer poema desafía el
destino en un ofrecimiento sublime, que dice de la búsqueda en que se encuentra
empeñada, dándole similitud humana al ideal que sigue intacto dentro de su ser,
pero no se queda allí, no se queda en la metafórica figura de la entrega, si no
que va más allá, va a la esencia misma de lo maravilloso, de lo inalcanzable,
que como horizonte siempre estará presente para animar su paso, por lo que no
cierra las páginas del libro, tan sólo las deposita en el estante del alma para
una mejor oportunidad.
El acompañamiento que importan mis
palabras no debe olvidar que al haberme honrado confiándome este espacio, debo
preanunciar un recorrido que el lector ha de hacer, y allí podrá encontrar
justificación el señalamiento que me permito.
Y es cierto que cada lector podrá
identificarse con uno u otro poema, según el estado vivencial en que se
encuentre al momento de la lectura, pero en el libro “DETRÁS DE LA LUZ”, Roselvira ha mantenido
una línea de pensamiento que hace de su libro, por ahora, y que impreso ya será
patrimonio universal, una constante creacional en la que con la propuesta
poética, hace participar al lector que debe integrarse a la dinámica del poema
mientras avanza en el conocimiento de su contenido.
Allí está el secreto. Se une a
nosotros, nos envuelve cálidamente con su palabra haciendo que ese juego
metafórico, esos enunciados, formen parte de un universo compartido, propio de
la nobleza de espíritu que caracteriza a Roselvira. No se guarda nada, se
entrega en cada frase, se integra con su pensamiento al sentimiento que logra
crear en la intimidad de cada destinatario de su palabra.
No es éste un análisis literario de
la obra de Roselvira ni corresponde, pero habiendo leído sus trabajos, no puedo
dejar de hacer conocer cuánto valor hay en ellos, cuánta ternura, cuánto cariño
y cuántas enseñanzas se desprenden de su energía poética.
Ya trate una u otra temática, todo
está impregnado de un equilibrio que invita a seguir con la lectura. Si habla
de la flor, si habla de su mascota preferida, si habla de su poeta admirado, de
las cosas y situaciones que a diario encuentra a su paso, consigue la elevación
del pensamiento a niveles suficientemente atrapantes para posibilitar que sus
lectores disfruten de su poesía, sientan la misma agradable sorpresa que sintió
ella cuando plasmó en esas líneas sus fuerzas interiores en forma de poema.
La solvencia de su mano creadora,
cargada de un tiempo acumulado de esperas, le permite encontrar el camino para
lograr ese impacto en un verso breve, con pocas cargas referenciales, pero
indudablemente exacto para llevarnos donde ella ansía para sitio de nuestras
expectativas lectoras. Allí nos sitúa y desde allí nos conmueve. Esto es lo que
ha ocurrido en “DETRÁS DE LA LUZ”.
La poeta que ha solidificado en su camino literario el oficio de manejar las
palabras, en el libro que tenemos a nuestra vista, ha trascendido este primer
instante, jugando con ellas para darles una vida especial, tanto así que me
atrevo a afirmar que le ha dado su propia vida, las ha hecho nacer de sí, para
que con toda justicia pueda decirse que este libro, como sus anteriores, es un
verdadero hijo de Roselvira Soda, del espíritu, sí, pero hijo con sus mismos
genes que fundamentan la carga de belleza que cada poema contiene.
Jerónimo Castillo