viernes, 10 de octubre de 2008

El fugitivo del Canto General

Es muy común escuchar la socorrida frase: ¡Sobre Neruda ya está todo dicho! Sin embargo siempre sale a la luz algún nuevo aspecto que ayuda a ordenar y a completar la biografía del Premio Nobel. Algunos de estos nuevos estudios y descubrimientos son de cierto interés y otros causan verdadero asombro. La investigación rigurosa de la vida y obra del poeta se justifica con agrado cuando se logra poner a los menos conocidos protagonistas de la historia en su verdadero lugar.

En la segunda mitad de la década del cuarenta sucedieron importantes hitos en la cronología nerudiana. Fue elegido Senador por las provincias de Tarapacá y Antofagasta; obtuvo el Premio Nacional de Literatura; se afilió al Partido Comunista; participó como Jefe de Propaganda en la candidatura de Gabriel González Videla a la presidencia de Chile y, luego del triunfo de su candidato, éste pone a su partido al margen de la Ley y pide su desafuero por traición a la Patria. Neruda, entonces, se convierte en prófugo, pero no en un prófugo cualquiera. La prensa difunde titulares e informaciones con la intensa búsqueda llevada a cabo por la policía. Durante algo más de un año el poeta se ocultó en diferentes casas y en diferentes ciudades. Sin embargo, la producción poética no fue descuidada. En este período de prófugo, el poeta logró el tiempo suficiente, aunque en precarias condiciones, para terminar el Canto General, obra que, para muchos, es su más importante obra. Como sabemos, Neruda finalmente logró salir del país cruzando la cordillera de Los Andes a lomo de caballo.

Sobre este hito nerudiano se han escrito cientos de páginas, se han narrado muchas historias y se ha dado el merecido reconocimiento a diversos protagonistas. Empero, creo que no todos los generales han recibido su medalla. Aún hay colaboradores anónimos que merecen ser descubiertos y presentados.

Como sabemos, el Senador Pablo Neruda, luego de ser desaforado y después de dictarse con tanta premura una orden de detención en su contra, salió de su casa de Los Guindos con destino al puesto fronterizo de Mendoza con la intención de cruzar a territorio argentino. Fue todo tan rápido, que ni siquiera los funcionarios fronterizos sabían que tenían que detener a Neruda. Aún así, no pudo cruzar la frontera por un pequeño detalle burocrático; el automóvil en que viajaban no tenía los papeles en regla para salir del país. Los frustrados viajero tuvieron que volver a Santiago y comenzar, apresuradamente, a buscar secretos asilos para el Senador.

Desde el comienzo de esta etapa, el fugitivo se comportó como un militante disciplinado. Tanto los lugares elegidos para ocultarse de la policía, como los traslados y los intentos para salir del país, fueron organizados por su partido y coordinados, en gran parte, por su amigo Alvaro Jara.

La primera casa-refugio fue la del ingeniero de origen español José Saitúa Pedemonte, ubicada en la Avenida Los Leones. Una noche tocaron a su puerta, Saitúa ignoraba quién podía ser. Ahí, sin una conversación previa, le encargaron la custodia de Neruda y la Hormigüita. La casa del matrimonio Saitúa -y sus habitantes- no era el lugar más apto para preservar la seguridad del poeta, lo que convertía este escondite en un lugar muy poco seguro. De esta peligrosa situación se dio cuenta rápidamente una persona que fue fundamental en toda la etapa de prófugo y en el cruce de la cordillera del poeta, el ingeniero Víctor Pey Casado, amigo de Saitúa y, aunque no militante del Partido Comunista de Chile, sí contaba con algunos amigos dentro de él. Era un sitio muy peligroso para mantenerlo, -recuerda Víctor Pey-, porque Saitía vivía con su mujer y sus dos hijos, niños chicos aún. A los niños no se les puede decir ¡No digas eso!, si se les dice así es mucho peor. Además, vivía ahí, puertas adentro, una empleada doméstica que era muy conflictiva. Yo inmediatamente me di cuenta de eso, era muy amigo de Saitúa y para él también era un pastel muy grande.

Pey había llegado a Chile en el vapor “Winnipeg”, de la mano de Neruda. Antes había combatido en la Guerra Civil española en la columna Durruti y luego, como ingeniero, colaboró junto a su hermano en la organización de las Industrias de Guerra Catalanas. Pese a su corta edad, los Pey llegaron a controlar más de 500 fábricas de material de guerra en toda Cataluña. Tras la derrota de la República, los hermanos y un grupo de colaboradores, sin otros medios que una brújula y sin más alimentos que unos terrones de azúcar, cruzaron los Pirineos caminando. Luego de unos kilómetros de recorrer una carretera francesa, la policía los detuvo y los internó en el campo de concentración de Le Bolou. De ahí a un nuevo campo, esta vez en Perpignan, desde donde Víctor Pey logró escapar y llegar a París.

Por su profesión de Ingeniero y por su condición de ex combatiente, Pey contaba con un rígido sentido de la disciplina. Por eso, cuando propuso a Ricardo Fonseca, Secretario General del Partido Comunista de Chile, hacerse cargo de la protección de Neruda, puso también unas rigurosas condiciones.

-Primero: -dijo, -yo lo voy a buscar a la casa de Saitúa, pero nadie debe saber el día ni la hora en que iré, ni siquiera el Partido. Segundo: Nadie debe saber mi domicilio ni mi teléfono. Ustedes me dan un número y yo desde un teléfono público les llamaré para darles información.

Así se dijo y así se hizo. Pey trasladó a Neruda y a la Hormigüita a su departamento en el sexto piso de la Avenida Vicuña Mackenna N°47, esquina de Eulogia Sánchez, tan sólo a tres calles de la Plaza Italia. Era un departamento, -recuerda Pey, -que tenía un living comedor grande y adherido a ese living, no un cuarto aparte, había un dormitorio separado con una cortina en el que había una cama, nada más. Una cocina muy pequeñita y un baño común y corriente. En el living comedor había un closet bastante amplio. O sea, yo les dejé mi departamento, yo tenía que ir a dormir a otra parte, estaba alojando con una amiga, pero nadie sabía dónde yo alojaba. Todo el mundo creía que yo vivía ahí, porque yo, todos los días, seguía acudiendo ahí. Además que yo les llevaba la comida, todos los días. De manera que para todo el mundo yo seguía viviendo ahí. Era condición que todo siguiera siendo muy normal. Y así fue.

En esa pequeña vivienda, Neruda y la Hormiga permanecieron algunas semanas, sin poder salir y sin recibir visitas, sólo con el pequeño consuelo de la vista al cerro San Cristóbal, a la Plaza Italia y al edificio en construcción que día a día se levantaba en la Avenida Vicuña Mackenna, frente al departamento de Víctor Pey. Para la comunicación y los encargos que hacían al exterior, sólo contaban con la voluntad del anfitrión. Todo funcionó perfecto, -recuerda Pey, -cada tres o cuatro días, desde cualquier parte, yo llamaba al Partido, al teléfono que me habían dado y simplemente les decía los recados de Neruda. Las cosas que él me pedía yo las hacía. Generalmente era el tipo de comida, era un sibarita, yo les llevaba la comida del Oriente, que estaba en la Plaza Italia.

En los versos del poema El Fugitivo, del Canto General, Neruda recuerda ese departamento y al ingeniero de altos ojos:

Una joven pareja abrió una puerta

que antes tampoco conocí.

Era ella

dorada como el mes de junio,

y él era un ingeniero de altos ojos.

Desde entonces con ellos pan y vino

compartí.

Ella, dorada como el mes de junio, es una bella licencia poética del autor. Lo cierto es que Víctor Pey, por esas fechas, ya estaba separado de su esposa. Sin embargo, la despedida de esa casa no es ninguna licencia.

adiós a los andamios, a la estrella,

adiós tal vez a la casa inconclusa

que frente a mi ventana parecía

poblarse de fantasmas lineales.

Adiós al punto ínfimo de monte

que recogía en mis ojos cada tarde,

adiós a la luz verde neón que abría

con su relámpago cada nueva noche.

Son imágenes reales, bellamente descritas en los versos del poeta; ahí está Pey, el ingeniero de altos ojos; ahí están los andamios, que pertenecían a la construcción del edificio situado frente al departamento; está el único punto del monte que se ve desde el departamento, el del Cerro San Cristóbal y la luz verde neón, que abría con su relámpago cada nueva noche, corresponden a los anuncios luminosos que ya por aquel entonces invadían la Plaza Italia.

Y otra vez, en la noche, adiós, dice el poema. Neruda marchó de ese departamento para ir a otros refugios y la historia es más o menos conocida. Lo que no es muy conocido es la participación de Víctor Pey en la conclusión de esta historia. Él estuvo siempre al corriente de la ubicación de Neruda. Al pasar los meses, y al ver que ya habían fracasado dos o tres intentos por sacarlo del país, otra vez tomó la iniciativa.

Por su trabajo de ingeniero, Pey conocía a Jorge Bellet y a Pepe Rodríguez, administrador y dueño de un fundo en el sur de Chile que limitaba con Argentina. Un buen día, Jorge Bellet viajó a Santiago y fue a pedir algunas informaciones técnicas a Víctor Pey; temas de tractores, regadíos y cosas propias de su trabajo de administrador. Luego de una larga conversación, Pey, que ya sospechaba que ese era el hombre adecuado, le planteó un dilema:

-Jorge, ¿cómo se puede pasar a Argentina?

Bellet le dio detalles de cómo se podía hacer. En vista de la amistad y de la buena acogida a su pregunta, Pey le planteó derechamente el tema:

-¿Sabes de qué se trata? Hay un amigo comunista que tiene que salir. -Pero, en ese momento, no le dijo de quién se trataba. Aún así, la respuesta de Bellet fue afirmativa. Entonces comenzaron a afinar detalles.

Una vez planificado el proyecto, Víctor Pey propone la solución a Galo González, el nuevo Secretario General del Partido Comunista. La propuesta fue aceptada y Pey se trasladó al sur para terminar de pulir los pormenores en terreno. Viajó con Jorge Bellet al fundo, recorrieron sus límites y ambos regresaron a Santiago con todo previsto.

Cruzando la cordillera, se titula el relato de Jorge Bellet, integrado al libro "Los Rostros de Neruda". Su historia, de todos conocida, comienza en Valdivia. Pero, como vemos, la planificación del cruce de la cordillera había comenzado mucho antes.

En Santiago, Víctor Pey se hizo cargo del automóvil que le proporcionó Manuel Solimano. Compró los repuestos para eventuales averías y acompañó a los viajeros hasta el pueblo de Graneros. A su vuelta, Pey también se hizo cargo de la protección de Delia del Carril, a quien alojó en la casa de su madre, doña Manuela Casado. Neruda llegó a San Martín de los Andes y la historia es conocida por todos. Está narrada por el propio poeta en sus memorias y también por Jorge Bellet en la obra ya citada.

Julio Gálvez Barraza