Es muy común escuchar la socorrida frase: ¡Sobre Neruda ya está todo dicho! Sin embargo siempre sale a la luz algún nuevo aspecto que ayuda a ordenar y a completar la biografía del Premio Nobel. Algunos de estos nuevos estudios y descubrimientos son de cierto interés y otros causan verdadero asombro. La investigación rigurosa de la vida y obra del poeta se justifica con agrado cuando se logra poner a los menos conocidos protagonistas de la historia en su verdadero lugar.
En la segunda mitad de la década del cuarenta sucedieron importantes hitos en la cronología nerudiana. Fue elegido Senador por las provincias de Tarapacá y Antofagasta; obtuvo el Premio Nacional de Literatura; se afilió al Partido Comunista; participó como Jefe de Propaganda en la candidatura de Gabriel González Videla a la presidencia de Chile y, luego del triunfo de su candidato, éste pone a su partido al margen de
Sobre este hito nerudiano se han escrito cientos de páginas, se han narrado muchas historias y se ha dado el merecido reconocimiento a diversos protagonistas. Empero, creo que no todos los generales han recibido su medalla. Aún hay colaboradores anónimos que merecen ser descubiertos y presentados.
Como sabemos, el Senador Pablo Neruda, luego de ser desaforado y después de dictarse con tanta premura una orden de detención en su contra, salió de su casa de Los Guindos con destino al puesto fronterizo de Mendoza con la intención de cruzar a territorio argentino. Fue todo tan rápido, que ni siquiera los funcionarios fronterizos sabían que tenían que detener a Neruda. Aún así, no pudo cruzar la frontera por un pequeño detalle burocrático; el automóvil en que viajaban no tenía los papeles en regla para salir del país. Los frustrados viajero tuvieron que volver a Santiago y comenzar, apresuradamente, a buscar secretos asilos para el Senador.
Desde el comienzo de esta etapa, el fugitivo se comportó como un militante disciplinado. Tanto los lugares elegidos para ocultarse de la policía, como los traslados y los intentos para salir del país, fueron organizados por su partido y coordinados, en gran parte, por su amigo Alvaro Jara.
La primera casa-refugio fue la del ingeniero de origen español José Saitúa Pedemonte, ubicada en
Pey había llegado a Chile en el vapor “Winnipeg”, de la mano de Neruda. Antes había combatido en
Por su profesión de Ingeniero y por su condición de ex combatiente, Pey contaba con un rígido sentido de la disciplina. Por eso, cuando propuso a Ricardo Fonseca, Secretario General del Partido Comunista de Chile, hacerse cargo de la protección de Neruda, puso también unas rigurosas condiciones.
-Primero: -dijo, -yo lo voy a buscar a la casa de Saitúa, pero nadie debe saber el día ni la hora en que iré, ni siquiera el Partido. Segundo: Nadie debe saber mi domicilio ni mi teléfono. Ustedes me dan un número y yo desde un teléfono público les llamaré para darles información.
Así se dijo y así se hizo. Pey trasladó a Neruda y a
En esa pequeña vivienda, Neruda y
En los versos del poema El Fugitivo, del Canto General, Neruda recuerda ese departamento y al ingeniero de altos ojos:
Una joven pareja abrió una puerta
que antes tampoco conocí.
Era ella
dorada como el mes de junio,
y él era un ingeniero de altos ojos.
Desde entonces con ellos pan y vino
compartí.
Ella, dorada como el mes de junio, es una bella licencia poética del autor. Lo cierto es que Víctor Pey, por esas fechas, ya estaba separado de su esposa. Sin embargo, la despedida de esa casa no es ninguna licencia.
adiós a los andamios, a la estrella,
adiós tal vez a la casa inconclusa
que frente a mi ventana parecía
poblarse de fantasmas lineales.
Adiós al punto ínfimo de monte
que recogía en mis ojos cada tarde,
adiós a la luz verde neón que abría
con su relámpago cada nueva noche.
Son imágenes reales, bellamente descritas en los versos del poeta; ahí está Pey, el ingeniero de altos ojos; ahí están los andamios, que pertenecían a la construcción del edificio situado frente al departamento; está el único punto del monte que se ve desde el departamento, el del Cerro San Cristóbal y la luz verde neón, que abría con su relámpago cada nueva noche, corresponden a los anuncios luminosos que ya por aquel entonces invadían
Y otra vez, en la noche, adiós, dice el poema. Neruda marchó de ese departamento para ir a otros refugios y la historia es más o menos conocida. Lo que no es muy conocido es la participación de Víctor Pey en la conclusión de esta historia. Él estuvo siempre al corriente de la ubicación de Neruda. Al pasar los meses, y al ver que ya habían fracasado dos o tres intentos por sacarlo del país, otra vez tomó la iniciativa.
Por su trabajo de ingeniero, Pey conocía a Jorge Bellet y a Pepe Rodríguez, administrador y dueño de un fundo en el sur de Chile que limitaba con Argentina. Un buen día, Jorge Bellet viajó a Santiago y fue a pedir algunas informaciones técnicas a Víctor Pey; temas de tractores, regadíos y cosas propias de su trabajo de administrador. Luego de una larga conversación, Pey, que ya sospechaba que ese era el hombre adecuado, le planteó un dilema:
-Jorge, ¿cómo se puede pasar a Argentina?
Bellet le dio detalles de cómo se podía hacer. En vista de la amistad y de la buena acogida a su pregunta, Pey le planteó derechamente el tema:
-¿Sabes de qué se trata? Hay un amigo comunista que tiene que salir. -Pero, en ese momento, no le dijo de quién se trataba. Aún así, la respuesta de Bellet fue afirmativa. Entonces comenzaron a afinar detalles.
Una vez planificado el proyecto, Víctor Pey propone la solución a Galo González, el nuevo Secretario General del Partido Comunista. La propuesta fue aceptada y Pey se trasladó al sur para terminar de pulir los pormenores en terreno. Viajó con Jorge Bellet al fundo, recorrieron sus límites y ambos regresaron a Santiago con todo previsto.
Cruzando la cordillera, se titula el relato de Jorge Bellet, integrado al libro "Los Rostros de Neruda". Su historia, de todos conocida, comienza en Valdivia. Pero, como vemos, la planificación del cruce de la cordillera había comenzado mucho antes.
En Santiago, Víctor Pey se hizo cargo del automóvil que le proporcionó Manuel Solimano. Compró los repuestos para eventuales averías y acompañó a los viajeros hasta el pueblo de Graneros. A su vuelta, Pey también se hizo cargo de la protección de Delia del Carril, a quien alojó en la casa de su madre, doña Manuela Casado. Neruda llegó a San Martín de los Andes y la historia es conocida por todos. Está narrada por el propio poeta en sus memorias y también por Jorge Bellet en la obra ya citada.
Julio Gálvez Barraza