lunes, 22 de diciembre de 2008

Neruda: España en el corazón


Poli Délano.
Tras el golpe militar de 1973, Julio Gálvez Barraza se exilió en España y residió en la localidad de Catelldefels, en los alrededores de Barcelona, hasta 1995. Allá se encontró con el hecho de que la figura de Pablo Neruda estaba muy presente en cierta época de la vida española, y decidió seguir las huellas de esa presencia. En su investigación encontró mucho material, se puso a ordenarlo y terminó convirtiéndose en escritor. Con su ensayo biográfico Neruda, Testigo Ardiente de una Epoca obtuvo el primer premio en un concurso convocado por la Fundación Pablo Neruda. Más adelante, después de ahondar sus estudios en un segundo viaje a la península, escribió Neruda y España, que acaba de publicar RIL editores.

De la cantidad de países que abarca la vasta obra poética nerudiana, España es (después de Chile, por razones obvias), el que con más fuerza concita su atención y su amor. El vate llegó a Barcelona en 1934, con treinta años cumplidos y designado cónsul. Al poco tiempo fue trasladado a Madrid, el centro más bullente y vital del país, donde estallaba por los aires el talento de una generación que daría mucho qué hablar: García Lorca, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Miguel Hernández. Entre todos ellos, Neruda se sumerge, así como se sumerge también en la relectura de los clásicos españoles: Quevedo, Garcilaso, el Conde de Villamediana. Un mundo de poesía, tertulias, alegría, optimismo que llegaba por las noches a tocar la puerta de su departamento de Argüelles en el edificio llamado Casa de las Flores; un mundo que se rompe violentamente en 1936 con el estallido de la guerra civil. García Lorca es fusilado en Granada, Miguel Hernández se incorpora al Quinto Regimiento, y muchos de los amigos de la bohemia se marchan al frente.

El impacto de estos hechos sobre Neruda fue tan poderoso, que a partir de entonces va a cambiar notablemente el sentido de su poesía. Escribe por esos días el Canto a las Madres de los Milicianos Muertos, al que define como su "primer poema proletario". Y siguen luego los demás poemas que integran España en el Corazón, obra en la que se conjugan la rabia, la reacción agresiva, el grito condenatorio, acaso la obra "más cargada de ira denostadora en toda la poesía hispánica", según la crítica Concha Zardoya. Uno de esos textos, Explico Algunas Cosas, da cuenta de este cambio. "Preguntaréis y dónde están las lilas y la metafísica cubierta de amapolas", les dice a sus lectores. Y al final entrega la respuesta: "Venid a ver la sangre por las calles". A partir de este libro de versos claros y sencillos, Neruda incorpora en la larga lista de temas que conforman el centro de interés de su poesía -amor, naturaleza, geografía, etc.- la temática social. Su visión del mundo ha cambiado: "a mi patria llegué con otros ojos/ que la guerra me puso/ debajo de los míos".

Con estos hechos va hilvanando Julio Gálvez Barraza la historia que nos entrega en su reciente libro, necesaria para entender en profundidad el tramo de la historia que más marcó el alma y la obra de nuestro poeta.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Peripecia y evolución de un Poeta


Erudito en los grandes hechos y en las minucias de la vida y la poesía de Neruda, preciso en fechas y sucesos, diestro y riguroso en el manejo de las fuentes, Julio Gálvez Barraza demuestra además, en su voluminoso trabajo Neruda y España, que es un narrador ameno. La lectura de su libro es ágil y placentera, sobre todo por la equilibrada combinación entre el dato o la apreciación de carácter académico y el relato de las peripecias vitales de un poeta que está "más cerca de la sangre que de la tinta" (palabras de García Lorca) y cuya evolución ideológica desde una postura de espectador pasivo y ensimismado a la más activa y comprometida militancia, está cargada de elementos emocionales y se produce, sobre todo, como reflejo de una experiencia vital.
Aunque este tema ha sido abordado por numerosos autores, Gálvez descubre y cuenta no pocas cosas nuevas sobre la relación entre el poeta y España; acerca del tiempo histórico que le tocó vivir y, en lo personal, sobre la trascendencia de su contacto, a temprana edad (¡30 años!), con artistas e intelectuales bullentes de inquietudes y de capacidad creativa, en un país infinitamente más complejo y desarrollado que el "Chilito" provinciano de los años 30.
Si este libro tiene un protagonista, fuera de Neruda, por supuesto, éste es Federico García Lorca. El autor va rastreando, a lo largo de múltiples sucesos, la relación entre los dos poetas y, sin subrayarlo de manera deliberada, va dejando de manifiesto que el Neruda que conocemos, el del Canto General, como el de Estravagario, el de Alturas de Machu Pichu como el de las Odas, no habría existido como creador sin la influencia fecundante del granadino. García Lorca formula verbalmente algo que está presente en Neruda como una intuición no bien definida: el carácter americano de su poesía. Su pertenencia a un mundo en gestación, donde la influencia española se mezcla con una realidad natural, racial y cultural densa, misteriosa y potente, que en aquel entonces esperaba en silencio a los artistas capaces de expresar sus esencias en un lenguaje universal como el castellano.

García Lorca, ajeno a militancias políticas, influye también en el complejo proceso de definiciones que vive Neruda. No a través de ninguna prédica –nada más ajeno a su temperamento- sino por su vinculación natural el gran movimiento de renovación representado en España por el Frente Popular y por su concepción de una poesía, un teatro, todas las artes en suma, que surgen de una raíz popular y se dirigen al pueblo, sin empobrecerse, empero, desde el punto de vista de la gran tradición artística secular.
En fin, García Lorca resulta un maestro de vida para Neruda por su inagotable capacidad de inventar situaciones teatrales, juguetes cómicos, jornadas de lecturas poéticas y astracanadas de irresistible comicidad, en especial junto al músico adorable y excéntrico Acario Cotapos. El poeta chileno melancólico y solitario convaleciente de su periplo asiático redescubre el calor de la solidaridad humana, de la amistad de "varón varonil" y de las causas compartidas.
Por cierto, García Lorca sufre también el influjo de la poesía de Neruda. En cierta ocasión el chileno lee uno de sus poemas con la monotonía envolvente que conocemos. Federico, nervioso, le pide: -No sigas, que me influencias. Las últimas obras de García Lorca, en especial Poeta en Nueva York evidencian el peso de la poesía nerudiana. Nuestro autor recrea sencillamente, como sin proponérselo, el clima intelectual y político de España en vísperas de la guerra civil y luego en su transcurso. La efervescencia, el goce de vivir, la apertura, la búsqueda de la innovación artística y de nuevas formas sociales, abiertas a la participación popular, las polémicas sobre poesía pura y poesía impura, entre la tradición, encarnada sobre todo en Juan Ramón Jiménez, y la vanguardia, de la que Neruda resulta, sin buscarlo, el portaestandarte; el tiempo de El caballo verde para la poesía y de las asambleas en que las reivindicaciones políticas se expresan en un lenguaje nuevo, distante de la langue de bois o, diríamos en Chile, de cartón piedra, propia de los partidos que traen nuevos dogmas.

En ese mundo, se agitan numerosos personajes. Julio Gálvez menciona, necesariamente, a muchos, algunos desfilan de manera fugaz por la legendaria Casa de las Flores del barrio de Argüelles, otros aparecen una y otra vez y se fijan con fuerte relieve en nuestro recuerdo: Rafael Alberti, Miguel Hernández, Antonio Machado. También emana o se filtra de estas páginas un retrato entrañable de la Hormiga, Delia del Carril. Hay otros más.
La historia del Winnipeg que fue, según nuestras noticias, el núcleo inicial de este libro, resulta conmovedora sin necesidad de que el autor prodigue frases emotivas. Ella se va desarrollando a través de múltiples testimonios y deja de manifiesto lo que tuvo aquel proyecto de "insensato" y de grandioso, hasta inverosímil en aquel momento de la vísperas de la II Guerra Mundial. Revela a través de numerosos y desconocidos episodios de cómo la tenacidad, la inteligencia y la capacidad de organización de Neruda lograron prevalecer contra la hostilidad y las intrigas de adentro y de afuera.
De este libro Neruda y España emerge con nitidez la formación de poeta militante, la profundidad de su "compromiso", palabra que no le gustaba a Neruda, mejor será decir identificación, con el pueblo chileno, del que proviene, y con todos los pueblos, desde las filas del movimiento comunista internacional, que encarnó a lo largo del siglo XX la esperanza de la materialización de ideales humanos milenarios. Otra cosa es el derrumbe de esa esperanza, por causas complejas, que sería muy largo exponer y que desbordan el tema de estas notas.
No hace mucho, entrevistado por el diario La Segunda, el senador Gabriel Valdés Subercaseaux, una de las vacas sagradas de nuestro país, con prestigio de "culto", afirmó que la relación de Neruda con el Partido Comunista fue un matrimonio de conveniencia, en el que el poeta se apoyó en el partido para ganar posiciones y el partido utilizó al poeta para sus propios fines. Valdés no entiende nada del asunto, no es capaz de concebir esa identificación profunda de Neruda con las causas populares y con el ideal de una sociedad sin clases, que lo lleva a convertirse en soldado del Partido que a sus ojos mejor representa, en su práctica política cotidiana, ese ideal. En esto no hay cálculo de conveniencias recíprocas, aunque es innegable que la fuerza del movimiento comunista contribuyó decisivamente a trasformar a Neruda en poeta universal, como también es innegable que la irradiación personal de Neruda desde su poesía y desde su acción práctica dio un aporte trascendente al crecimiento de la influencia de los partidos comunistas en Chile y en otros países de América Latina y de otros continentes.
A lo largo de la obra de Julio Gálvez Barraza encontramos numerosas referencias a manifiestos, asambleas y declaraciones colectivas de escritores e intelectuales en torno a los grandes asuntos de la época. Hoy pueden parecer ingenuos aquellos documentos cargados de pensamiento y emoción. Alguien podría preguntarse: ¿de qué sirvieron? No es fácil responder, pero es evidente que existió, en buena parte del siglo XX, que ya nos va pareciendo tan lejano, una especie de foro mundial de la inteligencia, formado por grandes figuras del arte, la ciencia y el pensamiento del mundo entero, que montaba guardia como un tribunal ético, ese "sol de la conciencia moral", como dice Cintio Vitier, frente a los errores y horrores contemporáneos. Hoy existen voces aisladas, que advierten, amonestan, denuncian, pero frente a la dictadura unilateral de los medios, cuya diversidad es más aparente que real, echamos de menos aquella voz colectiva.
El libro de Julio Gálvez tiene, pues, un valor excepcional, no sólo por los hechos que relata y por la época que pinta, sino porque suscita una rica y múltiple reflexión sobre los asuntos de nuestro tiempo.

José Miguel Varas. 4 de diciembre de 2003.