Juvencio, nadie sabe como tú y
yo el secreto
del bosque de Boroa: nadie
conoce ciertos senderos de tierra
enrojecida
sobre los que despierta la luz
del avellano.
Cuando la gente no nos oye no
sabe
que escuchamos llover sobre
árboles y techos
de cinc, y que aún amamos a la
telegrafista,
aquella, aquella muchacha que
como nosotros
conoce el grito hundido de las
locomotoras
de invierno, en las comarcas.
Sólo tú, silencioso,
entraste en el aroma que la
lluvia derriba,
incitaste el aumento dorado de la
flora,
recogiste el jazmín antes de que
naciera.
El barro triste, frente a los
almacenes,
el barro triturado por las graves
carretas
como la negra arcilla de ciertos
sufrimientos,
está, quién como tú lo sabe?,
derramado
detrás de la profunda primavera.
También
tenemos en secreto otros tesoros:
hojas que como lenguas escarlata
cubren la tierra, y piedras
suavizadas
por la corriente,piedras de los
ríos.