Entrañable reseña del académico José Manuel Camacho a mi libro.
Gálvez Barraza, Julio: Winnipeg. Testimonios de un exilio, Sevilla, Editorial Renacimiento, 2014, 419 pp. José Manuel Camacho Delgado, Universidad de Sevilla. Anuario de Estudios Americanos, Vol. 72, Nº 2, julio-diciembre, 2015, (HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS) ISSN: 0210-5810. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS. pp. 773-778
http://estudiosamericanos.revistas.csic.es/index.php/estudiosamericanos/article/view/666/669
Gálvez Barraza, Julio: Winnipeg. Testimonios de un exilio, Sevilla, Editorial Renacimiento, 2014, 419 pp. José Manuel Camacho Delgado, Universidad de Sevilla. Anuario de Estudios Americanos, Vol. 72, Nº 2, julio-diciembre, 2015, (HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS) ISSN: 0210-5810. RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS. pp. 773-778
http://estudiosamericanos.revistas.csic.es/index.php/estudiosamericanos/article/view/666/669
Más
de dos mil refugiados, casi todos españoles, llegaron a las costas
de Valparaíso en el amanecer del 3 de septiembre de 1939, a bordo
del buque carguero Winnipeg, al mismo tiempo que estallaba en Europa
la II Guerra Mundial. Se trataba de un barco fletado por el gobierno
de la República en el exilio, en una tentativa tan imposible como
titánica de salvar del horror franquista al mayor número posible de
españoles que quedaron a merced de las purgas del nuevo régimen
político o atrapados en los campos de concentración del sur de
Francia, a pesar de que muchos exiliados creyeron encontrar la
libertad al cruzar los Pirineos. El Winnipeg fue recibido en el
puerto chileno con los más altos honores ordenados por el gobierno
del presidente Pedro Aguirre Cerda, quien unos meses antes había
ganado las elecciones liderando el Frente Popular chileno. La
travesía del Winnipeg desde las costas francesas hasta el puerto de
Valparaíso está considerada como una de las grandes epopeyas del
siglo XX, tal y como ha rastreado, de manera ejemplar, el periodista
y escritor Julio Gálvez Barraza en este revelador libro.
A
J. Gálvez ya lo conocíamos por libros importantes como Neruda y
España (2003) o El aporte del exilio (2003). Para esta obra magna,
importantísima en la bibliografía sobre la memoria histórica, ha
recogido multitud de testimonios de los supervivientes o familiares
directos de aquellos viajeros, que consiguieron llegar a Chile
gracias a los esfuerzos del gobierno en el exilio de la República,
pero también gracias a la labor ímproba realizada entonces por el
cónsul especial para la inmigración española en Francia: el poeta
Pablo Neruda. Con verdadera minuciosidad y rigor histórico,
cuestionando mitos e informaciones interesadas, Gálvez rastrea la
aventura marítima llevada a cabo setenta años atrás, sumergiéndose
en los archivos, cartas, memorias, testamentos y otros documentos
personales de los protagonistas, para esclarecer la singladura de un
viaje que tuvo una dimensión política, humana y también, cómo no,
poética. A través de siete capítulos y un apéndice en el que
recoge el testimonio por extenso de dos de sus participantes, el
autor recrea paso a paso todos los factores que intervinieron en el
éxito de la expedición: el proceso de recaudación del dinero para
fletar el barco, con las aportaciones importantísimas de
asociaciones particulares de países como Argentina, Colombia,
Uruguay y, especialmente, Suecia; la preparación del barco que
dejaba de ser carguero para ser buque de pasajeros; la selección de
los elegidos entre los republicanos confinados en los campos de
concentración franceses —especialmente el de Argelès sur Mer—;
la travesía del océano; el miedo de los pasajeros a caer en otra
dictadura; el estallido de la Segunda Guerra Mundial; las penalidades
del propio viaje; el perfil social y laboral de la mayor parte de los
viajeros; las difíciles condiciones de adaptación al país de
acogida; el éxito o el fracaso profesional de cuantos permanecieron
en Chile; las tensiones políticas con los grupos profranquistas; las
campañas de hostigamiento de los grupos más ultraderechistas; o el
difícil retorno en los albores de la democracia o a lo largo de la
matusalénica dictadura.
La
obra, escrita con una gran sensibilidad literaria, está concebida
con todo tipo de estrategias literarias, donde la narración del
propio Gálvez va dando entrada a testimonios de ahora y de entonces,
noticias sacadas de los periódicos, fragmentos de memorias, textos
literarios que recrean la epopeya política del Winnipeg o la
resolución (casi policial) de episodios que forman parte del
imaginario popular a los que el escritor da una solución
incontestable. La historia del Winnipeg comienza por el final, es
decir, por la llegada del barco a Valparaíso, en medio del júbilo y
los gritos a favor de la República de la multitud que abarrota el
puerto. Sin embargo, no todo fueron vítores y banderas al viento.
Desde que se supo que un barco de refugiados españoles estaba
preparando su viaje a territorio chileno, las fuerzas sociales más
conservadoras, en perfecta orquestación con los periódicos
ultraderechistas El Mercurio y El Diario Ilustrado, articularon una
campaña de hostigamiento hacia los exiliados, esgrimiendo todo tipo
de falacias históricas y personales para crear un clima de miedo en
torno a los recién llegados. Como noveló, a partir de los textos
periodísticos de la época, el escritor Juan Uribe Echeverría en su
obra Sábadomingo (1973): «llegaban una partida de desalmados
ladrones, asesinos de monjas, de curas y de hombres de bien;
incendiarios, profanadores de tumbas. Verdaderos chacales» (pp.
26-27). El argumentario tendencioso, apoyado por grupos de
filofranquistas vascos y asturianos, acabó generando más de una
trifulca y a punto estuvo de provocar una verdadera batalla campal en
pleno puerto marítimo.
Tal
y como ha investigado Gálvez, desde que en Chile se supo que Pablo
Neruda estaba organizando el viaje del Winnipeg con el apoyo del
presidente chileno, los sectores más conservadores del país se
movilizaron en todos los frentes imaginables para que solo viajaran
trabajadores y gente corriente, nunca intelectuales o artistas que
pudieran ejercer una nefasta influencia en la sociedad chilena,
inoculando el resentimiento con sus ideales revolucionarios y
«prosoviéticos». La prensa conservadora se regodeaba en el
aislamiento de la España republicana, maltratada por Francia e
Inglaterra, ignorada por la Unión Soviética e incomprendida por los
Estados Unidos. Es cierto que una buena parte de esos dos mil y pico
viajeros contaba con una profesión tradicional, manual o artesanal,
campesina o urbana, que podía ser aprovechada en la sociedad
chilena, sin embargo, también viajaron intelectuales de toda
condición, gracias a la intervención y la complicidad del cónsul
especial, Pablo Neruda. Eso permitió que viajaran personalidades
como Jaime Valle-Inclán (hijo del creador del esperpento), José y
Joaquín Machado (hermanos pequeños de Antonio y Manuel), José
Gómez de la Serna (hermano del artífice de las greguerías),
numerosos periodistas españoles y corresponsales en España,
escritores como Arturo Serrano Plaja o tipógrafos de la talla de
Mauricio Amster.
J.
Gálvez, con una enorme pericia investigadora, llega a cifrar en
1.108 (p. 115) los profesionales que viajaron en el Winnipeg, entre
los que encontramos trabajadores de la industria pesquera, de la
agricultura y ganadería, de la industria textil, de la construcción,
del cuero y sus derivados, los metalúrgicos, de la industria
gastronómica, de la minería, la ingeniería y otras profesiones.
Gálvez ajusta la estadística hasta llegar a un total de 2.004
pasajeros —1.297 varones, 397 mujeres y 310 niños de ambos sexos—,
lo que supone unos números tan incompletos como necesarios para
sortear las trabas políticas y burocráticas que fueron surgiendo
por el camino. A la mayoría se les dio un folleto informativo donde
se explicaban nociones básicas de Chile, su geografía, riqueza,
condiciones climatológicas, historia, etc. Esta diversidad de
oficios y profesiones facilitó la integración de los exiliados
españoles en su nueva vida, aportando técnicas avanzadas y un grado
notable de especialización y profesionalización que fue muy
valorado por la sociedad chilena.
Por
razones obvias, Gálvez concede un papel central a la figura de Pablo
Neruda, quien desde su participación en el II Congreso de
Intelectuales Antifascistas (1937) y el contacto directo con la
guerra civil española, había asumido en su vida y en su obra un
renovado espíritu combativo, con un claro compromiso político hacia
los más débiles y los «caídos» en la contienda fratricida. Tras
el triunfo del Frente Popular chileno, Neruda fue designado como
cónsul especial por el propio presidente Aguirre, misión que
estaría jalonada de obstáculos por parte de la diplomacia chilena
—que lo veía como un intruso— y de los infiltrados franquistas
—que lo consideraban un elemento subversivo—, sin olvidar las
autoridades francesas, que parecían haber olvidado sus compromisos
con los grandes principios de la Revolución de 1789. Neruda se lanzó
a la labor titánica de recaudar fondos de todos los países amigos,
al tiempo que sobre el terreno llevaba a cabo la selección de los
españoles que podían viajar en el carguero Jacques Cartier,
reconvertido en el buque de pasajeros Winnipeg. La preparación del
viaje y la travesía del océano se cuentan en los capítulos 3 y 4
del libro. Ahí están desmenuzados los mecanismos que hicieron
posible la selección de los pasajeros, la labor extraordinaria
desarrollada por Delia del Carril (conocida como la «Hormiguita» y
esposa entonces de Neruda) en todo lo relacionado con el acomodo y la
intendencia de los niños pequeños en el barco. Neruda se encargó,
entre otras cosas, de confeccionar los pasaportes para la entrada
legal en Chile, donde el poeta despliega no solo una buena dosis de
talento manual, sino también toda su sensibilidad como testigo
privilegiado de una época trágica.
El
Winnipeg zarpó de las costas francesas el 4 de agosto de 1939,
gracias, entre otros apoyos, a las gestiones de Rafael Alberti y su
mujer, María Teresa León. El barco llevaba también un buen número
de refugiados latinoamericanos y brigadistas internacionales
chilenos, rescatados por Neruda de la España bélica. El periplo
marítimo del Winnipeg duró un mes completo y durante esos días
interminables de navegación el buque se convirtió en un microcosmos
flotante, radiografiado minuto a minuto por Gálvez. Asistimos al
encuentro con los primeros barcos españoles en medio de la espesa
niebla, barcos franquistas o atemorizados que no saludan en alta mar.
Vemos cómo se organiza la vida sobre la cubierta, los encontronazos
políticos entre comunistas, socialistas y anarquistas que se culpan
de la derrota bélica, la creciente mejora en todos los engranajes
que tienen que ver con la vida cotidiana en el barco: los horarios de
comida, el reparto de camas, de letrinas, la creación de un servicio
especial de biberones para los más pequeños, la música como
entretenimiento para todos, los periódicos murales que dan buena
cuenta de la ponzoñosa actualidad internacional, los mimos y payasos
que distraen a los más jóvenes, los botes salvavidas convertidos en
niditos de amor para las urgencias del corazón, las clases de
historia chilena para preparar la llegada de los exiliados, los
nacimientos y muertes a bordo, las dudas del capitán del navío y su
intención de regresar a territorio francés, el abatimiento
psicológico que se expande entre la tripulación ante la noticia del
pacto de no agresión entre Hitler y Stalin o la tremenda humillación
que viven los refugiados cuando no pueden atracar en varios puertos
del Caribe por ser considerado un «barco de apestados».
Julio
Gálvez nos ofrece una investigación tan imprescindible como
brillante, una obra monumental en todos los sentidos, que es también
un ajuste de cuentas con la amnesia que se ha instalado en la
sociedad española, que parece haber olvidado aquella sentencia
tremenda escrita por Juan Ramón Jiménez desde su exilio
puertorriqueño: «España sale de España». Winnipeg. Testimonios
de un exilio es ya un libro fundamental en los repertorios
bibliográficos que tratan de aliviar el doloroso vacío con que la
historia oficial ha tratado de maquillar los desgarramientos humanos
de la guerra y la postguerra civil. Es, además, un título clave en
esa formidable Biblioteca del Exilio que desde hace años publica la
Editorial Renacimiento con el empeño y la sabiduría siempre afilada
de su editor, el poeta Abelardo Linares.—JOSÉ MANUEL CAMACHO
DELGADO, Universidad
de
Sevilla.