lunes, 29 de julio de 2019
miércoles, 10 de julio de 2019
¿De qué murió César Vallejo?
Dr. ENRIQUE ROBERTSON.
Médico en Bielefeld, Alemania.
Médico en Bielefeld, Alemania.
1
En la Revista Nerudiana 6 (diciembre 2008) se
conmemoró el 70° aniversario de la muerte de César Vallejo. El gran poeta
peruano murió durante la mañana del viernes 15 de abril de 1938 en la Clínica del Boulevard
Arago de París, donde había ingresado muy enfermo tres semanas antes, sin que
el equipo de cinco médicos encabezados por el afamado Dr. Lemière hubiese
podido establecer el diagnóstico del misterioso mal que lo mató lentamente. Los
resultados de las pruebas de sangre y otros análisis clínicos y radiográficos
resultaron inútiles para aclarar la causa de su enfermedad. Según Georgette
Vallejo, esposa del poeta, el Dr. Lemière le dijo: «veo que este hombre se
muere, pero no sé de qué». A falta de un diagnóstico médico, para explicar la
causa de su prematura muerte abundaron otros diagnósticos establecidos por
amigos, poetas, escritores, músicos e historiadores. Unos dijeron saber que
había muerto de tuberculosis, otros que de sífilis secundaria, o fiebre
amarilla, o malaria o paludismo, diagnósticos que la Clínica Arago había descartado
en los 23 días que estuvo hospitalizado allí. Entonces y después, se aseguró
repetidamente: murió en cumplimiento de su célebre profecía «Me moriré en París
con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo» (del soneto “Piedra negra
sobre una piedra blanca”).
Neruda dijo: Vallejo murió de hambre y
asfixia: murió del aire sucio de París, del río sucio de donde han sacado
tantos muertos. Juan Larrea inculpó a Neruda de haber contribuido
indirectamente a que Vallejo muriese de sus muchas hambres, por no haberlo
ayudado a conseguir cierto trabajo remunerado que le habría permitido ganar
dinero para comer. Según Georgette: el señor Larrea está mal informado, casi no
hay informe de él que no contenga alguna inexactitud leve o grave. Otros
dijeron: la muerte de Vallejo es un paradigma, una página heroica, una epopeya
como la más grande de los fastos universales, murió por consunción y
agotamiento, en batalla contra el mal y la muerte, en defensa de la dignidad,
el bien y la nobleza. Vallejo murió de España. Hace veinte años, el alemán Hans
Magnus Erzensberger dictaminó: las enfermedades de que sufrió Vallejo eran
desconocidas en la medicina. Una se llamó España, y la otra, una enfermedad muy
vieja y muy venerable: el Hambre. Antes y ahora, la mayoría coincide en
asegurar que Vallejo murió de hambre.
Hay mucho de verdad en ello, estaba
crónicamente desnutrido. A más tardar desde 1923 la pobreza lo había obligado a
acostumbrarse a comer muy poco: «en París tendremos que vivir de piedrecitas»,
dijo a un amigo. En octubre de 1923, desde la Sala Boyer del Hospital
de la Charité ,
le escribe a otro amigo: acabo de ser operado de una hemorragia intestinal.
Después de esa operación, alimentarse le fue difícil no sólo por falta de
dinero. Privado de buena parte de su estómago, ya no pudo comer y beber -carne
y vino, es un decir- sin sufrir las consecuencias. Lo que el resto de su
estómago toleraba era probablemente la dieta ovolacto-farinácea. Pero nunca se
supo que bebiese leche, era más cara que el vino. También los huevos.
Se alimentaba de patatas, de papas
-originarias del Perú, como él-, según está indesmentiblemente documentado por
Arturo Serrano Plaja. Recordando la llegada a París (1935) de la delegación
española al I Congreso Internacional de Escritores Antifascistas -grupo
procedente de Madrid, al que se sumaron Neruda y González Muñón-, Serrano Plaja
escribe: «para prolongar la estancia en París cuanto fuese posible, con el no
mucho dinero que teníamos (la mayor parte lo ponía Neruda), decidimos hacer un
plan de austeridad o algo por el estilo. Y como en París encontramos a Vallejo
(alimentado de casi exclusivamente patatas cocidas mañana y noche, como cuando
le conocí en España) el plan parecía sobrevenir del modo más natural.»
Algo menos de tres años después moría
César Vallejo, de un modo que evidentemente no parecía natural. ¿De qué mueren
los poetas? La ventaja es que mueren para seguir viviendo, como Vallejo. La
señora Oyarzún -esposa del chileno Cuto Oyarzún, que en la víspera de su muerte
pasó toda la noche velando junto a su cabecera- cuenta que a las cinco de la
mañana del 15 de abril César Vallejo llamó a su madre y poco antes de expirar,
ya en presencia de su esposa y varios amigos, pronunció estas palabras:
«España. Me voy a España.» Murió poco después de haber escrito su testamento:
el poema dedicado a exaltar la lucha del pueblo español en el trance de la
guerra civil, que tituló como una oración al vislumbrar su martirio y final
inmolación.
«Murió -escribió Juan Larrea, esta vez
con exactitud- sin aspaviento alguno, dignamente, con la misma dignidad con que
había vivido». El músico peruano Gonzalo More, que estaba en el grupo de amigos
del poeta junto a su lecho de muerte, escribió: La expresión de su rostro
muerto era verdaderamente maravillosa. No te imaginas qué belleza interior y
qué luz sobrehumana en la frente del cholo. Su gesto de dolor desapareció para
dar vida a una expresión de serenidad y bondad infinitas.
2
Pero ¿de qué murió? ¿Quizá envenenado?
Me lo pregunté porque, hace poco tiempo, la extraña enfermedad de César Vallejo
despertó también el interés y la imaginación de Roberto Bolaño. En su novela
Monsieur Pain (Anagrama, 1999) el escritor fabuló sobre la muerte del poeta
peruano en un ambiente en el que aparecen formas marginales de la ciencia y
supuestas conspiraciones fascistas para asesinarle. Bolaño explicó que tuvo
noticia de Pierre Pain por las memorias de Georgette Philipart, viuda de
Vallejo, quien contaría en ellas que pidió los servicios de Monsieur Pain,
curandero que trataba enfermos aplicando fenómenos mesméricos (doctrina del
magnetismo animal del médico alemán Mesmer), para que curase de un nefasto
ataque de hipo que hacía sufrir mucho a su moribundo esposo. Bolaño me contagió
su interés.
Considerando aspectos anamnésticos y
otros, en cuanto médico -y en cuanto aficionado a investigar misterios
literarios- me atrevo a sostener un diagnóstico que hasta ahora nadie ha
emitido: César Vallejo falleció a consecuencias de una intoxicación crónica por
solanina, agudizada en sus últimas cuatro semanas de vida. El Dr. Lemière habría
debido considerar esa posibilidad. Que se sepa, no lo hizo, no obstante una
publicación científica de su país, fechada veinte años antes -publicación que
todavía hoy se cita-, había tratado detalladamente la causa de muerte de unos
soldados franceses que saciaron sus muchas hambres -de semanas, que no de años-
con patatas enverdecidas y con brotes. Consumidas, además, sin pelar y mal
cocidas; es decir, muy tóxicas por su alto contenido de solanina. Los brotes de
la patata enverdecida (porque conservada en ambiente húmedo y expuesta a la
luz) son muy venenosos. En tal condición, una sola patata puede contener una
dosis peligrosa de solanina.
Hay suficiente información en Internet
acerca de este veneno, cuya ingestión no mata hoy a muchos adultos porque las variedades
comerciales de patata están controladas. Sí a niños, por lo que sigue
mereciendo especial mención en el capítulo de las intoxicaciones alimentarias.
Simula una infección -que el laboratorio no aclara- con fiebre, progresivo mal
estado general, síntomas gastrointestinales, neurológicos y psiquiátricos,
etcétera. Causa la muerte -no siempre, afortunadamente- sin que se sepa por
qué: no es habitual pensar en la papa como causante.
Pocos acumularon nunca tantos
factores para devenir víctima de una intoxicación letal con solanina como César
Vallejo, «alimentado de casi exclusivamente patatas cocidas mañana y noche».
Seguramente estaba acostumbrado a soportar bien el veneno, pero la acumulación
de éste en su organismo debió -en el transcurso de muchos años- haber llegado a
niveles críticos. No pocas veces se sintió al borde de la muerte. Al sentirse
muy enfermo, siguió alimentándose de lo que a él y su mujer les parecía que era
lo único que podía tolerar. Los jugos gástricos se encargan de neutralizar parcialmente
la toxina. A él, le habían extirpado parte del estómago; y seguramente
neutralizaba los que producía con bicarbonato de sodio. Además, en su pobreza,
las patatas que compraba en 1938 en París eran seguramente las más baratas que
podía conseguir. Enverdecidas.Y éstas había que aprovecharlas al máximo,
pelarlas poco o nada; cocerlas, bien cocidas, significaba un gasto adicional.
sábado, 18 de mayo de 2019
La alianza de intelectuales y el compromiso del escritor
Es reconfortante participar
en un encuentro de escritores y personas ligadas al mundo de la cultura, en
donde no sólo se intercambian opiniones y se muestran las nuevas creaciones.
Soy de los que creen firmemente que la labor del intelectual no es sólo la de
sentarse frente a la temida hoja en blanco. Pienso que el escritor, más que
otros oficios, está llamado a involucrarse en la solución de los problemas
inherentes a la sociedad a la que pertenece, está llamado a ser un activo
denunciante de las desigualdades y un divulgador de las carencias que afectan a
los pueblos en los que está inmerso. En definitiva, creo que uno de los deberes
del trabajador de la cultura es participar en la política que rige los destinos
de su nación. Sin embargo, esta condición política a la que aludo merece una
explicación; no hablo necesariamente de una “militancia” en un partido político
determinado, allá cada uno si la tiene, me refiero al amplio espectro de la
palabra política. Como seres humanos, como personas, nuestra trayectoria por la
vida está normada desde que nacemos, y estas condiciones las ponen las leyes,
dictadas o acordadas por dirigentes políticos o por ideologías políticas. Los
planes de estudios, los contratos laborales, el contrato matrimonial, la
responsabilidad legal con los hijos, etc., etc., todo está normado por leyes
que se han dictado bajo un concepto político. Muchas veces, -y esto lo sabemos
muy bien en nuestro continente-, las faltas de libertades (condición básica
para la creación literaria) y la interrupción de los sistemas democráticos,
están condicionadas por hechos políticos.
No es descabellado entonces
pensar que el trabajador intelectual está llamado a ser un sujeto activo en el
desarrollo de la sociedad. Tampoco, evidentemente, descubro nada nuevo, esta es
una discusión que se ha dado desde hace largo tiempo y para graficarlo quisiera
hablar sobre un poeta y una época en la que los intelectuales chilenos, en su
inmensa mayoría, se involucraron activa y positivamente en el acontecer
político.
Como sabemos, Pablo Neruda
vivió en España desde mayo de 1934 hasta noviembre de 1936. Los sucesos
políticos en la España de esa época señalaron al poeta su nuevo y definitivo
destino, cambiaron su percepción del mundo y enriquecieron el contenido de su
caudalosa poesía. A raíz de la guerra civil, el poeta sale de su
ensimismamiento con una nueva sensibilidad, la de participar activamente en la
realidad colectiva con un sentimiento de solidaridad humana. De esa conversión
poética y política surge una poesía de aliento épico, ideológica, comprometida,
aunque dignificada por su gran amor a España, a América y al hombre universal.
La experiencia española no
se desvaneció en su mente ni en su corazón. Su lección, -aunque en su creación
artística todo lo rescata-, aparece en gran parte de la obra nerudiana y
determina las más intensas emociones en su creación poética. No sólo en el
marco de la forma y el estilo, sino desde el de la profunda verdad de la
experiencia vivida y asumida. Tengo que decir que, como lector, entiendo la
creación literaria no sólo como un ejercicio de estilo, sino como comunicación
de esa sustancia impalpable que hace vibrar íntimamente a quien lee, le abre el
sugestivo camino, entre afirmaciones, contradicciones y aciertos, hacia la
región más íntima del autor, le hace partícipe de una historia humana, recatada
y revelada con pudor y en la que se concreta la condición del hombre en la
tierra.
Café
Poético de la Dirección de Extensión y el Centro Mistraliano de la
Universidad de La Serena. Conferencia de Julio Gálvez Barraza,
titulada ''La alianza de intelectuales y el compromiso del escritor''.
Universidad de La Serena. Conferencia de Julio Gálvez Barraza,
titulada ''La alianza de intelectuales y el compromiso del escritor''.
Creo que es una de las
tantas formas de interpretar la poesía de Neruda. Sin embargo, me interesa tanto
el poeta como su conducta y la coherencia con su poesía. Me interesa el hombre
cívico, el intérprete de las angustias del semejante, de sus problemas, el que
asume la defensa y comulga con un hombre que no es un héroe sino un ser común y
corriente.
Las interpretaciones, los
estudios y análisis de su poesía llenan miles de páginas y, por supuesto, con
diferentes puntos de vista. Sus más importantes biógrafos nos han contado con
detalles la gestación de sus versos, han interpretado y desmenuzado su poesía
más compleja y la transformación de su obra a raíz de los sucesos de España.
Pero sólo a grandes rasgos nos hablan de su participación dentro del entorno
social. Su cronología escuetamente nos dice que: fundó la Alianza de
Intelectuales de Chile; fue Director de la revista Aurora de Chile; realizó
gestiones en favor de los refugiados españoles. Pero, ¿cuál fue la aportación
de la Alianza de Intelectuales en Chile? ¿Por qué o por quién fue inspirada?
¿Conocen las nuevas generaciones el contenido de la revista Aurora de Chile?
¿Sabemos cómo se gestó esa maravillosa odisea del Winnipeg? Aún aceptando que
la metamorfosis en la poesía de Neruda, después de la guerra civil española,
fue a causa de una transformación en el concepto político y todos, o casi todos,
sabemos en qué consistió ese cambio poético, ¿conocemos todos, o casi todos,
cómo influyó ese nuevo concepto en su comportamiento personal? ¿Conocemos cómo
se ejerció ese cambio? ¿Sabemos las consecuencias de esa toma de conciencia?
Sería muy difícil encontrar
en la historia de Chile a un agitador más agitado, a un desorganizado más
organizado o a un "observador solitario" más activo y acompañado que
el Neruda que regresó de España en octubre de 1937. Si hurgáramos en la
historia, posiblemente encontraríamos personajes análogos en cuanto a actividad
se refiere, pero con seguridad no encontraremos ninguno con los brillantes
resultados obtenidos por el poeta. Fueron, en efecto, diecisiete meses de
frenética actividad. Desde su llegada a Chile, hasta marzo de 1939, fecha en
que viajó de nuevo a Europa, esta vez a buscar caídos: organizó a los
trabajadores de la cultura del país en la Alianza de Intelectuales de Chile,
organización que en su sesión inaugural ya agrupaba a más de 150 intelectuales
de primera línea; fundó la revista Aurora de Chile; estructuró la enorme
campaña de solidaridad con el pueblo español; participó muy activamente en la
campaña presidencial que llevaría a gobernar al candidato del Frente Popular;
inició una dura campaña para desenmascarar a los activistas alemanes que en
Chile hacían proselitismo por la emergente y belicosa causa nazi; dedicó
tiempo, desde la Alianza de Intelectuales, a reanimar el recuerdo y la
estimación de los valores intelectuales históricos del pasado; orientó no sólo
los lazos fraternos con sus pares americanos, sino también la unidad de acción
en la liberación de los pueblos y en la defensa de sus valores culturales. En
pocas palabras, se dedicó por entero a la práctica de un principio aprendido en
otras tierras: la fraternidad.
Esta titánica tarea no la
desarrolló en un clima de aguas mansas y favorables, sino capeando otros
enormes temporales; el ataque despiadado de la derecha criolla, la proverbial
envidia de algunos enemigos literarios y el ataque de los nazis locales,
quienes llegaron a difundir panfletos denostándolo. Uno de ellos, poco
conocido, apareció publicado en el boletín Nº 2 del denominado Comité Nacional
pro Defensa del Judaísmo. En el panfleto se puede leer el siguiente texto:
BOLETÍN INFORMATIVO Nº 2
¿QUIEN ES PABLO NERUDA?
“Es un judío degenerado. El
se dice chileno y poeta
NERUDA es judío, y por lo
tanto no puede ser chileno, es un hombre pagado por el judaísmo internacional.
Dio pruebas de esto abusando
de su cargo como Cónsul Chileno en Madrid, logrando con su sucia labor, atraer
las mayores desgracias sobre España. A él le debe la Madre Patria la muerte y
masacre de millares de españoles.
EL JUDÍO es enemigo de todos
los pueblos y por naturaleza anarquista.
EL JUDÍO PABLO NERUDA, unido
a la Alianza Israelita de Chile, se puso al servicio del Frente Popular para
conseguir... qué? sólo el caos y el desorden, que es lo que trae consigo
siempre, un gobierno de comunismo o bolchevismo, que es sinónimo de judaísmo.
¡ATENCIÓN CHILENO!
¡CONOCE A TUS ENEMIGOS A
TIEMPO! ...LOS JUDÍOS...
Comité Nacional pro Defensa
del Judaísmo”
El texto no merece más
comentarios.
Es verdad que el legado más
importante del vate es su obra escrita, su caudalosa poesía. Pero, por el hecho
innegable de ser uno de los poetas más importantes de todos los tiempos,
¿debemos dejar de lado, en la memoria colectiva, su inmensa dimensión de hombre
social, solidario o político? No se puede separar al ser humano en sus diversos
aspectos, sean estos sociales, artísticos o de otra índole. No pretendo tampoco
desconocer el marcado carácter lúdico del poeta, ni las tormentosas rupturas de
dos de sus tres matrimonios. Pero estos rasgos, que le acompañarían toda su
vida y que integran uno de sus mil rostros, no empañan ni desmerecen su
condición poética ni la de líder social. Es más; estas facetas, estas rupturas
amorosas, aparte de enriquecer su obra, lo integran al hombre común, al hombre
con disposición de dar y de recibir, al ser con capacidad de soportar el
sufrimiento y con necesidad de disfrutar de la alegría y del amor. Empero, me
atrevería a afirmar que la integridad y la grandeza moral en el comportamiento
político y social de Neruda, -esa que alguno de sus biógrafos, voluntaria o
involuntariamente omiten-, está muy cerca de alcanzar el esplendor de su obra
artística.
Del mismo modo que el poeta
puso la poesía al servicio de sus semejantes; la amistad, el sufrimiento, las
desdichas o la felicidad de sus semejantes, como ente singular o como conjunto
social, inspiraron su sensibilidad para crear una parte importante de su
poesía. En consecuencia, luego de “España en el corazón”, su obra de amor más
profunda y desinteresada y posteriormente del “Canto General”, la poesía de
Neruda comienza a llegar a la gente convertida en la expresión más sencilla y
clara de las aspiraciones de millones de personas. Pero esta entrega a sus
semejantes, como hemos visto-, no fue gratuita. Estas definiciones y
compromisos no estuvieron exentas de costos personales. En cada acción en que
el poeta se definió por alguna causa social, la reacción de sus adversarios
también fue virulenta. Alguna vez fue la difamación por parte de sus pares en
la poesía. Otra vez fue la destitución fulminante de su cargo consular por
alinearse con los republicanos en España o la suspensión del mismo cargo en
México. La tardanza en ser reconocido como merecedor del Premio Nóbel también
es atribuible a su larga trayecto-ria como militante del Partido Comunista.
En muy pocas oportunidades
los países del mal llamado Tercer Mundo han tomado la iniciativa en acciones
que enorgullezcan a la humanidad. Sin embargo, una de esas pocas ocasiones, la
solidaridad de Chile con el pueblo español en el año 1939, la lideró Neruda
llevándola a la práctica de forma ejemplar.
Cuando ya ha transcurrido ochenta
años de exilio de los republicanos españoles en Chile, se estima en más de
veinte mil personas, entre sobrevivientes y descendientes de esos refugiados,
los que colaboraron y colaboran al desarrollo técnico e intelectual del país.
Esa prodigiosa gesta fue posible gracias a la coherencia de un poeta, de
espíritu abierto, implicado en los sucesos políticos de su tiempo, apto para
contener los grandes fenómenos sociales y humanos de su época.
Publicado en http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/galvez_barraza_julio/la_labor_del_trabajador_de_la_cultura.htm
domingo, 3 de febrero de 2019
Rolando Cárdenas, poeta
Rolando Cárdenas nació en Punta Arenas el 23 de marzo de 1933. Vivió en la austral ciudad hasta los 22 años, por tanto, su poesía está ligada a las nieves magallánicas.
El poeta se estableció en
Santiago en 1955, con el propósito de estudiar Construcción Civil, carrera que
cursó en la Universidad Técnica del Estado. Durante su época de estudiante
trabó amistad con Jorge Teillier.
Su primer libro, Tránsito
breve, fue publicado en 1961, seguido de En el invierno de la provincia (1963).
Para mediados de la década
de 1960, la obra de Rolando Cárdenas era ampliamente reconocida por sus
contemporáneos y fue incluida en varias antologías de la época, así como en el
ensayo La poesía de los lares de Jorge Teillier.
En 1972 recibió dos
reconocimientos por su trabajo Poemas migratorios: el primer premio en el
concurso Pedro de Oña y una mención en el prestigioso concurso de poesía
organizado por la Casa de las Américas en Cuba.
Tras el golpe de estado de
1973, Rolando Cárdenas fue detenido y recluido en el Estadio Chile, y
posteriormente privado de la posibilidad de ejercer su profesión. En 1974 pudo
publicar el laureado Poemas migratorios, uno de sus libros más importantes y el
único que daría a conocer hasta el año 1986, fecha en que apareció Qué, tras
esos muros.
Durante los grises años de
la dictadura, el autor fue un asiduo visitante de lugares como la Sociedad de
Escritores de Chile y el bar La Unión Chica, donde se daban cita numerosos
escritores y poetas, los mismos que lamentaron su sorpresiva muerte el 17 de
octubre de 1990. Apenas un tiempo antes, había dejado el manuscrito de Vastos
dominios en manos de su amigo Carlos Olivárez, quien se encagó de que fuera
incluido en las que conforman actualmente sus Obras completas, publicadas el
año 1994.
EPÍLOGO, poema de Rolando
Cárdenas
Yo quisiera morir en la
tarde azul
Rodeado de mis libros
solamente.
Podría ser lejos de mi casa,
En una ciudad desconocida,
también podría ser en la
montaña,
cerca del mar, o en un lugar
cualquiera,
pero sin nada que me diga
que una vez fui amado,
aunque haya sido el amor
tenaz de mi madre,
porque estoy tan seguro de
haber estado solo
desde el grito primero,
cuando la luz fue mía.
Tal vez, se piensen o digan
muchas cosas
cuando yo ya no exista en la
hora derribada,
pero ya será tarde.
Alguien dirá de mis
virtudes, otros de mis defectos.
Hasta se oirá que me faltó
valor
Para enfrentar el mundo.
Pero todos se habrán
equivocado
Y yo me quedaré
profundamente mudo
Sin defender el minuto
insondable.
En el entonces, todo
importará,
Incluso hasta la lágrima,
Y después, todo seguirá como
antes.
Siempre ocurren las cosas de
este modo.
Yo me iré trasudando por mi
última noche
Siempre callado y solo, como
he sido en mi vida.
Tal vez, un poquito de
tristeza,
Porque vivía para ser amado
Y el aroma se fue sin
siquiera rozarme.
Claro que no tendré las
cosas que tenía,
Como por ejemplo, el primer
volantín de la infancia
En el que se columpiaban mis
ensueños,
O el llanto contenido
Cuando me prohibían apresar
la fruta entre los dedos.
Ni siquiera tendré
La fuga de los soles
horadando la noche,
tampoco la canción de mis
pasos
sobre el suelo escarchado de
mi pueblo,
ni el mosaico de todos los
paisajes
en que quedaba un poco de mi
risa.
En mi actitud de sueño horizontal
y eterno
faltará, incluso, la
maravilla viva de tus besos,
que a veces me entregabas
con un aroma de madera
nueva.
Nada tendré, y todo será
igual.
No sabría decir si estaré
más callado
o acaso un poco alegre
Tal vez, la clemátide de la
tristeza
haya alcanzado ya la altura
del sollozo.
En todo caso, pienso, estaré
más tranquilo
que cuando me acodaba en los
crepúsculos
a pensarte y amarte desde
otras latitudes,
recordando el primer dolor,
la primera alegría,
la primera palabra que
deslicé en tu oído.
He de extrañar algunas cosas
gratas:
desde el momento que se
alzaba dibujando arabescos
en el aroma azul del
cigarrillo,
mientras los amigos hablaban
del terruño lejano
con el alma y la voz
humedecida
que resbalaba al fondo de
los vasos,
las fiestas, las canciones,
los versos dichos al morir
la tarde,
la cadena de tantos
conocidos,
hasta el beso furtivo dado
para entregar el alma.
Ya no podré decir palabra
antigua
Que brotaba amarga,
Y que a veces se alzaba
desafiante a defender el miedo.
Me llevaré todo lo que junté
por el ancho horizonte de la
vida.
Seré como un baúl de
soledades.
Y quizás, la tierra buena me
dé de su perfume
Para cubrir la otoñecida
tarde mi muerte.
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