lunes, 29 de julio de 2019

Entrevista


Diario DEIA, Bilbao, domingo 28 de julio, 2019.



miércoles, 10 de julio de 2019

¿De qué murió César Vallejo?


Dr. ENRIQUE ROBERTSON.
 Médico en Bielefeld, Alemania.

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En la Revista Nerudiana 6 (diciembre 2008) se conmemoró el 70° aniversario de la muerte de César Vallejo. El gran poeta peruano murió durante la mañana del viernes 15 de abril de 1938 en la Clínica del Boulevard Arago de París, donde había ingresado muy enfermo tres semanas antes, sin que el equipo de cinco médicos encabezados por el afamado Dr. Lemière hubiese podido establecer el diagnóstico del misterioso mal que lo mató lentamente. Los resultados de las pruebas de sangre y otros análisis clínicos y radiográficos resultaron inútiles para aclarar la causa de su enfermedad. Según Georgette Vallejo, esposa del poeta, el Dr. Lemière le dijo: «veo que este hombre se muere, pero no sé de qué». A falta de un diagnóstico médico, para explicar la causa de su prematura muerte abundaron otros diagnósticos establecidos por amigos, poetas, escritores, músicos e historiadores. Unos dijeron saber que había muerto de tuberculosis, otros que de sífilis secundaria, o fiebre amarilla, o malaria o paludismo, diagnósticos que la Clínica Arago había descartado en los 23 días que estuvo hospitalizado allí. Entonces y después, se aseguró repetidamente: murió en cumplimiento de su célebre profecía «Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo» (del soneto “Piedra negra sobre una piedra blanca”).
Neruda dijo: Vallejo murió de hambre y asfixia: murió del aire sucio de París, del río sucio de donde han sacado tantos muertos. Juan Larrea inculpó a Neruda de haber contribuido indirectamente a que Vallejo muriese de sus muchas hambres, por no haberlo ayudado a conseguir cierto trabajo remunerado que le habría permitido ganar dinero para comer. Según Georgette: el señor Larrea está mal informado, casi no hay informe de él que no contenga alguna inexactitud leve o grave. Otros dijeron: la muerte de Vallejo es un paradigma, una página heroica, una epopeya como la más grande de los fastos universales, murió por consunción y agotamiento, en batalla contra el mal y la muerte, en defensa de la dignidad, el bien y la nobleza. Vallejo murió de España. Hace veinte años, el alemán Hans Magnus Erzensberger dictaminó: las enfermedades de que sufrió Vallejo eran desconocidas en la medicina. Una se llamó España, y la otra, una enfermedad muy vieja y muy venerable: el Hambre. Antes y ahora, la mayoría coincide en asegurar que Vallejo murió de hambre.
Hay mucho de verdad en ello, estaba crónicamente desnutrido. A más tardar desde 1923 la pobreza lo había obligado a acostumbrarse a comer muy poco: «en París tendremos que vivir de piedrecitas», dijo a un amigo. En octubre de 1923, desde la Sala Boyer del Hospital de la Charité, le escribe a otro amigo: acabo de ser operado de una hemorragia intestinal. Después de esa operación, alimentarse le fue difícil no sólo por falta de dinero. Privado de buena parte de su estómago, ya no pudo comer y beber -carne y vino, es un decir- sin sufrir las consecuencias. Lo que el resto de su estómago toleraba era probablemente la dieta ovolacto-farinácea. Pero nunca se supo que bebiese leche, era más cara que el vino. También los huevos.
Se alimentaba de patatas, de papas -originarias del Perú, como él-, según está indesmentiblemente documentado por Arturo Serrano Plaja. Recordando la llegada a París (1935) de la delegación española al I Congreso Internacional de Escritores Antifascistas -grupo procedente de Madrid, al que se sumaron Neruda y González Muñón-, Serrano Plaja escribe: «para prolongar la estancia en París cuanto fuese posible, con el no mucho dinero que teníamos (la mayor parte lo ponía Neruda), decidimos hacer un plan de austeridad o algo por el estilo. Y como en París encontramos a Vallejo (alimentado de casi exclusivamente patatas cocidas mañana y noche, como cuando le conocí en España) el plan parecía sobrevenir del modo más natural.»
Algo menos de tres años después moría César Vallejo, de un modo que evidentemente no parecía natural. ¿De qué mueren los poetas? La ventaja es que mueren para seguir viviendo, como Vallejo. La señora Oyarzún -esposa del chileno Cuto Oyarzún, que en la víspera de su muerte pasó toda la noche velando junto a su cabecera- cuenta que a las cinco de la mañana del 15 de abril César Vallejo llamó a su madre y poco antes de expirar, ya en presencia de su esposa y varios amigos, pronunció estas palabras: «España. Me voy a España.» Murió poco después de haber escrito su testamento: el poema dedicado a exaltar la lucha del pueblo español en el trance de la guerra civil, que tituló como una oración al vislumbrar su martirio y final inmolación.
«Murió -escribió Juan Larrea, esta vez con exactitud- sin aspaviento alguno, dignamente, con la misma dignidad con que había vivido». El músico peruano Gonzalo More, que estaba en el grupo de amigos del poeta junto a su lecho de muerte, escribió: La expresión de su rostro muerto era verdaderamente maravillosa. No te imaginas qué belleza interior y qué luz sobrehumana en la frente del cholo. Su gesto de dolor desapareció para dar vida a una expresión de serenidad y bondad infinitas.

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Pero ¿de qué murió? ¿Quizá envenenado? Me lo pregunté porque, hace poco tiempo, la extraña enfermedad de César Vallejo despertó también el interés y la imaginación de Roberto Bolaño. En su novela Monsieur Pain (Anagrama, 1999) el escritor fabuló sobre la muerte del poeta peruano en un ambiente en el que aparecen formas marginales de la ciencia y supuestas conspiraciones fascistas para asesinarle. Bolaño explicó que tuvo noticia de Pierre Pain por las memorias de Georgette Philipart, viuda de Vallejo, quien contaría en ellas que pidió los servicios de Monsieur Pain, curandero que trataba enfermos aplicando fenómenos mesméricos (doctrina del magnetismo animal del médico alemán Mesmer), para que curase de un nefasto ataque de hipo que hacía sufrir mucho a su moribundo esposo. Bolaño me contagió su interés.
Considerando aspectos anamnésticos y otros, en cuanto médico -y en cuanto aficionado a investigar misterios literarios- me atrevo a sostener un diagnóstico que hasta ahora nadie ha emitido: César Vallejo falleció a consecuencias de una intoxicación crónica por solanina, agudizada en sus últimas cuatro semanas de vida. El Dr. Lemière habría debido considerar esa posibilidad. Que se sepa, no lo hizo, no obstante una publicación científica de su país, fechada veinte años antes -publicación que todavía hoy se cita-, había tratado detalladamente la causa de muerte de unos soldados franceses que saciaron sus muchas hambres -de semanas, que no de años- con patatas enverdecidas y con brotes. Consumidas, además, sin pelar y mal cocidas; es decir, muy tóxicas por su alto contenido de solanina. Los brotes de la patata enverdecida (porque conservada en ambiente húmedo y expuesta a la luz) son muy venenosos. En tal condición, una sola patata puede contener una dosis peligrosa de solanina.
Hay suficiente información en Internet acerca de este veneno, cuya ingestión no mata hoy a muchos adultos porque las variedades comerciales de patata están controladas. Sí a niños, por lo que sigue mereciendo especial mención en el capítulo de las intoxicaciones alimentarias. Simula una infección -que el laboratorio no aclara- con fiebre, progresivo mal estado general, síntomas gastrointestinales, neurológicos y psiquiátricos, etcétera. Causa la muerte -no siempre, afortunadamente- sin que se sepa por qué: no es habitual pensar en la papa como causante.

Pocos acumularon nunca tantos factores para devenir víctima de una intoxicación letal con solanina como César Vallejo, «alimentado de casi exclusivamente patatas cocidas mañana y noche». Seguramente estaba acostumbrado a soportar bien el veneno, pero la acumulación de éste en su organismo debió -en el transcurso de muchos años- haber llegado a niveles críticos. No pocas veces se sintió al borde de la muerte. Al sentirse muy enfermo, siguió alimentándose de lo que a él y su mujer les parecía que era lo único que podía tolerar. Los jugos gástricos se encargan de neutralizar parcialmente la toxina. A él, le habían extirpado parte del estómago; y seguramente neutralizaba los que producía con bicarbonato de sodio. Además, en su pobreza, las patatas que compraba en 1938 en París eran seguramente las más baratas que podía conseguir. Enverdecidas.Y éstas había que aprovecharlas al máximo, pelarlas poco o nada; cocerlas, bien cocidas, significaba un gasto adicional.

sábado, 18 de mayo de 2019

La alianza de intelectuales y el compromiso del escritor


Es reconfortante participar en un encuentro de escritores y personas ligadas al mundo de la cultura, en donde no sólo se intercambian opiniones y se muestran las nuevas creaciones. Soy de los que creen firmemente que la labor del intelectual no es sólo la de sentarse frente a la temida hoja en blanco. Pienso que el escritor, más que otros oficios, está llamado a involucrarse en la solución de los problemas inherentes a la sociedad a la que pertenece, está llamado a ser un activo denunciante de las desigualdades y un divulgador de las carencias que afectan a los pueblos en los que está inmerso. En definitiva, creo que uno de los deberes del trabajador de la cultura es participar en la política que rige los destinos de su nación. Sin embargo, esta condición política a la que aludo merece una explicación; no hablo necesariamente de una “militancia” en un partido político determinado, allá cada uno si la tiene, me refiero al amplio espectro de la palabra política. Como seres humanos, como personas, nuestra trayectoria por la vida está normada desde que nacemos, y estas condiciones las ponen las leyes, dictadas o acordadas por dirigentes políticos o por ideologías políticas. Los planes de estudios, los contratos laborales, el contrato matrimonial, la responsabilidad legal con los hijos, etc., etc., todo está normado por leyes que se han dictado bajo un concepto político. Muchas veces, -y esto lo sabemos muy bien en nuestro continente-, las faltas de libertades (condición básica para la creación literaria) y la interrupción de los sistemas democráticos, están condicionadas por hechos políticos.

No es descabellado entonces pensar que el trabajador intelectual está llamado a ser un sujeto activo en el desarrollo de la sociedad. Tampoco, evidentemente, descubro nada nuevo, esta es una discusión que se ha dado desde hace largo tiempo y para graficarlo quisiera hablar sobre un poeta y una época en la que los intelectuales chilenos, en su inmensa mayoría, se involucraron activa y positivamente en el acontecer político.

Como sabemos, Pablo Neruda vivió en España desde mayo de 1934 hasta noviembre de 1936. Los sucesos políticos en la España de esa época señalaron al poeta su nuevo y definitivo destino, cambiaron su percepción del mundo y enriquecieron el contenido de su caudalosa poesía. A raíz de la guerra civil, el poeta sale de su ensimismamiento con una nueva sensibilidad, la de participar activamente en la realidad colectiva con un sentimiento de solidaridad humana. De esa conversión poética y política surge una poesía de aliento épico, ideológica, comprometida, aunque dignificada por su gran amor a España, a América y al hombre universal.

La experiencia española no se desvaneció en su mente ni en su corazón. Su lección, -aunque en su creación artística todo lo rescata-, aparece en gran parte de la obra nerudiana y determina las más intensas emociones en su creación poética. No sólo en el marco de la forma y el estilo, sino desde el de la profunda verdad de la experiencia vivida y asumida. Tengo que decir que, como lector, entiendo la creación literaria no sólo como un ejercicio de estilo, sino como comunicación de esa sustancia impalpable que hace vibrar íntimamente a quien lee, le abre el sugestivo camino, entre afirmaciones, contradicciones y aciertos, hacia la región más íntima del autor, le hace partícipe de una historia humana, recatada y revelada con pudor y en la que se concreta la condición del hombre en la tierra.


Café Poético de la Dirección de Extensión y el Centro Mistraliano de la
 Universidad de La Serena. Conferencia de Julio Gálvez Barraza,
 titulada ''La alianza de intelectuales y el compromiso del escritor''.

Creo que es una de las tantas formas de interpretar la poesía de Neruda. Sin embargo, me interesa tanto el poeta como su conducta y la coherencia con su poesía. Me interesa el hombre cívico, el intérprete de las angustias del semejante, de sus problemas, el que asume la defensa y comulga con un hombre que no es un héroe sino un ser común y corriente.

Las interpretaciones, los estudios y análisis de su poesía llenan miles de páginas y, por supuesto, con diferentes puntos de vista. Sus más importantes biógrafos nos han contado con detalles la gestación de sus versos, han interpretado y desmenuzado su poesía más compleja y la transformación de su obra a raíz de los sucesos de España. Pero sólo a grandes rasgos nos hablan de su participación dentro del entorno social. Su cronología escuetamente nos dice que: fundó la Alianza de Intelectuales de Chile; fue Director de la revista Aurora de Chile; realizó gestiones en favor de los refugiados españoles. Pero, ¿cuál fue la aportación de la Alianza de Intelectuales en Chile? ¿Por qué o por quién fue inspirada? ¿Conocen las nuevas generaciones el contenido de la revista Aurora de Chile? ¿Sabemos cómo se gestó esa maravillosa odisea del Winnipeg? Aún aceptando que la metamorfosis en la poesía de Neruda, después de la guerra civil española, fue a causa de una transformación en el concepto político y todos, o casi todos, sabemos en qué consistió ese cambio poético, ¿conocemos todos, o casi todos, cómo influyó ese nuevo concepto en su comportamiento personal? ¿Conocemos cómo se ejerció ese cambio? ¿Sabemos las consecuencias de esa toma de conciencia?

Sería muy difícil encontrar en la historia de Chile a un agitador más agitado, a un desorganizado más organizado o a un "observador solitario" más activo y acompañado que el Neruda que regresó de España en octubre de 1937. Si hurgáramos en la historia, posiblemente encontraríamos personajes análogos en cuanto a actividad se refiere, pero con seguridad no encontraremos ninguno con los brillantes resultados obtenidos por el poeta. Fueron, en efecto, diecisiete meses de frenética actividad. Desde su llegada a Chile, hasta marzo de 1939, fecha en que viajó de nuevo a Europa, esta vez a buscar caídos: organizó a los trabajadores de la cultura del país en la Alianza de Intelectuales de Chile, organización que en su sesión inaugural ya agrupaba a más de 150 intelectuales de primera línea; fundó la revista Aurora de Chile; estructuró la enorme campaña de solidaridad con el pueblo español; participó muy activamente en la campaña presidencial que llevaría a gobernar al candidato del Frente Popular; inició una dura campaña para desenmascarar a los activistas alemanes que en Chile hacían proselitismo por la emergente y belicosa causa nazi; dedicó tiempo, desde la Alianza de Intelectuales, a reanimar el recuerdo y la estimación de los valores intelectuales históricos del pasado; orientó no sólo los lazos fraternos con sus pares americanos, sino también la unidad de acción en la liberación de los pueblos y en la defensa de sus valores culturales. En pocas palabras, se dedicó por entero a la práctica de un principio aprendido en otras tierras: la fraternidad.

Esta titánica tarea no la desarrolló en un clima de aguas mansas y favorables, sino capeando otros enormes temporales; el ataque despiadado de la derecha criolla, la proverbial envidia de algunos enemigos literarios y el ataque de los nazis locales, quienes llegaron a difundir panfletos denostándolo. Uno de ellos, poco conocido, apareció publicado en el boletín Nº 2 del denominado Comité Nacional pro Defensa del Judaísmo. En el panfleto se puede leer el siguiente texto:

BOLETÍN INFORMATIVO Nº 2 ¿QUIEN ES PABLO NERUDA?
“Es un judío degenerado. El se dice chileno y poeta
NERUDA es judío, y por lo tanto no puede ser chileno, es un hombre pagado por el judaísmo internacional.
Dio pruebas de esto abusando de su cargo como Cónsul Chileno en Madrid, logrando con su sucia labor, atraer las mayores desgracias sobre España. A él le debe la Madre Patria la muerte y masacre de millares de españoles.
EL JUDÍO es enemigo de todos los pueblos y por naturaleza anarquista.
EL JUDÍO PABLO NERUDA, unido a la Alianza Israelita de Chile, se puso al servicio del Frente Popular para conseguir... qué? sólo el caos y el desorden, que es lo que trae consigo siempre, un gobierno de comunismo o bolchevismo, que es sinónimo de judaísmo.
¡ATENCIÓN CHILENO!
¡CONOCE A TUS ENEMIGOS A TIEMPO! ...LOS JUDÍOS...
Comité Nacional pro Defensa del Judaísmo”

El texto no merece más comentarios.
Es verdad que el legado más importante del vate es su obra escrita, su caudalosa poesía. Pero, por el hecho innegable de ser uno de los poetas más importantes de todos los tiempos, ¿debemos dejar de lado, en la memoria colectiva, su inmensa dimensión de hombre social, solidario o político? No se puede separar al ser humano en sus diversos aspectos, sean estos sociales, artísticos o de otra índole. No pretendo tampoco desconocer el marcado carácter lúdico del poeta, ni las tormentosas rupturas de dos de sus tres matrimonios. Pero estos rasgos, que le acompañarían toda su vida y que integran uno de sus mil rostros, no empañan ni desmerecen su condición poética ni la de líder social. Es más; estas facetas, estas rupturas amorosas, aparte de enriquecer su obra, lo integran al hombre común, al hombre con disposición de dar y de recibir, al ser con capacidad de soportar el sufrimiento y con necesidad de disfrutar de la alegría y del amor. Empero, me atrevería a afirmar que la integridad y la grandeza moral en el comportamiento político y social de Neruda, -esa que alguno de sus biógrafos, voluntaria o involuntariamente omiten-, está muy cerca de alcanzar el esplendor de su obra artística.

Del mismo modo que el poeta puso la poesía al servicio de sus semejantes; la amistad, el sufrimiento, las desdichas o la felicidad de sus semejantes, como ente singular o como conjunto social, inspiraron su sensibilidad para crear una parte importante de su poesía. En consecuencia, luego de “España en el corazón”, su obra de amor más profunda y desinteresada y posteriormente del “Canto General”, la poesía de Neruda comienza a llegar a la gente convertida en la expresión más sencilla y clara de las aspiraciones de millones de personas. Pero esta entrega a sus semejantes, como hemos visto-, no fue gratuita. Estas definiciones y compromisos no estuvieron exentas de costos personales. En cada acción en que el poeta se definió por alguna causa social, la reacción de sus adversarios también fue virulenta. Alguna vez fue la difamación por parte de sus pares en la poesía. Otra vez fue la destitución fulminante de su cargo consular por alinearse con los republicanos en España o la suspensión del mismo cargo en México. La tardanza en ser reconocido como merecedor del Premio Nóbel también es atribuible a su larga trayecto-ria como militante del Partido Comunista.

En muy pocas oportunidades los países del mal llamado Tercer Mundo han tomado la iniciativa en acciones que enorgullezcan a la humanidad. Sin embargo, una de esas pocas ocasiones, la solidaridad de Chile con el pueblo español en el año 1939, la lideró Neruda llevándola a la práctica de forma ejemplar.

Cuando ya ha transcurrido ochenta años de exilio de los republicanos españoles en Chile, se estima en más de veinte mil personas, entre sobrevivientes y descendientes de esos refugiados, los que colaboraron y colaboran al desarrollo técnico e intelectual del país. Esa prodigiosa gesta fue posible gracias a la coherencia de un poeta, de espíritu abierto, implicado en los sucesos políticos de su tiempo, apto para contener los grandes fenómenos sociales y humanos de su época.

domingo, 3 de febrero de 2019

Rolando Cárdenas, poeta



Rolando Cárdenas nació en Punta Arenas el 23 de marzo de 1933. Vivió en la austral ciudad hasta los 22 años, por tanto, su poesía está ligada a las nieves magallánicas.
El poeta se estableció en Santiago en 1955, con el propósito de estudiar Construcción Civil, carrera que cursó en la Universidad Técnica del Estado. Durante su época de estudiante trabó amistad con Jorge Teillier.
Su primer libro, Tránsito breve, fue publicado en 1961, seguido de En el invierno de la provincia (1963).
Para mediados de la década de 1960, la obra de Rolando Cárdenas era ampliamente reconocida por sus contemporáneos y fue incluida en varias antologías de la época, así como en el ensayo La poesía de los lares de Jorge Teillier.
En 1972 recibió dos reconocimientos por su trabajo Poemas migratorios: el primer premio en el concurso Pedro de Oña y una mención en el prestigioso concurso de poesía organizado por la Casa de las Américas en Cuba.
Tras el golpe de estado de 1973, Rolando Cárdenas fue detenido y recluido en el Estadio Chile, y posteriormente privado de la posibilidad de ejercer su profesión. En 1974 pudo publicar el laureado Poemas migratorios, uno de sus libros más importantes y el único que daría a conocer hasta el año 1986, fecha en que apareció Qué, tras esos muros.
Durante los grises años de la dictadura, el autor fue un asiduo visitante de lugares como la Sociedad de Escritores de Chile y el bar La Unión Chica, donde se daban cita numerosos escritores y poetas, los mismos que lamentaron su sorpresiva muerte el 17 de octubre de 1990. Apenas un tiempo antes, había dejado el manuscrito de Vastos dominios en manos de su amigo Carlos Olivárez, quien se encagó de que fuera incluido en las que conforman actualmente sus Obras completas, publicadas el año 1994.

EPÍLOGO, poema de Rolando Cárdenas

Yo quisiera morir en la tarde azul
Rodeado de mis libros solamente.
Podría ser lejos de mi casa,
En una ciudad desconocida,
también podría ser en la montaña,
cerca del mar, o en un lugar cualquiera,
pero sin nada que me diga que una vez fui amado,
aunque haya sido el amor tenaz de mi madre,
porque estoy tan seguro de haber estado solo
desde el grito primero,
cuando la luz fue mía.
Tal vez, se piensen o digan muchas cosas
cuando yo ya no exista en la hora derribada,
pero ya será tarde.
Alguien dirá de mis virtudes, otros de mis defectos.
Hasta se oirá que me faltó valor
Para enfrentar el mundo.
Pero todos se habrán equivocado
Y yo me quedaré profundamente mudo
Sin defender el minuto insondable.
En el entonces, todo importará,
Incluso hasta la lágrima,
Y después, todo seguirá como antes.
Siempre ocurren las cosas de este modo.
Yo me iré trasudando por mi última noche
Siempre callado y solo, como he sido en mi vida.
Tal vez, un poquito de tristeza,
Porque vivía para ser amado
Y el aroma se fue sin siquiera rozarme.
Claro que no tendré las cosas que tenía,
Como por ejemplo, el primer volantín de la infancia
En el que se columpiaban mis ensueños,
O el llanto contenido
Cuando me prohibían apresar la fruta entre los dedos.
Ni siquiera tendré
La fuga de los soles horadando la noche,
tampoco la canción de mis pasos
sobre el suelo escarchado de mi pueblo,
ni el mosaico de todos los paisajes
en que quedaba un poco de mi risa.
En mi actitud de sueño horizontal y eterno
faltará, incluso, la maravilla viva de tus besos,
que a veces me entregabas
con un aroma de madera nueva.
Nada tendré, y todo será igual.
No sabría decir si estaré más callado
o acaso un poco alegre
Tal vez, la clemátide de la tristeza
haya alcanzado ya la altura del sollozo.
En todo caso, pienso, estaré más tranquilo
que cuando me acodaba en los crepúsculos
a pensarte y amarte desde otras latitudes,
recordando el primer dolor,
la primera alegría,
la primera palabra que deslicé en tu oído.
He de extrañar algunas cosas gratas:
desde el momento que se alzaba dibujando arabescos
en el aroma azul del cigarrillo,
mientras los amigos hablaban del terruño lejano
con el alma y la voz humedecida
que resbalaba al fondo de los vasos,
las fiestas, las canciones,
los versos dichos al morir la tarde,
la cadena de tantos conocidos,
hasta el beso furtivo dado para entregar el alma.
Ya no podré decir palabra antigua
Que brotaba amarga,
Y que a veces se alzaba desafiante a defender el miedo.
Me llevaré todo lo que junté
por el ancho horizonte de la vida.
Seré como un baúl de soledades.
Y quizás, la tierra buena me dé de su perfume
Para cubrir la otoñecida tarde mi muerte.