martes, 20 de diciembre de 2011

Una entrevista.

Julio Gálvez: “El Canto general de Neruda es el fruto de España en el corazón”

Domingo, 18 de Diciembre de 2011 10:50 Mario Casasús
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juliogalvezymarcosanaMéxico DF.- En entrevista con Clarín.cl Julio Gálvez (1949), autor del libro Neruda y España (2003), habla de la relación del poeta chileno con la Generación del 27, del épico Winnipeg y de las efímeras navegaciones por Madrid y Barcelona durante la dictadura de Franco. El escritor Julio Gálvez también se refirió a temas contemporáneos, respaldando la querella sobre el presunto asesinato de Neruda y reiterando sus críticas a la Fundación Neruda; por otra parte, enumeró sus libros inéditos: “Además de la biografía de Luis Enrique Délano y del libro del Winnipeg, tengo una especie de biografía que se llama: Conversaciones con José Balmes, y el último proyecto es la biografía de otro poeta entrañable, Juvencio Valle”.



MC.- Julio, ¿por qué te interesó la relación poética y política de Neruda y España?

JG.- No creo en un solo “por qué”, ni en la importancia de la gota que derrama el vaso, para rebalsarse, el vaso ya tiene que estar lleno. Por lo tanto, el interés de dicha relación, nace y crece por varios motivos. El primero, con seguridad, es mi afecto por la lectura en general, inculcado por mi padre desde muy niño, después por la poesía, en particular. Por dos de mis profesores, Virgilio Figueroa y Rafael Coronel, conocí la poesía de Neruda. Me gustó y cada vez que tenía oportunidad, leía su obra.


En 1973 llegué a España. Ahí todavía se vivía el franquismo y, cuando la llegada de sudamericanos comenzó a ser numerosa, las condiciones para lograr un permiso de trabajo o el permiso de residencia temporal, se hicieron duras y engorrosas. La cantidad de papeles, certificados y exámenes sanitarios que había que presentar en las oficinas policiales enardecían a cualquiera. Una vez que me tocaba renovar el permiso de residencia, frente al funcionario de turno y ya con los nervios galopando, le solté con mucho convencimiento que los españoles que llegaron a Chile en 1939 no tenían carnet de identidad ni trabajo, y que al otro día de su llegada, tenían estas carencias solucionadas. Lo dije con tal convencimiento que, al llegar a mi casa, pensé: ¿sería cierto todo eso? En ese tiempo me interesó conocer más sobre la epopeya del Winnipeg. Ya había leído los libros póstumos: “Confieso que he vivido” y “Para nacer he nacido”, y cuanto artículo se publicaba sobre Neruda y, pensaba, que ese tema no se tocaba con la profundidad que, por su importancia, requería. Ese vapor, por decirlo de alguna manera, es el mayor nexo entre Neruda y España. De ahí, pienso, nació mi interés por investigar cuánto de ello se escribía. Ahora, una vez comenzada la indagación, los hechos y datos encontrados te llevan a un campo mucho más amplio que el sólo viaje del “Winnipeg”. Entras en el tema político de la época, profundizas en la literatura de aquel tiempo, en la Generación del 27, y, por supuesto, debes intentar conocer la realidad chilena de aquellos años y a un sinnúmero de personajes, todos interesantes. El problema con que te encuentras es casi insalvable, ¿cómo le pones coto a toda esa historia?, ¿dónde pones los límites?, si todo está relacionado.


MC.- Entre la Casa de las flores y el Winnipeg, ¿qué épocas y épicas nerudianas destacarías?

JG.- La experiencia española de nuestro poeta fue la que cambió el rumbo de su vida, cambió su forma de ver el mundo. Y no lo digo yo, lo dice el mismo Neruda. Por lo tanto, el tiempo transcurrido desde su llegada a España hasta la campaña del Winnipeg, y aún más adelante, está lleno de hitos nerudianos, todos destacables, todos fructíferos y, desde el punto de vista de la creación, fue la época que cambió su poesía.


Quizá el primero de ellos, dentro de un orden cronológico, sea el ocurrido en junio de 1935, recién llegado a España, cuando participó como delegado chileno en el I Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura, celebrado en París. En el segundo congreso del mismo organismo, celebrado, como se sabe, en España en Julio de 1937, Neruda fue uno de los organizadores y uno de sus vicepresidentes. Su metamorfosis se consolidaba de forma vertiginosa. Creo que estas participaciones en ambos congresos fueron el detonante del Neruda gremialista y organizador que conocimos después. Es evidente que el principal hecho que produjo esta transformación fue la Guerra Civil española, con las consecuencias que todos conocemos y que golpearon profundamente el corazón del poeta; primero el asesinato de Federico García Lorca, después la muerte de Antonio Machado, del encierro y fallecimiento de Miguel Hernández. Pero también debemos recordar otros hitos en su vida; en España nació su única hija, Malva Marina, también ahí se terminó su ya deteriorado matrimonio con María Antonia Hageenar y comenzó su unión con Delia del Carril.


Desde la óptica poética, en España escribió y se publicó por primera vez el poema “Explico algunas cosas”, su “primer poema proletario”, según sus propias palabras. Este poema dio inicio a su legendaria obra “España en el corazón”, libro de míticas aventuras editoriales. A propósito de este libro, hace ya unos años, escribí un breve ensayo que leí en un encuentro nerudiano celebrado en la Universidad de Estocolmo, donde propongo que su libro “Canto general” es el fruto directo y la continuación de “España en el corazón”. Hasta ahora, nadie ha rebatido esta afirmación.


MC.- ¿Investigaste el fugaz retorno de Neruda a España en 1972?, ¿Neruda había prometido no pisar tierra española durante la dictadura de Francisco Franco?

JG.- No he tomado ese episodio como tema de investigación, sin embargo, como cualquier lector, sí he leído sobre esas breves estadías. Digo sobre esas estadías, porque por lo menos se sabe de tres oportunidades en las que estuvo el poeta en España, después de la Guerra Civil, las tres estuvo acompañado por Matilde Urrutia, su esposa. La primera de ellas, de las que incluso hay fotografías, sucedió en el mes de abril de 1967. La editora y escritora Esther Tusquet dejó testimonio de esa breve permanencia en Barcelona. Neruda viajaba a Europa a bordo del “Augustus”, barco que hizo escala en dicho puerto. Esther Tusquet recuerda que aquella tarde visitaron parte de la ciudad vieja, el barrio gótico, la catedral y, por supuesto, la iglesia de Santa María del Mar. Enrique Robertson, el notable investigador nerudiano, escribió un breve ensayo al respecto, que se publicó en Anales de la Literatura Chilena, en el año 2004.


Después, en junio de 1970, el poeta volvió a visitar Barcelona, esta vez viajaba a bordo del transatlántico “Verdi” y, acompañado por Gabriel García Márquez, recorrió Las Ramblas y parte del barrio gótico. El periodista Marino Gómez Santos se encargo de dejar el testimonio de aquella visita en un artículo que, si recuerdo bien, se titulaba “12 horas de amor”. La última visita, y para mí la más entrañable, fue en noviembre de 1972. Neruda ya muy enfermo, viajaba de regreso a Chile. Se reunió con el pintor José Caballero en el aeropuerto de Barajas, en Madrid. El poeta, según recuerda José Caballero, olía el aire de aquel Madrid que había conocido tan bien, con la nostalgia del que sabe que no puede volver.


Es cierto, como dices, que el poeta había manifestado repetidas veces en público, no regresar a España mientras estuviera Franco en el poder. Y, en cierta forma, lo había cumplido hasta entonces. Porque las tres veces que estuvo en España lo hizo como pasajero en tránsito. Si viajas en un barco, puedes desembarcar en los puertos donde hace escala con un simple pase que te entregan al bajar y que devuelves a tu regreso, sin que quede constancia en el pasaporte, sin que hayas entrado legalmente en el país. Y en el aeropuerto de Barajas, no llegó a salir del edificio. Es decir, sin incumplir del todo su promesa, Neruda, igual que el niño que pega la nariz al cristal de la ventana, se asomó a España para verla tan cerca y tan lejos. Su amor por ese país pudo más que cualquier promesa.


MC.- El poeta Marcos Ana fue el epílogo entre Neruda y sus recuerdos de España, ¿conversaste con Marcos Ana en el madrileño Café Gijón?

JG.- No tuve la oportunidad y lo lamento. Pero sí conocí y conversé bastante con Marcos Ana durante su última visita a Chile, cuando vino a presentar su libro de memorias. Algo hablamos sobre Neruda, pero sobre todo, mi interés era saber más sobre él, sobre su vida. Aún estoy esperando darme un rato para leer “Decidme cómo es un árbol”, su libro autobiográfico. En una de las dos presentaciones que hizo en Santiago, leyó un pasaje del libro, fue sorprendente para mí ver como a muchos se nos cayeron las lágrimas.


MC.- ¿Cómo describirías la amistad de Neruda y Picasso?, ¿cuál es la historia detrás de la corrida de “Toros” y las 15 láminas de Picasso?

JG.- “Sólo hablo de lo que sé” dijo alguien de quien no recuerdo el nombre, pero me parece una frase acertada. La verdad es que sobre esa amistad y sobre las 15 láminas de Picasso, no sé más que lo aprendido en un magnífico ensayo de Enrique Robertson. Pero si te puedo contar algo respecto a ambos Pablos, Neruda y Picasso.


Cuando buscaba información para mi libro: Neruda y España (RIL, 2003), un día, en la Biblioteca Nacional, encontré una curiosa entrevista publicada en el mes de julio de 1939 por la revista “Ercilla”. Para mí era un inmenso hallazgo, de esos que te salvan una semana de no encontrar nada. En París, Pablo Picasso entrevistaba a Pablo Neruda. Durante ese año, y ese mes, en Chile se libraba una dura batalla, la derecha política se oponía con todas sus fuerzas al asilo de republicanos españoles. La izquierda, por su parte, soltaba valiosos argumentos en favor del derecho de asilo. Por esos días apareció la citada entrevista. Picasso hablaba maravillas de Neruda y éste, por su parte, sutilmente criticaba al Gobierno chileno que le ponía estrechos límites al número de asilados que quería traer el Cónsul especial a su país. Esta entrevista, publicada en mi libro, fue después reproducida con profusión en diferentes publicaciones, no siempre citando la fuente. Tiempo después de mi hallazgo, en la misma Biblioteca Nacional, encontré en un diario local otra entrevista, esta vez era un periodista chileno que entrevistaba a Pablo Picasso. En ella, el pintor negaba toda veracidad a la supuesta entrevista hecha por él a Neruda. Yo apunto en mi libro que la entrevista del pintor al poeta, auténtica o no, fue un factor positivo en la batalla política que se libraba por el derecho de asilo. Lo curioso, es que el desmentido nunca fue citado por los que reprodujeron la supuesta entrevista.


MC.-Ante las nuevas ediciones de epistolarios y biografías de Neruda, ¿cuántos capítulos inéditos o páginas incluiría la reimpresión corregida y aumentada de Neruda y España?

JG.- No me he planteado un número de páginas o si incluiría algún otro capítulo, pero sí, con seguridad, que hay temas y datos que se han superado. Parece increíble que sobre el poeta se investigue y se escriba tanto, aunque la mayoría no diga nada nuevo. Pero sí que hay investigadores que, de un plumazo, han cambiado la historia y la cronología nerudiana. Entre ellos Enrique Robertson, quien con una nueva y muy rigurosa propuesta, cambió el origen del seudónimo que convirtió a Neftalí Reyes en Pablo Neruda. Otra investigación notable es la de Bernardo Reyes, con su “Retrato de familia”. Corrigió gran parte de origen familiar conocido hasta ese entonces. Por otra parte, hace ya un par de años, apareció un consistente libro, el de David Schidlowsky, que contiene casi todos los documentos y cartas relativos a Neruda, y digo casi todos por dejar un margen de incertidumbre, ya que es posible que sea la totalidad de lo existente.


En el caso de mi libro, como he dicho, he comprobado que hay algunos datos superados. Uno de ellos es el referido a la edición de “España en el corazón” en los talleres tipográficos del Monasterio de Montserrat. Yo señalo, basándome en una entrevista a un testimonio muy solvente, que la segunda edición de dicho libro no existe, que quedó en rama, sin encuadernar y fue quemada por los nacionales a su entrada al Monasterio. Luego me encontré con un texto de Jaime Valender que afirmaba lo contrario. Me dispuse a investigar y, oh, sorpresa, encontré la prueba de que la segunda edición de “España en el corazón” si llegó a encuadernarse y a editarse. Otros datos que apunto en el libro también se han complementado posteriormente con nuevos testimonios, es el caso de la estadía de Miguel Hernández en la Embajada de Chile en Madrid.


Creo que un libro, sobre todo éste tipo de libros de investigación histórica, siempre están sujetos a revisiones, siempre aparecen nuevos datos y hechos que cambian en algo el transcurrir de la historia. Por lo tanto, no puedo calcular así, en frío, cuántas páginas podrían sumarse al libro, editado, por otra parte, hace ya tantos años. Por lo demás, las nuevas investigaciones ya las incluyo en el libro del “Winnipeg”, en cuyo texto aún trabajo y, por supuesto, está inédito.


MC.-Nuestro amigo Poli Délano me dijo que escribirás un libro sobre su padre, ¿cuándo terminarás la biografía de Luis Enrique Délano?

JG.- La biografía de Luis Enrique Délano está terminada, bueno… todo lo terminado que puede estar un libro inédito. Fue un proyecto apasionante, precisamente por que así fue la vida del biografiado. A Délano llegué gracias a mis investigaciones nerudianas. Recuerda que con Neruda fueron amigos de juventud, luego se encontraron en España y en México gracias a sus desempeños consulares y, por último, se encontraron en Estocolmo, uno como Embajador de Chile en Suecia y el otro como galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Al comienzo, como he dicho, se me apareció como uno de los tantos personajes que rodearon el entorno nerudiano, sin embargo, al adentrarme un poco en él, se me apareció un inmenso personaje, con una vida propia, rica y fructífera, y con una obra literaria cuantiosa y de calidad. Además de escritor, Délano fue un notable periodista, con un Premio Nacional de Periodismos a su haber, también fue pintor, aunque él se autodenominaba “pintor de domingos” y, como hemos señalado, fue un destacado diplomático, carrera en la que representó a Chile en Madrid, México, Nueva York y Suecia.


En su día me llamó la atención que, sobre este noble y entrañable escritor no existiera una biografía. Sobre él se ha escrito cientos de artículos y algunos pasajes de su vida están citados en un sinnúmero de libros. Pero no había uno que contuviera su biografía. Mientras más leía sobre él, más me atraía el personaje. Terminé por admirarlo y quererlo, condición creo que indispensable para afrontar una biografía. En un breve ensayo que publicó Volodia Teitelboim en la revista “Araucaria de Chile”, acerca del rescate de la obra y de la memoria de Délano, dice algo así: “He aquí una de las tareas de Hércules para los que se sientan responsables por la cultura chilena, por el rescate de su memoria colectiva, por la crónica y el análisis de lo que ha sucedido en este país a partir de los años treinta.” Yo, de verdad que humildemente, no es un formalismo, asumí esa tarea. Hasta ahora, en que el libro permanece inédito, mi mayor orgullo es que a Poli Délano, su hijo, le parece un muy buen libro.


Como sabes, “Neruda y España” se editó a finales del año 2003. Hasta hoy han pasado varios años, y aunque he publicado más de sesenta artículos en diferentes medios y algunos ensayos en libros de autores varios, desde el punto de vista formal, no he logrado publicar mi segundo libro. Eso no quiere decir que no he trabajado. Hoy en día tengo varios proyectos, pero también tengo cuatro libros inéditos. Además de la biografía de Luis Enrique Délano y del libro del “Winnipeg”, tengo una especie de biografía que se llama: “Conversaciones con José Balmes” y el último proyecto es la biografía de otro poeta entrañable, Juvencio Valle, quién, como sabes, fuera gran amigo de Neruda desde la más tierna infancia. Juvencio Valle, Premio Nacional de Literatura en 1966, fue el primer cantor del bosque chileno y, como Neruda, fue un escritor solidario y comprometido. Viajó a España en plena guerra civil para desempeñarse como corresponsal de medios de prensa chilenos, ahí amistó con casi todos los poetas de la Generación del 27, especialmente, con Rafael Alberti y Miguel Hernández. Es más, Juvencio estuvo tres meses y medio preso en las cárceles franquistas por ser sorprendido con documentación enviada desde París por Neruda, tendientes a la liberación de Miguel Hernández. Es conocido el apodo que le puso Neruda a su amigo: “Juvencio Silencio”, sin embargo, la vida de Juvencio Valle no tiene nada de plana ni silenciosa, tampoco su obra poética.


MC.- Mencionaste que tienes un libro inédito sobre el Winnipeg, ¿por qué no lo has publicado?, ¿qué te hace falta?

JG.- Como sabes, en mi libro “Neruda y España” hay un capítulo referido al “Winnipeg”, porque, por supuesto, es un libro sobre Neruda y su relación con España. El “Winnipeg” es eso, un capítulo en esa relación, pero, es un capítulo muy importante, es el resultado de toda esa experiencia, y este capítulo ya publicado, evidentemente no contiene toda la investigación y documentación reunida por más de veinte años. Cuando escribía “Neruda y España”, siempre pensé que algún día tendría que escribir un libro sobre el “Winnipeg”.


Es verdad que sobre este tema se ha escrito mucho, se han hecho películas y documentales. Pero sé, lo sé muy bien, que no está todo dicho. Se han repetido muchas fábulas, la memoria de muchos de los pasajeros y actores de este episodio ha flaqueado, se han tergiversado testimonios y se han mantenido mitos que, por entrañables y fantásticos, muchos autores no se han atrevido, o no han sabido desmentir. En este libro inédito se recogen muchos de los testimonios conocidos, otros absolutamente desconocidos y es el resultado de una rigurosa investigación. En él intento desmontar esos mitos y expongo nuevos datos. Uno de ellos, repetido hasta el cansancio, es aquel famoso cable enviado por el Presidente Aguirre Cerda a Neruda cuando el “Winnipeg” estaba a punto de zarpar a Chile. “Según informaciones de prensa… Ruego a usted cancelar el viaje…”. Este cable, dado a conocer por Neruda en sus memorias, citado por la mayoría de sus biógrafos, nunca existió. Un cable similar fue enviado a Neruda por el Ministro de Relaciones Exteriores, Abraham Ortega. No le indicaba en él que suspendiera en viaje, sino que se atuviera a las cifras de pasajeros acordadas. Otro dato equívoco, repetido muchas veces, es la presencia del Ministro de Salubridad, Salvador Allende, en el puerto de Valparaíso para recibir al barco. El “Winnipeg” arribó a Valparaíso la noche del 2 de septiembre de 1939, Allende asumió su cargo ministerial el 28 de septiembre del mismo año, o sea, 26 días después de la llegada del “Winnipeg”. No estuvo ahí ni como dirigente político, ni como Ministro de Salubridad.


El año antepasado, cuando se cumplieron 70 años de la llegada de los republicanos españoles, publiqué un breve ensayo con la vida útil del barco, desde su construcción hasta su hundimiento durante la II Guerra Mundial. Ésta crónica, aunque publicada, forma parte del libro. También forma parte de él un extenso ensayo sobre el aporte de los refugiados en Chile, desde su llegada hasta nuestros días. ¿Qué me hace falta para publicarlo? Simplemente hace falta un editor, nada más, pero nada menos que eso.


MC.- En casa de Poli Délano, escuchaste la denuncia de Manuel Araya sobre el presunto asesinato de Neruda, recientemente en la página Clarín.cl escribiste: “La versión del chofer siempre me ha parecido inconsistente, sin embargo el artículo ‘Muerte inducida’ demuestra lo contrario” (30/10/2011); ¿cuál sería tu conclusión sobre el juicio para esclarecer la muerte de Neruda y la posible exhumación?

JG.- Así fue. Hace ya varios años, en la casa de Poli Délano, en Cartagena, escuché la teoría sobre el supuesto asesinato de Neruda que nos daba Manuel Araya. Recuerdo que con nosotros, además de Poli, estaba el poeta Pablo Olivares. En ese momento, la versión del chofer me pareció muy poco consistente, sus argumentos no eran sólidos como para plantear seriamente la duda y menos para hacer lo que, pensé, se pretendía de mí, que era escribir un artículo con aquella historia. Tuve la impresión de alguien que busca notoriedad con un hallazgo sensacionalista. Así opiné las veces que me preguntaron al respecto. Luego, cuando el Partido Comunista, validando la versión de Manuel Araya, presentó la querella, pensé que era una decisión poco acertada, poco meditada. Sin embargo, cuando leí la entrevista al abogado Eduardo Contreras que publicaron el semanario “Proceso” de México y el “Clarín” de Chile, cambié totalmente de opinión y así lo comenté en la página que tú aludes. Los argumentos del abogado son sólidos y bien fundados. Por lo demás, con humildad, reconozco mi primera liviandad ante la denuncia del chofer. Si la dictadura fue capaz de asesinar a Orlando Letelier, al general Bachelet, a José Tohá, al general Carlos Prat; si atentaron contra Bernardo Leihgton y su esposa, si, en palabras de Pinochet, el avión que supuestamente trasladaría a Salvador Allende al exilio se tenía que “caer”; ¿por qué no podrían asesinar a Neruda, de la misma forma en que lo hicieron con Eduardo Frei? Todos estos preclaros personajes representaban una incuestionable oposición a la dictadura, desde dentro del país como desde el extranjero.


Creo que la investigación sobre este caso se hace necesaria. Hace pocos días leí un artículo en el diario “La Nación” en el que la Fundación Neruda señalaba que sería una profanación exhumar los restos del poeta. Y estamos de acuerdo, cualquier exhumación es una profanación, ahora, nadie quiere exhumar el cadáver sin una razón superior, y en este caso la razón es investigar y conocer la verdad. No es lo mismo que el poeta muriera de cáncer de próstata a que fuera asesinado por los militares, más aún cuando existe el antecedente del Caso Frei, donde se repiten nombres de médicos que también participaron en el ahora llamado Caso Neruda.


MC.- Finalmente, en agosto de 2003, enviaste una carta a la periodista Faride Zerán para desmentir una alusión personal publicada en el artículo Fundición Neruda: “Con Felipe Ruiz sostuve una conversación telefónica por más de una hora y en esa oportunidad hice denuncias graves y fundadas que no recoge la crónica de Rocinante”; ¿cuál era tu denuncia en contra de la Fundación Neruda?, ¿cómo describirías a los administradores del legado y copyright nerudiano?

JG.- Varias veces he opinado sobre la Fundación Neruda y, después de esa entrevista en Rocinante, varias veces me he negado a opinar sobre la misma. Y no porque no tenga opinión. Creo que las instituciones las forman las personas, y ahí, como en toda institución grande, hay buenas y malas personas, hay buenos y malos gestores. En la vida, como en las agrupaciones de personas, no todo es blanco ni todo es negro, existe toda una gama de colores, como existe toda una gama de situaciones y contextos en los que nos desenvolvemos.


Aunque ya han pasado varios años, recuerdo esa entrevista y el artículo “Fundición Neruda”, del periodista Felipe Ruiz. Creo que no estuvo afortunado el periodista, ya que hablaba de Jaime Valdivieso y de mí, y ambos nos vimos obligados a enviar sendas cartas de queja por las tergiversaciones. En mi caso, después de una larga conversación con el entrevistador, el artículo ponía en mi boca exactamente lo contrario de lo que yo le había señalado. Anotaba que la Fundación Neruda había incumplido las bases del concurso al negarse a editar el libro ganador. Sin embargo, las bases del concurso estipulaban que la Fundación no estaba obligada a editar el libro ganador. Cómo podía yo decir lo contrario de lo que decían unas bases hechas públicas, en una revista que dirigía uno de los jurados. Sin embargo, hasta hoy puedes encontrar páginas en la red en las que todavía “afirmo” lo escrito por ese periodista.


En el tiempo que transcurrió entre el fallo de ese concurso y la edición de mi libro, acudí a varias editoriales para su edición. En tres de ellas el proceso fue idéntico, una primera aceptación con entusiasmo y luego una negativa rotunda, aunque de pocas palabras. Recuerdo que la escritora Virginia Vidal me comentó al respecto: -“Aquí hay mano negra”, pero me negué a creerlo. Poco tiempo después, un editor me confesó que un director de la Fundación Neruda lo había amenazado con que tendría problemas si editaba el libro. Supuse que eso era lo que había sucedido con las otras dos editoriales. Le pregunté si esto era cierto a Jorge del Río, uno de los directores de la Fundación y me confirmó el hecho. Por una parte, la posición de la Fundación era razonable. Ellos habían invertido una cantidad considerable de dinero en el concurso y consideraban ser los dueños de los derechos, por otra parte, el libro ganador del concurso, por condición indicada en las bases, tenía poco más de cien páginas; el libro que yo quería editar tenía casi cuatrocientas. Por lo tanto, el reparto de derechos podía fácilmente haber quedado en un cincuenta por ciento para cada uno, pero, en esos días, la Fundación Neruda me ofrecía un porcentaje mucho menor del total de los beneficios. Esta intimidación a los editores, confirmada por un director de la Fundación Neruda, me pareció mucho más grave que lo que equívocamente anotaba el articulista en la revista Rocinante.


Después del bullado Premio, tuve una proximidad interesante con la Fundación Neruda. Al comienzo conocí gente muy valiosa, como lo fue Marcela Elgueta, verdadero motor de esa organización. Después, con su desaparición, las cosas ya se empezaron a torcer. Recuerdo que una vez presenté un proyecto para que la Fundación organizara un encuentro internacional de fundaciones culturales, donde se analizaran los problemas comunes. Neruda, entre tantas facetas, pensé, fue un organizador de sus pares, la Fundación que lleva su nombre está obligada a desempeñar el mismo papel con las suyas. En esos tiempos había un nefasto gerente ejecutivo, de muy malos recuerdos para muchas personas, que lo presentó como si el proyecto fuera suyo y no logró convencer a nadie. En otra ocasión, viajé a España con encargos de la Fundación, se trataba de contactar, de acordar una especie de hermanamiento con las Fundaciones de Miguel Hernández y de García Lorca. Cuando ya tenía los encargos tramitados de forma positiva, me llegó un correo en el que me decían que anulara todo lo acordado. En ese país, en el que viví por más de veinte años, la Fundación, por la poca seriedad, y yo, por “mentiroso”, quedamos a la altura del talón.


En los tiempos del mencionado nefasto gerente, pasaron cosas muy raras. Desconozco si por su propia gestión o por orden del directorio, no tengo pruebas para afirmar nada, pero, en ese tiempo despidieron a Bernardo Reyes, que organizaba el Tren de la Poesía, evento que no tiene, hasta hoy, parangón en Chile. También “renunció”, contra su voluntad, Tamara Walspurguer, la persona más honrada y eficiente que conozco, quien se desempeñaba como Directora de Archivos y Bibliotecas. Hasta hace un tiempo, en la página web de la Fundación Neruda, en el apartado Premios, se mencionaba al ganador del Premio Especial de Ensayo Pablo Neruda 1998, que fui yo. Después cambiaron el diseño de la página y ahora puedes ver los nombres y las biografías de todos los galardonados, los premios Pablo Neruda al poeta joven, los galardonados con la Medalla de Honor a personalidades destacadas del ámbito cultural, incluso los nombres de los alumnos del último curso del Liceo Pablo Neruda de Temuco que destaquen por el puntaje dentro de su promoción. Todos, menos el Premio Especial de Ensayo 1998, el más alto, desde el punto de vista económico, otorgado en Chile. ¿Alguien ordenó sacar esos datos de la página? ¿Fue un descuido? No lo sé, pero pienso que si yo le encargo a un informático el rediseño de mi página web, no puede cambiarme los datos si yo no se lo ordeno. Si fue un descuido, yo lo he comentado con personas de la Fundación y no se ha vuelto a incluir el dato. Por lo tanto, sólo quedaría como válida la primera interrogante, por infantil que resulte, ¿no? Aún así, puedes revisar las páginas de la revista Nerudiana y te encontrarás con colaboraciones mías, aportadas desinteresadamente. Si todos estos hechos son criticables, que lo digan otros, yo sólo apunto esto, o sea: Hechos.


viernes, 23 de septiembre de 2011

Dolor de ausencia


A mi querido José Miguel Varas

El hombre ha acumulado muchos conocimientos, descubrimientos, avances científicos y tecnológicos. Sin embargo, hasta ahora, nadie conoce lo que hay más allá de la muerte. Las teorías, religiosas o materialistas, son sólo eso; teorías. Algunos hablan de un cielo a la diestra de Dios, lo que llaman el paraíso, aunque también, según nuestro comportamiento, se puede ir a lo que llaman el infierno. Otros van más lejos y con el afán de quedarse en este mudo, creen en la reencarnación. Para muchos, el futuro después de muerto no existe, no hay nada. Nada de nada. Pero, ¿quién sabe cuál es nuestro destino después de muerto?

Cuando una persona muere a una edad considerada “normal”, cuando ya ha vivido, sufrido y disfrutado de todo lo que nos permite la naturaleza humana, es posible que, donde quiera que vaya, descanse en paz. He escuchado a muchos adultos mayores, entre ellos mi padre, decir eso de: -Ya es hora, o –Ya está bien. Y se van tranquilos, conforme a su (a nuestro) inexorable destino.

El dolor, la ira, la negación ante la muerte, es de quienes nos quedamos, es de la familia, es de los amigos. No aceptamos la partida de un ser querido. Nos negamos a no verlo más con nosotros. Nos rebelamos ante la partida. Es entonces cuando nos invade el dolor por la ausencia.

Conocí a José Miguel Varas cuando era editor en la desaparecida revista Rocinante, en las oficinas de la calle General Flores. Antes, como cualquier lector, sabía de él por sus cuentos y novelas. Me había citado para una posible colaboración en la revista. Cuando acudía a la cita, pensaba en esa equivoca fama que le habían echado algunos que no lo conocían bien, fama de serio, mal genio y bastante adusto. Nos reunimos en su pequeña oficina, rodeados de rumas de revistas que esperaban su distribución. Pienso que inmediatamente hubo empatía, eso que algunos llaman “feeling”. Comencé, desde ese día, a conocer un personaje afable y con un sentido del humor increíble. Eso sí, nunca le oí una carcajada. Su fino humor siempre lo practicaba con un rostro que reflejaba la más estricta seriedad.

A partir de ese día, nos seguimos encontrando, en eventos culturales, en presentaciones de libros o en actividades sociales, pero, sobre todo, hubo un par de años que nos encontramos muy seguido en la casa del arquitecto Fernán Meza, uno de sus grandes amigos. Varias veces, después de aquellas veladas, iba a dejar a su casa a Iris Largo, su esposa, y a mi ya entonces amigo José Miguel.

Recuerdo que cuando nació Oscar, mi primer nieto, me invadió una desbordante “abuelitis” aguda. Envié un correo a todos mis amigos comunicando la buena nueva y mi inmensa felicidad. José Miguel fue de los pocos amigos que contestó mi carta. Me contó su feliz experiencia como abuelo y me hizo varias recomendaciones, entre ellas que no permitiera que mi nieto me llamara Tata. -Es una costumbre muy chilena, -me dijo, -pero tiene connotaciones políticas. Hasta el día de hoy, mis nietos me llaman Yayo.

Cuando se editó mi libro “Neruda y España”, José Miguel escribió una hermosa presentación. En ella decía: “Erudito en los grandes hechos y en las minucias de la vida y la poesía de Neruda, preciso en fechas y sucesos, diestro y riguroso en el manejo de las fuentes”. Creo que nunca le dije lo orgulloso que me sentí por sus palabras, escritas por alguien que no regalaba elogios ni tenía compromisos con nadie.

Recuerdo un Primero de Mayo de hace ya varios años. Nos encontramos en la Alameda, cerca de la Estación Central, en medio de la manifestación. Él andaba solo, yo también, y nos acompañamos en medio de la gente. Cuando ya comenzaba a ser la hora de terminar el acto, vimos sin mucho asombro cómo los carabineros provocaron una batalla campal al pasar con sus carros por encima de los tenderetes que vendían libros. Nos fuimos caminando por una calle lateral para evitar al guanaco y las bombas lacrimógenas. -Estos no me caen bien, me dijo en aquella caminata. –son los que mataron a mi cuñado. Y me contó la historia de René Largo Farías, víctima de un crimen que ha quedado impune, como tantos otros.

Nos vimos muchas veces y cada vez lo admiraba más. Hace poco más de dos meses nos encontramos por última vez. Fue en el Segundo Encuentro de Escritores de Puerto Montt. Fueron seis días compartiendo viajes, cenas, desayunos, más de alguna actividad y, por supuesto, un asado y un curanto. Lo encontré feliz, aparentemente sano, con su fino sentido del humor intacto. Cuenta nuestro amigo Rolando Rojo el entusiasmo que despertó en los estudiantes su presencia. Por primera vez los alumnos del Liceo Politécnico Mirasol estaban frente a un Premio Nacional de Literatura.

Uno de esos días, cuando ya se acercaba la hora de una de sus participaciones en una mesa de trabajo, no lo encontrábamos. Wilma González me dijo preocupada: -Lo último que sé es que fue a almorzar a Angelmó y de ahí ya no lo he visto. Me preocupé mucho, fui caminando al hotel para ver si se había dormido. No lo encontré. Cuando volví a la sede de la universidad donde se realizaban las actividades, se me ocurrió ir a mirar a los baños. De ahí venía saliendo José Miguel. ¿Dónde estabas, le pregunté con cara de susto. –Es que uno no puede ir a mear, -me dijo con su cara de serio en broma.

No sé si me despedí de él en el aeropuerto. Sólo sé que, aunque parezca increíble, esta mañana tuve una acuciante necesidad de llamarlo, sólo para saber cómo estaba. No lo hice, no sé por qué no lo hice. Quizá por no molestar, quizá porque no encontré una buena excusa para llamarlo. Decidí que lo haría más tarde. Después me olvidé. No lo llamé.

Esta noche, cuando me disponía a ver una película de esas que distraen, me ha llamado alguien muy querida. –Se ha muerto Varas, -me dijo llena de incredulidad. Llamé a nuestro común amigo Poli Délano y me confirmó la triste noticia. José Miguel Varas ha muerto. Esta nota son mis lágrimas de dolor por tu ausencia, José Miguel, son mi lamento por no haberte llamado. No es la primera vez que me sucede. Dos veces he sentido la necesidad de llamar a sendos amigos y no lo he hecho. A los pocos días ya era tarde para hacerlo.

Querido José Miguel, donde quiera que estés, descansa en paz, con el amor de tu familia, con la satisfacción del deber cumplido y con el cariño y reconocimiento de tus amigos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Lo que nos enseñan los estudiantes


Antes pensaba que al Gobierno, a los sucesivos Gobiernos, les interesaban los violentistas en las manifestaciones porque así desviaban la atención hacia ellos.

Pensaba que a los carabineros les eran útiles los encapuchados que sólo iban a causar destrozos en las marchas, porque así tenían excusa para reprimir a todos los manifestantes.

Antes creía que los medios de comunicación tendenciosamente destacaban sólo los hechos violentos en las manifestaciones y no se habla del hecho importante, las reivindicaciones de la gente que se manifiesta.

Antes pensaba que el Poder Judicial liberaba inmediatamente a los que causaban saqueos durante las marchas porque al sistema le interesaba que estuvieran en la calle para nuevas manifestaciones.

Creía, con estupor, que los carabineros infiltrados en las manifestaciones masivas eran los verdaderos incitadores a la violencia.

Pensaba que las noticias injuriosas sobre los dirigentes de los movimientos reivindicativos eran verdaderas campañas orquestadas entre el gobierno y los medios para desacreditar a los líderes y causar la división.

Pensaba que es un sofisma pedir una educación “gratuita”. Nada es gratuito, todo lo pagamos con nuestros impuestos, directos e indirectos.

Antes pensaba que la campaña del terror iniciada por los políticos de Gobierno por la perdida del año escolar era una verdadera vileza.

Antes pensaba que todo eso era así. Ahora, después de la marcha de esta mañana, ya no lo pienso. Ahora estoy absolutamente seguro de que es así.

Sin embargo, lo importante no es lo que yo, como ente individual, piense y constate. Lo importante es que lo mismo ha sucedido con el 80 por ciento de la población. El restante 20 por ciento lo componen los empresarios poderosos, los políticos, sus familiares y lacayos y algún o alguna inocente que aún cree en el viejito pascuero. Es decir, es la inmensa mayoría del país la que exige cambios profundos en la sociedad chilena. No es un fenómeno propio de nuestro país. También está sucediendo en España, en Grecia, en muchos países.

Y como estoy seguro de lo que pienso, estoy con los estudiantes cuando dicen que los cambios se necesitan AHORA.

La inmensa mayoría exige cambios, pero…. sólo falta que esa inmensa mayoría se pronuncie en las urnas. Que los jóvenes se inscriban en los registros electorales, que votemos por gente nueva. Que mandemos a la mierda a todos los políticos corruptos, a los que mienten, a los que están en el parlamento sólo porque llevan un apellido de otro político corrupto que los antecedió, a los que prometen y luego, con verdadero descaro, no cumplen sus promesas.

Por mi parte, votaré por el candidato que prometa luchar contra la desigualdad; que esté a favor de legislar sobre el aborto, libre y gratuito; que se pronuncie por una educación y un sistema de salud libre, de calidad y público. Votaré muy a gusto por un candidato que proponga eliminar una de las dos Cámaras que hay en este país. Una Cámara y un Senado es un lujo que no podemos sustentar, ese dinero sirve para financiar otras leyes más útiles al país. Por ahora, sólo sirve para asegurar la vida de verdaderos parásitos que viven DE la política, y no PARA servir a la política. Votaré por un candidato que proponga una ley de incompatibilidades. Los políticos no pueden, no deben tener un segundo trabajo o acciones en empresas. Esta práctica sólo sirve para fomentar la corrupción; votaré por un candidato que proponga regular y controlar a los bancos y a las grandes multinacionales, esa que nos venden nuestra agua, que destruyen nuestro ecosistema y que se llevan nuestras materias primas. Votaré a gusto por un candidato a diputado que proponga bajarse los sueldos y las dietas. No es ejemplar que los políticos ganen sueldos y dietas que los pongan muy por encima de la realidad nacional. Así podrán saber cuánto cuesta un kilo de pan o un pasaje en bus.

Si eligiéramos este tipo de políticos, tendríamos gobiernos y parlamentarios que gobiernen con la gente y no contra la gente y no tendríamos que perder tiempo en marchas ni manifestaciones que desgastan y perturban. Sobre todo, tendríamos un país más justo y equitativo, no como el que tenemos ahora.

domingo, 4 de septiembre de 2011

"SENTADO FRENTE AL MAR"


Rolando Rojo.

Uno pronuncia Puerto Montt y de inmediato se le viene a la mente la popular canción de los Iracundos, aunque hayan pasado ya varias décadas de su estreno.

Invitado por la Agrupación Cultural “La Negra”, asistí al Segundo Encuentro de Escritores de Puerto Montt, “Caminando El Sur”, realizado entre el 31 de mayo al 4 de junio del 2011.

El grupo de escritores convocados lo integraba: José Miguel Varas, premio Nacional de Literatura (2006); Jorge Montealegre; Nelson Navarro, Cynthia Rimsky, Boris Quercia, Jorge Velásquez, Pablo Azócar, Paulo Huirimilla, Yuri Soria, Cristián Vila, Iván Quezada, Marcelo Paredes, Julio Gálvez, Gregory Cohen, Rayen Kvyeh, Camilo Brodsky y Camilo Castaldi.

Cinco días recorriendo un sur que -como dicen los escritores locales-: “nuestro sur, verde, húmedo, con olor a neblina y pan amasado, acá nos calentamos con estufa a leña y mateamos contemplando las gotas de lluvia en la ventana. En este territorio han surgido grandes escritores: Diamela Eltit, Francisco Coloane, Jorge Teiller, Edesio Alvarado” Agreguemos nosotros a René Arcos Levi (1964-2011) muerto en el pasado mes de mayo.

El Programa contemplaba diálogos literarios, visitas pedagógicas guiadas en liceos y escuelas municipales; tertulias literarias y mesas temáticas en la Universidad de Los Lagos.

Tuve la oportunidad de visitar el grupo escolar de Puerto Varas en compañía del poeta Paulo Huirimilla, nacido en Calbuco y destacado como una de las voces poéticas más potentes de la poesía mapuche. Paulo impresionó al auditorio presentándose y recitando en su idioma, contando anécdotas de su niñez, de los juegos mapuches, de su formación como lector y como escritor.

Mi segunda visita fue a los Muermos, a la Escuela Básica “Los Ulmos” en compañía del escritor y ensayista Julio Gálvez, autor de uno de los ensayos más completos sobre el Winnipeg, el barco que contrató Neruda para traer a los exiliados españoles a Chile. Julio es también un profundo conocedor de la vida y obra de nuestro premio Nobel. Ha sido galardonado en varios certámenes literarios. Los pequeños alumnos de la escuelita de Los Ulmos no olvidarán la clase que les dio Gálvez sobre Neruda.

Mi tercera y última visita la realicé junto a José Miguel Varas al Liceo Politécnico Mirasol. Por primera vez los alumnos estaban frente a un Premio Nacional de Literatura. Eso desató el entusiasmo estudiantil. Entrevistaron, fotografiaron y charlaron con el escritor que, con su típico humor, sencillez y paciencia respondió todas y cada una de las inquietudes de los estudiantes. En esta visita recibí una grata sorpresa: una alumna de primero medio, había leído mi novela “La Muerte de la Condesa Prokofich” y recordaba sus personajes y su trama. ¡Por fin, aparte de mi mamá, encontraba un lector de mi obra!

El encuentro de este Caminar el Sur “verde, húmedo, con olor a neblina y pan amasado” con mate junto a la ventana mirando caer la lluvia, terminó como debía ser: con curanto a la olla y las exquisiteces de ese mar inagotable.

domingo, 24 de julio de 2011

Cosas que suceden en Chile y a muchos no le inquietan


Leyendo la prensa en la red, me encuentro con un hecho alarmante. Denuncian los estudiantes de Concepción que el pasado día 21 de julio, Carabineros detuvo al estudiante Recaredo Gálvez Carrasco, de 21 años. Este joven es Secretario General de la Federación de Estudiantes de las Universidad de Concepción, estudiante de Ciencias Políticas y Administrativas de la misma Casa de Estudios. Según la denuncia, Carabineros golpeó salvajemente al dirigente hasta dejarlo inconsciente. Luego, lo entregaron malherido al Juzgado de Garantía de Concepción y lo acusaron, para tapar estos hechos y como un burdo montaje, de homicidio frustrado a personal de Carabineros.

Según los estudiantes, ese día se manifestaron en apoyo a los pobladores damnificados de Dichato, que están pasado su segundo invierno en condiciones precarias. Cuando volvieron al Campus Universitario, los Carabineros estaba ya dentro esperándolos. Reprimieron a los estudiantes desde dentro del referido Campus, con bombas lacrimógenas, balines, piedras, gases, agua contaminada con elementos alérgicos y lumazos. Fue ahí donde detuvieron a Recaredo Gálvez, quien hoy está detenido en prisión preventiva en la cárcel El Manzano. La Fiscalía y el Poder Judicial esperan que al menos lo esté por tres meses y he leído en algunos medios que arriesga veinte años de cárcel. O sea, aún no se comprueba la acusación, en la que todo hace ver que es resultado de un burdo montaje y ya le esperan tres meses de cárcel; aún no hay un juicio en el que se presenten pruebas, y ya se habla de veinte años de cárcel. Creo que vamos demasiado rápido. La razón y la verdad es, a veces, muy difícil de dilucidar. Pero, en vista de los acontecimientos, creo que no hay que ser muy inteligente para hacerse una idea de lo que pasó. Prueba de ello es que, en la página de los estudiantes, en dos días, ya hay 37 organizaciones, entre centros de alumnos y federaciones de estudiantes secundarios y universitarios, de norte a sur del país, sindicatos de trabajadores, asociaciones de funcionarios del estado, colegios de profesores, grupos feministas, que dan su apoyo al estudiante detenido.

Después de ver en un programa de TV las filtraciones y manipulaciones que hace carabineros en las manifestaciones reivindicativas; después de ver en otro programa de TV cómo en dos semanas unos simples periodistas tenían identificados a los vándalos que van a las manifestaciones sólo a robar y a causar destrozos, y no así carabineros, que cuenta con toda la infraestructura para ello, incluso la de intervenir teléfonos. Después de eso, no me extraña que los estudiantes acusen de montaje la detención de uno de sus dirigentes máximos.

Y con todo esto, qué logra el Gobierno? Logra desviar el tema. Se seguirá hablando de vandalismo, de atentados y no del meollo del asunto, que son las reivindicaciones de los estudiantes apoyados por una gran parte de la población. Ahora, si se descubre que se trata de un montaje, logrará unir aún más a los estudiantes y a la población en sus anhelos de cambio de estructuras.

Desde la cárcel donde está recluido, el estudiante Recaredo Gálvez Carrasco ha hecho una declaración, dando su versión de los hechos. Creo que es necesario conocerla. Veamos parte de lo que dice:

Fui detenido luego de la marcha y duramente golpeado al interior del bus de carabineros, hasta perder la conciencia. Desperté, sentado y esposado y con burlas en mis oídos. No supe el motivo de mi detención, sino en la Comisaría, varias horas después.

Cuando estuve en el Hospital, el médico de guarda increpó a Carabineros por la gravedad de los golpes sufridos en mi cabeza. Él ordenó que se me hiciera escáner y toma de rayos X, todo ello esposado, por orden de los uniformados y acompañado por un subteniente de Carabineros. (Las esposas eran de propiedad suya). La preocupación de Carabineros se hizo evidente y trataron de sacarme rápidamente del Hospital. Un carabinero volvió acompañado de un médico distinto, sin identificación, quien se burló de la lucha estudiantil y dijo que lo mío no era nada y me recetó unos anti inflamatorios. Carabineros intentó que firmara una declaración del motivo de mi detención que se me indicó después de horas y en ese momento se me dijo que por atentado contra carabineros. No supe el resultado de mis exámenes.

Maltrecho como estaba se me hizo esperar largamente en la Comisaría y recién se me leyeron mis derechos. Se me preguntó recién de qué color era mi ropa, mientras un Carabinero iba diciendo las respuestas por teléfono y se me presionó para que declarara que usaba una capucha negra. Curiosamente en la posterior declaración del oficial que dice ser objeto de agresión por mi parte, dice textualmente lo que el Carabinero hablaba por teléfono en dicha ocasión.

Se indica además, detalladamente, que lancé al oficial una bomba Molotov, lo que es enteramente falso, pues jamás lancé tal objeto. En mi mochila “aparecieron” dos botellas de néctar, pero que no contienen restos de nada. En mi mochila no encontraron nada, porque no había nada. En mis manos no hay restos de sustancias incendiarias, porque jamás transporté ni lancé nada.

Si Carabineros mintió en un comienzo, ¿qué puedo esperar para el futuro de mi juicio?

Cómo no pensar que Carabineros decidió todo esto, es decir, mi caso, sobre la base de mis responsabilidades como dirigente universitario. Cómo no pensar en un ataque a los dirigentes identificados por ellos como los más entregados en pos del movimiento estudiantil. Cómo explicar la brutal golpiza a la que fui sometido y la sucia mentira que han organizado.

Lo que han hecho no es más que una forma burda de ocultar la desmedida fuerza represiva que está utilizando Carabineros, respaldados por el Gobierno, en contra de todo el Pueblo de Chile. Y en este camino de la vergüenza policial han decidido que soy responsable de homicidio frustrado. La falta de pruebas en mi contra les caerá como una piedra en sus caras y la justicia les dará el castigo que merecen por mentir y tenerme preso.

La jueza, por su parte, decidió que debo estar en prisión por ser un peligro para la sociedad. Parece que hoy es ser un ser humano peligroso ser capaz de defender causas justas mediante la organización colectiva y transparente. Es un peligro para esta sociedad opresora que nosotros abramos los ojos y seamos capaces de para la Educación, las poblaciones, los centros de trabajo. Parece que siempre será un peligro que los estudiantes develemos nuestra injusta y mala educación y luchemos por su cambio, que los trabajadores detengan sus trabajos por sueldos dignos y trato justo; que los pobladores se cansen de las migajas, injusticias y exijan una vivienda digna. Es un peligro para esta sociedad opresora que la educación, el trabajo, la salud, y la vivienda sean dignas y para todos. Es peligroso para la sociedad organizada por unos pocos que muchos pretenden crean un mundo nuevo.

Desde niño aprendí que es peligroso decir siempre lo que pienso y es más peligroso aún motivas a otros para que también lo hagan. Aprendí que para triunfar lo mejor es demostrar claramente lo insuficiente de este mundo opresor, ganando mediante el debate y la democracia directa.

Hoy, el sistema me demuestra una vez más lo peligroso que soy y lo hace de forma más violenta, con golpes, mentiras y cárcel, privándome de la gente y del Pueblo que me da fuerzas.

Pero no estoy inquieto ni tengo temor porque sé que soy solo uno más, sé que fuera de estos barrotes hay cientos mejores que yo, así como algunos acá adentro.

que hoy mi nombre ha pretendido ser embarrado, pero las ideas que me hacen hombre libre no se alejarán de mi convicción cada vez más grande de luchar por un mundo mejor.

domingo, 12 de junio de 2011

Cero Tolerancia


A veces aparecen personajes jóvenes en el horizonte social y político chileno que nos hacen tener fe en el futuro. Tal es el caso de Natividad Llanquileo, vocera de los comuneros mapuches y Camila Vallejo, Presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile.

Natividad inspira fuerza, justicia, honestidad e inteligencia y, al contrario de tanta señorita moderna, carece de estridencia y de afán de protagonismo. Camila es energía pura, coherencia y rapidez mental. Y ambas, como si esto fuera poco, dos muchachas muy bellas.

Hace unos días anunciaban la participación de Camila Vallejo en el programa de TV Tolerancia Cero. Me dieron ganas de ver el programa sólo por escuchar a Camila, después desistí por que me temí lo que sucedió. Y tuve razón en no verlo, me evite el mal rato. Los panelistas de Tolerancia Cero otra vez no estuvieron a la altura de su invitada. El periodista Alejandro Kirk hace un comentario sin desperdicio del mentado programa y este sirve para conocer y desenmascarar a nuestros gurus televisivo.

Denuncia Alejandro Kira que Villegas, Del Río, Eicholz y Paulsen intentaron pulverizar a la Presidenta de la Fech en su programa del 5 de junio. Pero… veamos su comentario:

En ese tonito desdeñoso y paternalista con que se suele hablar en Chile a los niños, a los viejos y a las mujeres, los mosqueteros de la opinión pretendieron dar lecciones elementales a Vallejo, permitiendo así que ella demostrara por qué encabeza la principal organización estudiantil de Chile, y por qué miles de estudiantes la escuchan.
Y qué distinto el tratamiento a Vallejo, del que dispensaron estos cuatro señores hace dos semanas a la vocera oficial, Ena von Baer. A la Ministra, que demostró más allá de toda duda que no conoce ni las cifras, ni la historia, ni al pueblo que gobierna, a ella que cuando le preguntaron por algún error del Gobierno dijo “siempre se pueden hacer mejor las cosas”, a ella que mencionó varias veces la “ciencia política” sin acordarse de un sólo autor, a ella, que era fácil de pulverizar, le perdonaron la vida una y otra vez. Se inclinaron ante el poder y el dinero, matices más, matices menos.
Eicholz y Villegas se permitieron este domingo afirmar que el sistema educacional chileno es todo un éxito porque está lleno de estudiantes. Que la educación es un derecho siempre que se pague, porque es un producto igual que los alimentos y el transporte. Que el lucro, aunque ilegal, es legítimo. Y de nuevo recurrieron a la ignorancia o la mala leche -común en la derecha y el “centroizquierda”- de equiparar los salarios con el lucro: según ellos lucran los empleados, obreros y profesores de las universidades, así como lucran los temporeros del campo, los obreros de las fábricas o los choferes del transporte.
El lucro es la “ganancia o provecho que se saca de algo”, dice el diccionario de la RAE. En economía, son las utilidades de quien produce algún bien que se vende en el mercado, y que provienen de la diferencia entre los costos y el precio final del producto. Esta diferencia no es otra que la que existe entre el rendimiento del trabajador (productividad), y su salario. El concepto se llama plusvalía, lo definió Karl Marx, y muerto -por ahora- el fantasma del comunismo, es comúnmente aceptado en el mundo entero. Por tanto, un trabajador no lucra, un trabajador vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Quien lucra es el que compra esa fuerza de trabajo y la hace producir.
Lo que dijo Camila Vallejo es simple y diáfano: las utilidades de los establecimientos no deben ir a engrosar fortunas, sino a mejorar el sistema educacional. Utilidades que, como lo prueba un reciente estudio del CENDA, provienen principalmente de los fondos con que el Estado subsidia el sistema de créditos, porque la educación no produce hoy otra mercancía que fuerza de trabajo asalariada. Y el estudio del CENDA prueba además que en Chile prácticamente no existen universidades privadas, sino centros de docencia, con cero investigación y muy pocos profesores a jornada completa; que salvo cinco universidades, las demás no publican “papers” en revistas científicas y académicas. Y todo eso lo sabe Camila Vallejo, porque ese estudio fue encargado al CENDA por la propia FECh, que así sale a la calle y negocia con pleno conocimiento de causa.
Nadie, ni siquiera Vallejo, defendió abiertamente la idea de una educación pública y gratuita para todos. Tal es la magnitud de la victoria ideológica del neoliberalismo en Chile. Villegas intentó una y otra vez descalificar a Vallejo con la palabra “ideología”, como si sus argumentos (los de él) fueran cosas, objetos materiales. Y más aun, agregaba con un tono escandalizado que se trataba de “ideología de los años 60″, o sea, la época en que la educación chilena mostró los mayores avances de su historia, producto precisamente de la rebelión estudiantil y del magisterio.
Fue a fines de los años 60 que se hizo la gran reforma universitaria, que rompió el molde medieval de las universidades chilenas. Pero el sistema actual ya no es siquiera medieval -a fin de cuentas, las universidades medievales tenían una suprema y elitista dignidad- sino un mercado persa donde se venden a precio de oro conocimientos prácticos para tratar de sobrevivir.
Nadie, ni siquiera Vallejo, se acordó de Finlandia, el país que encabeza todos los parámetros educativos del planeta, con un sistema de educación inclusiva, igualitaria, pública y gratuita. Un sistema donde no hay exámenes en los primeros 12 años, ni a profesores ni a estudiantes. Un sistema en que los profesores gozan de estabilidad laboral y prestigio social (cuesta más estudiar Pedagogía que Medicina o derecho). Un sistema en que el primer examen para los postulantes a profesores es leer y explicar un libro. Y el segundo y el tercero también.
Si Camila Vallejo hubiese mencionado esto, seguro la hubieran descalificado con eso de que “son realidades distintas, no se pueden copiar modelos” ¿No? ¿Y qué se hizo en Chile? Se impuso un modelo a sangre y fuego, un modelo inventado en Chicago, extremista y cruel. Si se puede copiar ese tipo de modelo y destruir todo el tejido social de un país, junto al saqueo de sus riquezas, debe ser más fácil imitar uno constructivo, que cohesiona a la sociedad y protege el ambiente. Para hacerlo, en primer lugar, no hay que matar a nadie. Y segundo, no es una utopía, porque existe y funciona en un país que hace 50 años tenía el mismo PIB per cápita que Chile. Finlandia ocupa hoy el primer lugar mundial en competitividad; no vende, ni menos regala, como Chile, recursos naturales, sino tecnología. Y no es socialista.

lunes, 4 de abril de 2011

Cierro los ojos


Félix Ignacio Gálvez Cerpa

Mi padre

Cierro los ojos muy fuerte y busco con ansia la oscuridad completa. No lo logro. Lo intento apretando las palmas de las manos contra los párpados, pero es inútil. Siempre vuela alguna luz o alguna estrella luminosa entre los ojos y los párpados, siempre aparece algún brillo violeta que parpadea y no cesa.

Busco la oscuridad completa para imaginar qué podría ver mi padre encerrado en una urna de madera que se oculta bajo tierra. ¿Será que él también puede ver luces y estrellas luminosas en su viaje a través del túnel que describen algunos? ¿Ya habrá desembocado en el cielo?, aquel que nos enseñaron cuando niños y en el que todos son felices y están a la diestra de Dios. Cómo me gustaría ahora creer en ese cielo y en ese Dios. Sería un consuelo para no seguir pensando que ya no está mi padre conmigo, o mejor dicho, nuestro padre con nosotros. Sería un consuelo saber que está en un mundo mejor después de una vida de trabajo y de tres meses de agonía.

Mi padre, Félix Ignacio Gálvez Cerpa, hijo de Zócimo y de Eloisa, nació en Tinguiriríca, uno de los tantos destinos de mi abuelo, calderero y mantenedor de la maquinaria del campo. Vivió su niñez en la calle Dolores, en pleno barrio Pila. Aprendió el oficio de tapicero, con el cual se gano el sustento toda su vida. En ese oficio, aprendido de antiguos maestros españoles y de Moisés Machiavello, llegó a ser uno de los mejores. Mi padre contaba con orgullo que le había tapizado muebles a una descendiente de Arturo Prat, al escritor Benjamín Subercaseux, entre tantos otros, o que había trabajado con los hermanos Marcelo y Horacio Montero, verdaderos personajes de un Chile ya olvidado, o con Miguel Teitelboim, quién fue dueño de un taller de muebles.

Mi padre fue muy aficionado a la música, sobre todo al tango. Él y sus hermanas, Rebeca e Isabel, cantaban muy bien. Rebeca Gálvez cantó de forma profesional durante muchos años con el seudónimo de Dolores Santelmo. Esta tía mía fue uno de los orgullos de mi padre.

Se casó y tuvo ocho hijos. Soy el mayor de ellos y, según dicen los familiares, el que más se le parece. Yo también lo creo. Tengo muchas herencias suyas, buenas y malas. Los genes que nos trasmiten los padres no podemos disociarlos ni seleccionarlos. Tampoco lo pueden hacer nuestros hijos, que cargan con rencores y amores y con toda la herencia de nuestra naturaleza.

Me veo en él cuando disfruto de la música o cuando me conmueve un poema, cuando me emociona una película o cuando me disgusta alguna injusticia. Quizá la herencia más marcada que me dejó es el afecto por la literatura. No recuerdo que algún día escribiera una línea, pero era un consumado contador de historias, siempre inventadas por él y, muchas veces, las iba inventando a medida que continuaba el relato. Ahora pienso que fue un adelantado a lo que ahora llaman cuentacuentos o “literatura oral”.

Cierro los ojos muy fuerte y busco la oscuridad completa. No lo logro. Sólo logro ver la figura de mi padre. Lo veo alegre, sano, joven. Lo veo hablando y riendo con sus amigos, esos de tantos años y que también se fueron. Lo veo con el Lulo, con el Chico Mario, con Cañitas y Juanito el Zurdo; lo veo hablar con su compadre Machiavello; discute de política con el compadre Zambrano, con Don Martín y Gerardo; habla de fútbol con el Teo, con el Guatón Sergio y el Bustos. Lo veo martillando al terminar la tarde, silbando un tango, o escuchando a Charlo, a Fiore o al Polaco. Me remonto en el tiempo y veo a mi padre con sus sobrinos, Salvador y Manuel Jerez Gálvez, van en una antigua camioneta Ford a repartir carne por Maipú, Peñaflor o Malloco. Llevan prisa porque por la noche, en El Rosedal, van a oír cantar a Dolores Santelmo.

Cuando camino por las calles y veo un hombre mayor pienso en mi padre. Imagino que todos los que han perdido al padre piensan lo mismo, ¿por qué él y no este señor, que parece tener la misma edad? Entonces cierro los ojos y lo veo. Lo veo caminando por la calle, con paso seguro y con prisa. Lo veo llegando a casa, en la calle Marinero Pedro Aros, viene acompañado del Chéfalo, -mi guardaespaldas, -decía mi padre. Lo veo en la calle San Ignacio saliendo de la industria, con su infaltable bolso que se fabricaba él mismo. Lo veo aparecer por Paseo Gronhert para llegar a su casa en la población Villa Sur. Recuerdo algún día sábado en que lo acompañaba a hacer alguna compra al centro de la ciudad, cuando luego, después de los deberes, pasábamos a alguna fuente de soda de la calle Bandera a comer un completo o un sándwich acompañado de algún refresco. Ese bocado me sabía a gloria, como el té en choquero y un pan con queso que comíamos por la tarde cuando trabajé con él en la fábrica.

Sería un inmenso sofisma decir que mi padre murió de muerte natural o por causa de alguna incurable enfermedad. También sería un engaño y un oprobio a mi padre no declarar la verdad. Además, ante tanta desidia, no quiero ni puedo cerrar los ojos. En estricto rigor debo decir que a mi padre lo mataron en la UTI y en la sala de “Agudos” del Hospital Barros Luco – Trudeau. A mediados del año pasado le detectaron un incipiente cáncer de colon. Fue el detonante de su tortura. El doctor Ernesto Schultz Fernández, médico cirujano del Hospital Barros Luco – Trudeau lo convenció de que tenía que someterse a una intervención, -si no, la caca le saldrá por la boca, -le dijo. En tono más conciliador, agregó: -Es una operación muy simple, con no más de once días de hospital.

Era el mismo médico que dos semanas antes había convencido a mi padre de que no debía operarse. –Yo, a su edad, no me operaría, -le había dicho, -además, este cáncer se desarrollará como poco en dos años más. No sería aventurado decir, por su comportamiento, que ese médico es un lunático o un bipolar. A mi padre lo operó el doctor Schultz, el mismo que en una página de información médica publicada en la Red, dice y avala que: “Del análisis multivariable se determina que sólo la contaminación con deposiciones tiene valor como factor predictivo que sea dependiente de la técnica quirúrgica; el resto de las variables están relacionadas con comorbilidad del paciente y tipo de resecciones a desarrollar.”

Este cirujano, que en otra página de la Red dice que el índice de mortalidad en una operación como esta es del 1.1%, el mismo que analiza rigurosamente las multivariables, falló precisamente en esa, en la contaminación. Falló en su técnica quirúrgica. La unión de los intestinos quedó drenando, se le declaró una septisemia y a mi padre lo intervinieron dos veces más para hacerle un aseo quirúrgico de urgencia, evidentemente por otro equipo de cirujanos, mientras el doctor Schultz, urgentemente, se iba de vacaciones. Los once días de hospital se convirtieron en tres meses de calvario. Quizá todas estas estadísticas y porcentajes sólo sirvan para las clínicas privadas, donde también atiende el doctor Schultz.

Después de la intervención lo internaron en la UTI. Ahí prosiguió el sufrimiento. En ese lugar se contagió de otras enfermedades, entre ellas de neumonía. Se le complicó la respiración a causa de ello y, para ahorrarse el trabajo de aspirarle las flemas y la complejidad de la ventilación a causa de su nuevo estado, le hicieron una traqueotomía. En esa unidad se le complicaron los riñones y se le debilitó el corazón. Una de las tantas veces que lograron rescatarlo de una neumonía, lo enviaron a la sala de Agudos. Ahí fue aún peor. En la hora de visita diaria, mis hermanas lo encontraron varias veces mojado, sucio con sus propias deposiciones, con dificultades para respirar sin que nadie lo atendiera. Ante las quejas, comenzaron las brillantes explicaciones médicas. –Es que su padre está pagando su afición al cigarrillo, -dijo uno. Mi padre no fumó jamás en toda su vida. –Es que es un paciente de edad avanzada, -dijo otro. Es verdad, mi padre tenía 85 años, pero, independiente del asomo de cáncer de colon, tenía todos sus órganos en perfecto estado y, además, tenía un antecedente genético, mi abuela, su madre, murió con 106 años y era la persona más lúcida y sana que he conocido. Por otra parte, lo que no entendía el médico, y es su especialidad, es que mi padre no podía sanar si no le limpiaban sus meados y sus deposiciones. Cosas de médicos.

La última batalla fue aún más desastrosa. Quisieron hacerle una nueva operación para alimentarlo a través de un tubo conectado al estómago y así poder enviarlo a casa. Otra vez los médicos intentaban ahorrarse trabajo y responsabilidades. Nos negamos a ello. Mi padre entró al hospital caminando, con todos sus órganos en buen estado. El día que se internó, se levantó temprano, se duchó y preparó su desayuno. Eso no hubiese sido posible si hubiese sido un anciano inútil, como nos pretendían hacer creer los médicos. Ahora estaba postrado, respirando apenas, sin poder moverse, sin poder comer y sin poder hablar.

Mi padre murió el 23 de marzo de 2011. Nos avisaron del hospital media hora después que hubiésemos abandonado la sala de Agudos por fin de la hora de visita, una hora después de que nos informaran que sus constantes estaban bien. Volvimos al hospital. Esta vez ya no había restricciones para entrar a verlo. El médico que nos atendió nos dio su informe. Había fallecido por una falla pulmonar. Le hice saber que las neumonías las había cogido en el hospital, que su muerte era por infecciones intrahospitalarias. Con una mirada desafiante, simplemente me respondió: -Si.

Mientras mi padre yacía muerto en su cama de hospital, pudimos entrar varias veces a la sala. Esta vez el asombro tuvo tintes de horror. Nos dimos cuenta cómo tratan a los enfermos en las horas que no están sus familiares. Un paciente pedía agua, vi una enfermera intentando, de cierta distancia, acertar en la boca del paciente con un chorrito de agua que le lanzaba con una jeringa. Escuché a otra insultar a gritos a un enfermo que se quejaba de dolor. Presenciamos situaciones que denigran la condición humana. Esas personas, contratadas para cuidar enfermos, pagadas con el dinero de nuestros impuestos, pensarían que los pacientes, aunque fueran de edad avanzada, piensan, sienten, aman, sufren, tienen dignidad y tienen familia. Eso sucedía en la sala de Agudos del Hospital Barros Luco – Trudeau, el día 23 de marzo de 2011, la tarde en que murió mi padre. Me pregunto, ¿Cuántas veces harían lo mismo con él? Me desespera la respuesta.

Me agradaría que el cirujano que lo operó, que los jefes de servicios de las salas de Agudo y de la UTI tuvieran un poco de ética y dignidad, aunque fuera de esa falsa dignidad y altanería con que se dirigen a los familiares de los pacientes. Me gustaría que se explicaran, que me contradijeran. Es más, aceptaría gustoso que se querellaran judicialmente por este testimonio. Así tendría la oportunidad de documentar y explicar esto ante un juez. Pero se que no lo harán, precisamente por falta de dignidad y de ética.

Cierro los ojos con ira e impotencia y quisiera ver postrados en una cama de hospital público a todos aquellos que trabajan en él. Quisiera verlos recibiendo la misma atención que ellos proporcionan a los enfermos. Pero es inútil, los médicos y los enfermeros no acuden a la salud pública. Sin embargo, quisiera darles un simple recado a los poderes políticos y fácticos de este país:

Señores de la TV: no hagan reportajes para demostrar que cualquiera con un delantal blanco puede entrar a los recintos hospitalarios. Háganlo para mostrar cómo tratan a los enfermos en la sala Agudos del Hospital Barros Luco – Trudeau. Pregunten por qué en esas salas, en las que se pretende tratar a los enfermos graves, se concentra el máximo de virus e infecciones de todo el hospital. Pregunten cuál es el índice de mortalidad en esa repartición. Pregunten quién controla a los/as enfermeras en el trato a los pacientes.

Señor Jaime Mañalich, Ministro de Salud: A veces pienso que, igual como no reparan las carreteras para obligar al usuario a usar las autopistas concesionadas, del mismo modo no se mejora la salud pública, para obligar al usuario a recurrir a la medicina privada. Señor Ministro, el caso de mi padre está denunciado por escrito en la dirección de todas las reparticiones correspondientes, incluso en una página de denuncias de Internet hay una queja firmada por mi hermana. Aunque todos nos encontraron la razón, nadie hizo nada. Una vez lo escuché decir que hay que denunciar lo que no funciona. Señor Ministro, creo que lo suyo fueron palabras la viento. La evidencia me hace creer que usted ignora que los médicos de ese hospital incumplen el más mínimo deber para con el paciente, que es el de informar de su estado a los familiares. Usted ignora, señor Ministro, que a los pacientes les roban todas sus pertenencias, las mismas que en un listado solicitan los enfermeros para ellos. Enseres y complementos que deberían estar en el stock del hospital. Sabe usted, señor Ministro, que la sala de Agudos del Hospital Barros Luco – Trudeau es atendida sólo por estudiantes de medicina. Creo que usted ignora muchas cosas, señor Ministro, y si las conoce y calla, peor es su culpa. Ignorarlas ya es una falta, conocerlas y callarlas, agrava la falta.

Señor Presidente Sebastián Piñera: Usted hizo promesas electorales. Entre ellas solucionar el problema de la deficiente atención en la salud pública. Lo vi y lo escuché en un debate televisado. Mi padre murió porque usted aún no cumple sus promesas y mientras más tarde en cumplirlas, otras personas morirán por su tardanza. Es cierto que para mi padre usted no era el candidato de su elección, pero, en reiterada ocasiones, usted ha dicho que es el presidente de todos los chilenos. Por favor, señor presidente: demuéstrelo.

Espero que algún mensajero sensible, anónimo o público, pueda dar este recado a sus destinatarios.

Cierro los ojos muy fuerte y veo lo que no quería ver. Veo a mi padre muerto. Es muy desgarrador tener que verlo así. Como cualquier ser humano, tenía que morir. Podía haber muerto varios años atrás, de cualquier enfermedad o accidente, son cosas que pasan todos los días. Es verdad que llegó a una edad avanzada. Es verdad que no todas las personas llegan a conocer a sus nietos y biznietos, como sucedió con mi padre. Es verdad que le descubrieron una enfermedad grave y mortal si no se atiende a tiempo, pero no murió por esa enfermedad. Murió por la desidia de seres inhumanos, indolentes y negligentes. Murió después de tres meses de tortura en la sala de un hospital público.