miércoles, 24 de agosto de 2016

PERO PARA MI NO MURIÓ UNA "LACRA"; MURIÓ MI ALUMNO.

Digo y sostengo que la crisis en la educación y en la salud no sólo en una carencia de medios; también tiene que ver con la actitud de los que trabajan en ello.
Hace unos días, en Quilicura, dos jovenes, de 16 y 17 años, murieron tras perder el control del auto que acababan de robar y estrellarse contra un árbol a más de 160 kilómetros por hora mientras huían.
Mucha gente expresó en las redes sociales su alegría por la muerte de los jóvenes. Cada historia tiene dos versiones y Daniela, la psicóloga que ejerció como profesora jefe de uno de ellos, utilizó Twitter para dar a conocer que uno de ellos era uno de sus alumnos.
Esto es lo que dijo Daniela, una profesora comprometida y digna:

“Voy a contar una historia. No sé si le pongan mucha atención, pero la contaré igual. El año 2011 llegué a trabajar a mi pega actual. Un colegio con alto índice de vulnerabilidad en la comuna de Quilicura. Ahí lo conocí. Un niño de 7º básico cuyo nombre empecé a escuchar frecuentemente por su conducta. Se portaba re mal el cabro. El típico chiquillo inquieto, con ganas de hacer otras cosas, le costaba estar tranquilo en clases, pero era entrete conversar con él.
Al año siguiente, en 8º básico, tuvo una nueva profe jefe, la que se accidentó en marzo, y el curso necesitaba que alguien se hiciese cargo. Asumí yo. Total, sería por un par de semanas, pensé. Estuve 3 años con ellos. Y este cabro, pasó a ser mi desafío personal. Estuve todo octavo buscando la manera que no se perdiera, que fuese a clases, que llegara.
Tuve miles de conversaciones con él, me empecé a acercar y sentí que empezaba a tener un vínculo. Recuerdo cuando me habló de su padre… “Tía, él está en la cárcel y yo no quiero ser como él”. Después de esa conversa empecé a tener pequeños logros.
Habías días completos donde escribía o semanas en que no faltaba. Igual muchas veces se portaba re mal y eso cansaba a los profes. Como yo no hago clases, pasaba horas en la sala acompañándolos, ayudándolos, explicando materias. Y él me permitía. Me la jugué (y varios más) para que él siguiera en el colegio en primero medio. Yo seguiría siendo su “profe” jefe.
Creo que primero medio fue el mejor año. Ocupamos la estrategia de que fuese colaborador oficial del colegio. ¿Qué significa? Nos ayudaba en cuanto acto había. Cargaba sillas, corría bancas, armaba escenarios. Se quedaba después de clases y le encantaba. Él elegía a otros niños para que le ayudasen en estas labores, él coordinaba, organizaba y cargaba con ellos. Siempre con una sonrisa.
Varios en el colegio tenemos el recuerdo de ellos tirando un carro con uno arriba, muertos de la risa, cargando cientos de sillas. Empezó a acompañar en las salidas pedagógicas a cursos más chicos, y ayudaba a cuidarlos. Todavía me acuerdo cuando fuimos al zoo con 1º y se hizo cargo de 5 pitufos, los más malillas del curso. Puntos de 7 años. Los hizo subir y bajar el cerro muchas veces. Tipo 14 horas me lo encontré abajo, rodeado de los niños, todos tomando helado. Felices. él les compró. De vuelta al colegio, le dije que fue valiente de hacerse cargo de 5 niños tan inquietos, y que lo había hecho super bien. ¿Qué me dijo? “Tía, es que yo soy como ellos, entonces los entiendo”. Puta, yo feliz. Orgullosa de lo que estábamos haciendo.
El colegio fue sede de elecciones y ahí estuvo acarreando mesas y sillas. Hasta fotógrafo fue una vez, en un acto. Demás está decir que sacó fotos maravillosas.
No tenía una conducta ideal, pero yo sentía que algo bueno estábamos haciendo con él. Cada vez faltaba menos y se controlaba más en la sala. Habían días malos. Esos días me lo llevaba a mi oficina y hacíamos las tareas ahí. Era pésimo en matemática. Le gustaba historia. Pero lo que más le gustaba era armar y desarmar cosas. Amaba tecnología y mi oficina estaba llena de sus trabajos.
En 2º medio seguimos en la misma dinámica, al menos el primer semestre. Me acuerdo que me ayudó a organizar el ver el partido del mundial. Llevó su parrilla eléctrica,hicimos choripanes para ver el Chile-Holanda. Nos comimos 120 con el curso. después dejó todo ordenado.
Pero el segundo semestre lo empezamos a perder… empezó a faltar, estaba desmotivado. No sé en que punto lo perdí. Yo seguí teniendo un buen vínculo con él y eso me permitía hablarle harto. Mucho. Pero yo sentía que cada vez costaba más sostenerlo. Un día, descubrimos que él junto a un chico más grande, robaron una pequeña (pero indispensable) mesa de sonido del colegio. Hablamos con ellos. La tenía en su casa, la fue a buscar y la entregó. Hablamos con sus padres, que se enojaron con nosotros. Nunca entendí mucho la postura de sus viejos ni su enojo. Pidieron que no lo consideráramos más como colaborador y que se lo iban a llevar del colegio a él y sus hermanos chicos. a fin de año.
Él obviamente tomó una postura a la defensiva, se empezó a portar muy mal y volvió a ser desafiante. Tuvimos que sostenerlo. Los profe, y se entiende, ya no tenían mucha paciencia y yo varias veces lo llevé a mi oficina a que hiciera pruebas o trabajos. Las últimas semanas lo mandaban a dar pruebas no más, y no lo matricularon en la fecha que correspondía.
A mediados de enero (la matrícula comenzó en agosto del año anterior) la mamá fue al colegio a pedir la matrícula. Ya no habían cupos. Que lo de llevárselo era un cuento del papá, de orgullo. Matriculó a los dos chicos y el mío se fue a otro colegio.
La mamá me dijo que estaba preocupada por las “juntas” que tenía. Algo había pasado de un asalto a una botillería donde estaba metido. Le insistí que era muy importante que él estudiara y no desertara.
No duró mucho en el otro colegio. Lo echaron y estuvo todo el año pasado sin estudiar. Perdió el año. Y ese año sin estudiar, fue propicio para que tomara malas decisiones. Empezó a cometer delitos. Un par de veces llegó al colegio a saludar. Otras veces llegó volado con otros amigos. Ahí el que lo veía le insistía en que estudiara, que retomara el colegio, que no se quedara. Este año, retomó. Empezó a estudiar mecánica. Y cuando supe, me alegré. Le encantaba armar y desarmar.
Hace un poco más de una semana, estuve hablando con su hermano chico, que está en 4º básico. Y me contó como andaba. No me contó cosas buenas. Pero me dijo que estaba contento con la mecánica y que iba a trabajar en eso con un tío. Ese fue mi punto de esperanza. Ya, este cabro lo tiene que lograr. Si no pudimos nosotros apoyar, iban a poder otros.
Y bueno, el final de la historia ustedes la saben. Murió después de robar un auto y chocar a muchísima velocidad, el domingo. Iba manejando.
No se imaginan lo que fue mirar su cara en la tv. Escuchar su nombre. En mi vida había sentido una frustración tan grande. Y llevo 3 días preguntándome en qué momento lo perdimos. Y miro a los cabros de la media y siento pánico de perderlos también.
Y puta, sé que no hizo cosas buenas. Pero para mi no murió una“lacra”. Murió mi alumno. El que yo tanto quería y con el que tanto intentamos. Pero no pudimos. Fracasamos. Y tengo pena.

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