http://bv.gva.es/documentos/lab17.pdf
y la reseña se las enseño a continuación:
Winnipeg.
Testimonios de un exilio. Gálvez Barraza , Julio. Sevilla:
Renacimiento, Biblioteca
del
exilio, 2014, pp. 423. Yasmina Yousfi López. gexel - cefid
Universidad Autónoma de Barcelona.
Laberinto (Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles) N.º 17, 20015. pp. 510-512.
Laberinto (Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles) N.º 17, 20015. pp. 510-512.
La palabra Winnipeg es alada. La vi volar por primera vez en un
atracadero de vapores, cerca de Burdeos. Era un hermoso barco viejo,
con esa dignidad que dan los siete mares a lo largo del tiempo.
Pablo Neruda
¿Dónde queda Chile? En el fin del mundo, era la respuesta.
Virginia Miranda, pasajera del Winnipeg.
La
profusa trayectoria del escritor y ensayista chileno Julio Gálvez
Barraza (Santiago de Chile, 1949) se ha detenido en numerosas
ocasiones en el tema del exilio republicano español de 1939 en
Chile. Setenta y cinco años después de la llegada del Winnipeg a
Valparaíso, Renacimiento publica Winnipeg. Testimonios de un exilio,
el resultado de una necesaria investigación que ya vio la luz en
2012 gracias a la editorial chilena Cal Sogas. Se trata de un estudio
que, por una parte, reconstruye detenidamente la diáspora de 1939 a
Chile y, por otra, el proceso de integración de los españoles en su
país de acogida. Es conveniente, pues, hacer hincapié en el modo en
que Gálvez realiza esta reconstrucción histórica —«detenidamente»—
porque Winnipeg.... se erige como un gran testimonio forjado por
múltiples voces recogidas a lo largo de un meritorio trabajo de
documentación del que destacan la búsqueda de fuentes
hemerográficas y la realización de entrevistas.
El
libro comienza con un capítulo titulado «Un exilio distinto» en el
que Gálvez narra el desarrollo de los primeros días de exilio
chileno, desde que el Winnipeg atracó en Valparaíso, el 3 de
septiembre de 1939, hasta el proceso de acomodamiento en pensiones,
casas particulares... que el Comité de Ayuda a los Refugiados brindó
a los españoles días después. Se trata, pues, de una descripción
muy detallada que parte de una concatenación de anécdotas,
extraídas, principalmente, de testimonios orales y artículos de la
prensa chilena de la época. Este ejercicio de literatura testimonial
da al lector la oportunidad de conocer las sensaciones y las primeras
impresiones que los españoles tuvieron al pisar tierra firme.
Palabras de exiliados, con nombres y apellidos, y de chilenos,
entusiasmados por el acontecimiento, contribuyen a mostrar la cara
más íntima, también la más emocionante, de tal encuentro, y a
poner el acento en un hecho que, relegado frecuentemente a un segundo
plano, cobra, aquí, la importancia merecida: el admirable
comportamiento altruista de los chilenos, esa primera toma de
contacto entre dos pueblos que se disponían a convivir. Gálvez
desgrana paulatinamente este punto a lo largo del libro a través de
temas diversos como, por ejemplo, las dificultades de la misión de
Neruda como Cónsul Especial en Francia, las presiones y la crisis
ministerial que sufrió el gobierno de Pedro Aguirre Cerda en el
proceso, las campañas de prensa chilena a favor de la llegada de los
exiliados, como la de la revista Qué hubo, o la adecuación
profesional, por gremios, de los españoles en función de las
necesidades del país andino.
Resulta
interesante, también, el capítulo dedicado a la odisea marítima
del buque, que zarpó de Francia un 4 de agosto y que, según «el
informe Neruda» —reproducido en este ensayo—, entre refugiados y
algunos chilenos que combatieron en las Brigadas Internacionales,
llevaba a bordo 2.004 personas, cifra aún especulativa —que
contrasta con los datos de la última investigación sobre el
Winnipeg, Los españoles del Winnipeg de Jaime Ferrer Mir que cita a
2.300 tripulantes— e incompleta. Gracias a los recuerdos de
Leopoldo Castedo, Montserrat Julió, Roser Bru, Ovidio Oltra, entre
otros, a las cartas para el Cónsul Especial para la Inmigración de
chilenos combatientes en las Brigadas Internacionales que se
conservan en la Fundación Pablo Neruda y a otros relatos recogidos
en el homenaje Winnipeg. 60 años editado por el Centro Cultural de
España en Chile, la narración incurre en el día a día de los
pasajeros y de la tripulación: se habla de los problemas iniciales
del viaje como el
insuficiente
personal de servicio, que se solventó con la ayuda de doscientos
pasajeros en máquinas, cocinas, limpieza, enfermería, comedores...,
se describen las actividades culturales ofrecidas, las charlas de
«chilenidad», se reconoce el apoyo recibido en las escalas, como en
Isla Guadalupe, se señalan los incidentes en puerto de Colón, cerca
del Canal de Panamá, donde el barco fue declarado «en cuarentena»,
o la incertidumbre alentada por informaciones radiofónicas sobre la
firma del pacto de no agresión entre la Alemania nazi y la Unión
Soviética que generó discusiones políticas y el distanciamiento de
los miembros del Partido Comunista.
En
cuanto al apartado que analiza el proceso de integración de los
exiliados en Chile, merece la pena mencionar que Gálvez, si bien
continúa alternando testimonios que evidencian la solidaridad del
pueblo chileno, también rescata la dura polémica desatada por parte
de la derecha chilena ante las campañas a favor de la inmigración
que valoraban la mano de obra española para el desarrollo del país
—apoyadas por los miembros de la Conferencia Panamericana de Ayuda
a los Refugiados, celebrada en
febrero
de 1940 en Ciudad de México, donde se consideró a Chile como uno de
los países idóneos para acoger a más exiliados—. El miedo a que
los españoles provocaran desocupación en el sector obrero chileno
era el argumento de las facciones más conservadoras del país,
representadas por cabeceras como El Mercurio y El Diario
ilustrado. Gálvez recoge sus artículos más controvertidos, así
como otros de la revista Qué Hubo, interesada en ilustrar
casos de refugiados para dar muestra de su pronta
integración
en el país, por lo que esta batalla periodística, convenientemente
documentada, se alza como uno de los capítulos más sugestivos del
ensayo.
Tampoco
queda atrás la revisión de los aportes del exilio donde el autor
describe, princialmente, proyectos intelectuales como la editorial
Cruz del Sur, el Teatro Experimental y la trayectoria individual de
escritores, críticos, periodistas, filósofos, músicos, pintores e
historiadores influyentes como Pablo de la Fuente, José Ricardo
Morales, Diana Pey, Leopoldo Castedo, Darío Carmona, Roser Bru, José
Ferrater Mora... La edición de Renacimiento, además, añade un
valioso epílogo que robustece estos Testimonios de un exilio y
revela, definitivamente, parte del modus operandi del autor: se
reproducen íntegramente dos recientes entrevistas a pasajeros del
Winnipeg, Víctor Rey, «el ingeniero de altos ojos», y el pintor
José Balmes, «el más chileno de los exiliados», que despiertan
sus recuerdos y hablan largo y tendido acerca de su vida, la guerra,
la familia, el trabajo, el exilio ... y, sobre todo, acerca de Chile.
Si bien Gálvez es consciente de que los testimonios «no siempre son
el reflejo fiel de lo sucedido», mediante el contraste exhaustivo de
fuentes orales y escritas, complementarias en muchos casos, consigue
dignificar un capítulo más de nuestro exilio republicano de 1939
reconstruyendo no solo la memoria de los que contribuyeron a que
«América se hiciese», como tantas veces ha indicado José Ricardo
Morales, sino también la de aquellos que, desde antes de que el
Winnipeg atracó en Valparaíso, les tendieron su mano solidaria.
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