Publicado en: Revista de Libros, El Mercurio, Viernes 14 de abril de 2006
Por
primera vez se da a conocer una carta confidencial que la poeta y
Premio Nobel envió en 1948 a Julián Huxley, intercediendo por su
gran amigo Luis Enrique Délano.
En
marzo del pasado año, en esta misma Revista, el profesor Luis Vargas
Saavedra publicó un artículo sobre la correspondencia de Gabriela
Mistral con Luis E. Délano. En él hace referencia a una carta
enviada a Délano el 2 de septiembre de 1948, vía Ciro Alegría. "La
correspondencia entre la poeta Nobel y L. E. Délano —señala
Vargas Saavedra— demuestra que la cónsul de Chile en Santa Bárbara
era una fiel admiradora de la grandeza poética de Neruda".
Gabriela Mistral conoció bien a Délano, trabajaron juntos en Madrid, coincidieron en Estados Unidos, en México e Italia. Ella definió , mejor que nadie las nobles cualidades del escritor. "Un caballero de convivio literario de cuya boca aseada por natural y educación no salta el hálito hediondo de la maledicencia literaria, fiebre pútrida del gremio en razas latinas. Un sentido austero de su oficio de escritor que repugna la improvisación y que ve la profesión en su hecho exacto de temperamento y de técnica por dosis iguales. Un hombre sudamericano que al revés de los de nuestra casta se ha formado decididamente para convivencia humana y que limpiará de desorden y de suciedad a cualquier grupo..." («Recado sobre el mar y sobre un contador del mar», diario El Mercurio, 8 de septiembre de 1935).
Una desconocida carta enviada a Julián Huxley, cuya copia seguramente iba en el mismo sobre dirigido a Délano, enviada el señalado 2 de septiembre de 1948, vía Ciro Alegría, confirma el cariño y la preocupación que tenía Gabriela por don Luis Enrique y su familia.
Si contextualizamos la época en que fue escrita, veremos que en Chile eran los tiempos de la famosa Ley Maldita, días en que la prensa santiaguina encabezaba sus portadas con las novedades de la verdadera cacería emprendida en contra del senador Pablo Neruda y los dirigentes comunistas. Délano, como militante de ese partido y como cónsul de Chile en Nueva York, debía de poner sus barbas a remojar.
Gabriela era precavida con su correspondencia, sobre todo después del traspié con la publicación en Chile de aquella carta personal que le costó el puesto de cónsul en Madrid, el año 1935. Durante su desempeño en Santa Bárbara, no le escribía a Délano directamente al consulado, sino a través de Ciro Alegría, quien vivía en Yonkers, pueblo vecino a Nueva York, donde Délano recogía las cartas. Además, en el encabezamiento de la copia de la carta que dirigiera a Huxley, le advierte: "El original enviado directamente por vía aérea a Huxley. Esta carta es confidencial para Ud. también".
La misiva, resguardada en su confidencialidad por muchos años en los archivos de Luis Enrique Délano, dice:
Gabriela Mistral conoció bien a Délano, trabajaron juntos en Madrid, coincidieron en Estados Unidos, en México e Italia. Ella definió , mejor que nadie las nobles cualidades del escritor. "Un caballero de convivio literario de cuya boca aseada por natural y educación no salta el hálito hediondo de la maledicencia literaria, fiebre pútrida del gremio en razas latinas. Un sentido austero de su oficio de escritor que repugna la improvisación y que ve la profesión en su hecho exacto de temperamento y de técnica por dosis iguales. Un hombre sudamericano que al revés de los de nuestra casta se ha formado decididamente para convivencia humana y que limpiará de desorden y de suciedad a cualquier grupo..." («Recado sobre el mar y sobre un contador del mar», diario El Mercurio, 8 de septiembre de 1935).
Una desconocida carta enviada a Julián Huxley, cuya copia seguramente iba en el mismo sobre dirigido a Délano, enviada el señalado 2 de septiembre de 1948, vía Ciro Alegría, confirma el cariño y la preocupación que tenía Gabriela por don Luis Enrique y su familia.
Si contextualizamos la época en que fue escrita, veremos que en Chile eran los tiempos de la famosa Ley Maldita, días en que la prensa santiaguina encabezaba sus portadas con las novedades de la verdadera cacería emprendida en contra del senador Pablo Neruda y los dirigentes comunistas. Délano, como militante de ese partido y como cónsul de Chile en Nueva York, debía de poner sus barbas a remojar.
Gabriela era precavida con su correspondencia, sobre todo después del traspié con la publicación en Chile de aquella carta personal que le costó el puesto de cónsul en Madrid, el año 1935. Durante su desempeño en Santa Bárbara, no le escribía a Délano directamente al consulado, sino a través de Ciro Alegría, quien vivía en Yonkers, pueblo vecino a Nueva York, donde Délano recogía las cartas. Además, en el encabezamiento de la copia de la carta que dirigiera a Huxley, le advierte: "El original enviado directamente por vía aérea a Huxley. Esta carta es confidencial para Ud. también".
La misiva, resguardada en su confidencialidad por muchos años en los archivos de Luis Enrique Délano, dice:
Respetado
y querido Dr. Huxley:Perdone Ud. mi abuso y hágame la gracia de unos
momentos tan preciosos como los suyos.
Sé que el chileno Enrique Délano, colega y amigo mío, le ha escrito y pienso que yo le debo a Ud. una información acerca de él.
El Sr. Délano ingresó, por mí, en el servicio consular como Secretario en el Consulado de Chile en Madrid. El sirvió allí con una perfecta ética profesional. Aprecié su gran capacidad de trabajo, su inteligencia y práctica de tipo anglo-americano (Délano pertenece a la familia Roosevelt). Hay en él, además, cortesía y bondad humana.
Yo estaría feliz de saber que esta familia vive en ambiente europeo (la Sra. Délano es de sangre francesa); pero sobre todo, me daría gran tranquilidad el saber el golpe de violencia que ha caído sobre ellos no aleja a Délano de la vida intelectual ni hace crecer en un hogar con miseria a su hijo, que se crió bajo mis ojos. Porque esta familia vivió en mi casa y me siento ligada a los tres.
Si fuese posible que mi compatriota y colega en letras trabajase cerca de Ud., sus deseos y los míos estarían colmados y los intereses reales de la América del Sur serían servidos lealmente por uno de los mejores jóvenes nuestros.
Hágame la gracia de presentar mis respetos y mis afectos a Mrs. Huxley, y Ud., querido Maestro, reciba el saludo y los votos de una amiga muy devota que sigue su obra desde lejos.
Gabriela Mistral
Sé que el chileno Enrique Délano, colega y amigo mío, le ha escrito y pienso que yo le debo a Ud. una información acerca de él.
El Sr. Délano ingresó, por mí, en el servicio consular como Secretario en el Consulado de Chile en Madrid. El sirvió allí con una perfecta ética profesional. Aprecié su gran capacidad de trabajo, su inteligencia y práctica de tipo anglo-americano (Délano pertenece a la familia Roosevelt). Hay en él, además, cortesía y bondad humana.
Yo estaría feliz de saber que esta familia vive en ambiente europeo (la Sra. Délano es de sangre francesa); pero sobre todo, me daría gran tranquilidad el saber el golpe de violencia que ha caído sobre ellos no aleja a Délano de la vida intelectual ni hace crecer en un hogar con miseria a su hijo, que se crió bajo mis ojos. Porque esta familia vivió en mi casa y me siento ligada a los tres.
Si fuese posible que mi compatriota y colega en letras trabajase cerca de Ud., sus deseos y los míos estarían colmados y los intereses reales de la América del Sur serían servidos lealmente por uno de los mejores jóvenes nuestros.
Hágame la gracia de presentar mis respetos y mis afectos a Mrs. Huxley, y Ud., querido Maestro, reciba el saludo y los votos de una amiga muy devota que sigue su obra desde lejos.
Gabriela Mistral
En el ensayo "Recuerdos dispersos de Gabriela Mistral", publicado en la revista Araucaria de Chile (N° 8, Madrid, 1979), Délano recuerda la época y la preocupación de Gabriela: "Cuando se produjo la traición de González Videla, personaje a quien Gabriela había tenido como jefe en Brasil y porquien sentía absoluto desprecio, Gabriela empezó generosamente a preocuparse de mi futuro, pues había motivos para prever que yo no duraría mucho en mi cargo... Me advirtió que me preparara, pues tarde o temprano me expulsarían, como ocurrió. Le escribió a Jaime Torres Bodet, entonces jefe de la Unesco, dándole referencias mías con vista a un trabajo...". Délano escribió su ensayo sobre Gabriela casi treinta años después, en el exilio, sin poder echar mano a su voluminoso archivo. A este riguroso memorialista, la memoria esta vez le jugó una mala pasada. La carta en cuestión demuestra que no fue a Jaime Torres Bodet a quien escribió Gabriela, sino a Julián Huxley, quien fue el primer director general de la Unesco (1946-1948), sucediéndole en el cargo el mexicano Jaime Torres Bodet (1948-1952). El relevo se produjo ese mismo año de 1948, lo que nos hace suponer que Julián Huxley no tuvo tiempo para cumplir el deseo expresado por la poeta. Y como el mismo Luis Enrique señala, su despido del cargo no tardó en llegar. Meses antes de terminar el año, recibió un telegrama de sus superiores en el que lo conminan a que niegue su militancia política o renuncie a su cargo diplomático. Délano no renunció a su militancia. Su esposa y Poli, el hijo que se crió bajo los ojos de Gabriela y a quien no quería ver crecer en un hogar con miseria, viajaron a Chile. Luis Enrique Délano se trasladó a México, donde participó activamente en la organización del Congreso Mundial por la Paz.Unos meses después, Délano viajó desde México D.F. a Xalapa para visitar a Gabriela Mistral y solicitar su adhesión al Congreso de la Paz que se celebraría en septiembre de 1949. Cuenta que estuvo con ella 24 horas de las cuales conversaron 20. Gabriela entregó su adhesión, que junto a la de Neruda y Claudio Arrau encarnaban el trío chileno más universal pronunciándose contra el peligro de la guerra.
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