lunes, 4 de febrero de 2008

Pablo Neruda, Memoria Intermitente

Refiriéndose a sus memorias, dice Neruda en el encabezamiento de "Confieso que he vivido" que: son intermitentes y a ratos olvidadizas porque así precisamente es la vida. En ese epígrafe, también confiesa que muchos de sus recuerdos se han desdibujado al evocarlos.
Inmediatamente después de publicado su libro de memorias en Chile, en plena dictadura militar, un personajillo intentó desmentir varios episodios narrados por el poeta. Posiblemente lo hizo para congraciarse con la "autoridad" de la época. Pero, autoridad viene de autoría y no de levantar la voz o levantarse en armas. El referido personajillo demostró sólo que no tenía autoridad para denostar al poeta y, como es lógico, su trabajo pasó desapercibido.
Sin embargo, en la confesión de vida de Pablo Neruda, el poeta narra algunos episodios que, históricamente, son discutibles, hay algunas fechas equivocas y algún personaje mal identificado. Lo que, evidentemente, no disminuye la belleza de la prosa nerudiana, ni la grandeza de su poesía. Entre estos "olvidos", cabe destacar brillantes trabajos de rectificación de la biografía nerudiana. Uno de ellos es "Retrato de familia", libro en el que Bernardo Reyes nos cambia la infancia establecida del joven Neftalí. El otro, "El enigma inaugural", ensayo de Enrique Robertson, quien en una rigurosa investigación establece el origen del famoso seudónimo.
En mi libro "Neruda y España", creo que contribuyo al ordenamiento de la biografía y de la cronología nerudiana con algunos datos no investigados antes. Como ejemplo, el que González Videla no era aun el Embajador de Chile en Francia durante el proceso de selección de los pasajeros del Winnipeg; o el que Manuel Arellano Marín fuera solicitado por el propio Neruda para servir como su ayudante en su misión de llevar españoles a Chile. No lo envió el Gobierno del Frente Popular para "complicar su vida", como afirma el poeta.
En uno de los capítulos de "Confieso que he vivido", el referido al Winnipeg, Neruda nos sitúa en la mañana que los funcionarios de la Embajada de Chile en Francia le entregaron un largo telegrama:
Era un telegrama de Chile. Lo firmaba nada menos que el presidente, don Pedro Aguirre Cerda, el mismo de quien recibí las instrucciones contundentes para el embarque de los españoles desterrados. Leí con estupor que don Pedro, nuestro buen presidente, había sabido esa mañana, con sorpresa, que yo preparaba la entrada de los emigrados españoles a Chile. Me pedía que de inmediato desmintiera tan insólita noticia.

En el libro "Para nacer he nacido", el poeta también recuerda el día en que recibió este mensaje. En el capítulo "El Winnipeg y otros poemas", dice:
Estaban ya a bordo casi todos mis buenos sobrinos, peregrinos hacia tierras desconocidas, y me preparaba yo a descansar de la dura tarea, pero mis emociones parecían no terminar nunca. El gobierno de Chile, presionado y combatido, me dirigía un mensaje: INFORMACIONES DE PRENSA SOSTIENEN USTED EFECTÚA INMIGRACIÓN MASIVA ESPAÑOLES. RUÉGOLE DESMENTIR NOTICIA O CANCELAR VIAJE EMIGRADOS.
Qué hacer? Una solución: Llamar a la prensa, mostrarle el barco repleto con dos mil españoles, leer el telegrama con voz solemne y acto seguido dispararme un tiro en la cabeza.
Otra solución: Partir yo mismo en el barco con mis emigrados y desembarcar en Chile por la razón o la poesía. Antes de adoptar determinación alguna me fui al teléfono y hablé al Ministerio de Relaciones Exteriores de mi país.

Para complementar la historia, debemos volver al capitulo "El Winnipeg" de "Confieso que he vivido". En él, Neruda dice:

El gobierno republicano en exilio había logrado adquirir un barco: el "Winnipeg". Éste había sido transformado para aumentar su capacidad de pasaje y esperaba atracado al muelle de Trompeluop, puertecito vecino a Burdeos.
Qué hacer? Aquel trabajo intenso y dramático, al borde mismo de la segunda guerra mundial, era para mí como la culminación de mi existencia... Decidí consultar el caso con Negrín. Había tenido la suerte de hacer amistad con el presidente Juan Negrín, con el ministro Álvarez del Vayo y con algunos otros de los últimos gobernantes republicanos. Negrín era el más interesante…
Conversamos. Le relaté la situación, el extraño telegrama presidencial que de hecho me dejaba como un impostor, como un charlatán que ofrecía a un pueblo de desterrados un asilo inexistente. Las soluciones posibles eran tres. La primera, abominable, era sencillamente anunciar que había sido cancelada la emigración de españoles para Chile. La segunda, dramática, era anunciar públicamente mi inconformidad, dar por terminada mi misión y dispararme un balazo en la sien. La tercera, desafiante, era llenar el buque de emigrados, embarcarme con ellos, y lanzarme sin autorización hacia Valparaíso, a ver lo que ocurriría.
Negrín se echó hacia atrás en el sillón, fumando su gran habano. Luego sonrió melancólicamente y me respondió:
-No podría usted usar el teléfono?
Por aquellos días las comunicaciones telefónicas entre Europa y América eran insoportablemente difíciles, con horas de espera. Entre ruidos ensordecedores y bruscas interrupciones, logré oír la voz remota del ministro de Relaciones. A través de una conversación entrecortada, con frases que debían repetirse veinte veces, sin saber si nos entendíamos o no, dando gritos fenomenales o escuchando como respuesta trompetazos oceánicos del teléfono, creí hacer comprender al ministro Ortega que yo no acataba la contraorden del presidente. Creí también entenderle que me pedía esperar hasta el día siguiente.
Pasé, como era lógico, una noche intranquila en mi pequeño hotel de París. A la tarde siguiente supe que el ministro de Relaciones había presentado aquella mañana su renuncia. No aceptaba él tampoco mi desautorización. El gabinete tembló, y nuestro buen presidente, pasajeramente confundido por las presiones, había recobrado su autoridad, Entonces recibí un nuevo telegrama indicándome que prosiguiera la inmigración.

De esta larga cita, entre muchos otros datos, podemos ver claramente como el propio Neruda dice que fue el Gobierno español en el exilio el que adquirió el barco. No fue el poeta ni el Gobierno chileno, como afirman algunos biógrafos. También, basándonos en la prensa de la época, podemos complementar la memoria de Neruda. La renuncia del Ministro de Relaciones Exteriores, Abraham Ortega Aguayo, se produjo la tarde del 4 de Julio de 1939. Al día siguiente la crisis ministerial estaba totalmente solucionada, de tal modo que, tres días después, el sábado 8 de julio, el ministro Ortega enviaba a Neruda un cable en el que insistía en mantener los criterios del Gobierno respecto de la selección de los republicanos españoles. Como señala Neruda, el proceso de selección de emigrantes continuó y el Winnipeg logró zarpar con destino a Valparaíso el 4 de agosto de 1939. También podemos complementar la cita acudiendo a las minuciosas memorias de Tomás Lago (Ojos y Oídos, cerca de Neruda, Lom, Santiago, 1999). En ellas, Lago relata que un día Neruda le habló de su distanciamiento con Indalecio Prieto. Lo culpaba de haber enviado una carta al Gobierno chileno en la que lo acusaba de organizar la inmigración española a Chile, seleccionando sólo a los comunistas. Neruda pensaba que en esa carta estaba el origen del mensaje de Aguirre Cerda cancelando el viaje de los emigrados.
Pero, no son sólo esos los datos que nos interesan en esta historia. Antes, también deberíamos revisar la historia del doctor Juan Negrín, presidente del Gobierno español. De un interesante y documentado ensayo de Amaro del Rosal, "El tesoro del Vita" (Historia 16, N°95, Madrid, 1984), podemos deducir que: Juan Negrín viajó a Nueva York en el mes de mayo de 1939. Desde allí escribió a Indalecio Prieto, quien estaba en México, donde se había hecho cargo del destino del tesoro que transportaba el yate Vita. Por esos días comenzó la historia del desencuentro de ambos dirigentes españoles. Juan Negrín, al ver que los recursos monetarios transportados en el Vita se le escapaban en manos de Indalecio Prieto, viajó inmediatamente a México para intentar su recuperación. Trámite inútil ya que Prieto no soltó su captura.
El 13 de Junio del mismo año, llegó al puerto de Veracruz el Sinaia. Transportaba 1.600 refugiados españoles a México. Entre los que recibieron al barco, estaba Juan Negrín. A comienzos del mes siguiente, el 4 de Julio, la prensa mexicana recogía las declaraciones del Dr. Negrín, en las que anunciaba que, según un acuerdo con el Gobierno mexicano, varios miles de refugiados españoles serían distribuidos en la Baja California. Después de sus discusiones con el Presidente Cárdenas, -informa un diario, -el Sr. Negrín dijo que inmediatamente partirá a París para arreglar el traslado de los refugiados a México. Negrín dijo que esperaba estar en París el 12 de julio.
Días después de que en Chile el ministro Ortega declarara al Diario Ilustrado que habían quedado solucionadas las diferencias producidas dentro del Gobierno, en Veracruz, México, zarpaban en el mismo barco Juan Negrín e Indalecio Prieto, viaje en el que, por cierto, ambos no se dirigieron la palabra.
A finales del mes de julio, en París, Indalecio Prieto, con el respaldo económico que le daba el tener en sus manos el tesoro del Vita, creó la Comisión Permanente. Creó también con este gesto, el primer golpe de estado al Gobierno español en el exilio. Esta Comisión creó, a su vez, un nuevo organismo; la Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles (JARE) de la que fue presidente Luis Nicolau, secretario Carlos Esplá y José Andreu Abelló, uno de los vocales. Desde ese momento el exilio republicano queda dividido en dos, la JARE, bajo la tutela de Indalecio Prieto y el SERE, bajo la de Juan Negrín.
Si revisamos la cronología expuestas, y si esta historia fuera cierta, (todos los datos parecen serlo), fácilmente concluiríamos en que: es imposible que ese detallado encuentro de Neruda con Negrín se produjera los primeros días de julio en París. Negrín estaba en México. Es posible que Neruda, como él afirma, hizo amistad con el presidente español, con el ministro Álvarez del Vayo y con algunos otros de los últimos gobernantes republicanos. Pero, la detallada reunión, en la que Negrín le aconsejó utilizar el teléfono para solucionar el impás en la emigración española a Chile, puede ser una más de las intermitencias en la memoria de nuestro poeta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesantes los datos.